14. Venganza. Parte 1

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—¡Mis papás se han vuelto locos! —exclamó Dashiell con desespero, del otro lado de la línea

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—¡Mis papás se han vuelto locos! —exclamó Dashiell con desespero, del otro lado de la línea.

—Dashiell, cálmate —dije mientras daba un sorbo al agua.

Me senté en la banca más cercana que encontré pero antes dejé las pesas en su sitio.

—¿Calmarnos? —Esta vez fue Dareck quien tomó el control—. Esa droga no era nuestra, Kaleb y mucho menos nos metemos porquerías.

—Les creo —dije, con una sensación incómoda en mi interior.

—El problema aquí es que ellos no lo hacen —zanjó Dareck.

—Tranquilos, les creerán con los resultados de las pruebas.

—¿Qué pruebas? —escuché que preguntaban al unísono.

—Las que seguramente les mandaran a hacer —me limité a responder.

Escuché un jadeo preocupado de Dashiell y como rápidamente tomaba el móvil.

—¿Tienen que utilizar agujas? —inquirió de inmediato.

—Depende —respondí con diversión.

—¿Depende? —repitió angustiado. Dareck tomó el control de la llamada y le quitó el móvil a su mellizo.

—Céntrate, Dashiell. Las agujas son el menor de nuestros problemas.

—Chicos —traté de decir, pero fue un inútil intento, pues ya habían iniciado una discusión entre ellos.

No me sorprendió en absoluto. Ellos eran así. Demasiados espontáneos entre ellos mismos. Unos minutos más tarde se unirían de nuevo para atacar a mamá y papá por quererlos mandar a un internado.

Fuera del hecho de que todo esto fue un teatro para alejarlos del alcance de James y Sasha, también les vendría bien alejarse de casa y que dejaran de depender de mis padres o de mí para solucionar sus conflictos.

Me atrevía a decir que nunca se habían enfrentado a la crueldad de la vida real y mientras más tardarán en hacerlo más duro sería el golpe. Tenían que entender que si tenían un problema no podían correr a los demás para que se los solucionaran. Eran ellos quienes debían enfrentar la situación y no hacer que otros la enfrentarán en su nombre.

Me gustaría que solo ese fuera el motivo.

—Chicos, tengo que dejarlos —dije—. En unas horas iré a casa.

—Pero lo harás —gruñó Dashiell.

—Lo haré, lo prometo.

Terminé con la llamada y me apresuré a terminar mi rutina de ejercicios, una vez que estuve fuera del gimnasio saqué por segunda vez el celular para revisar si no había mensajes importantes. Gael había dejado un par pidiendo que nos reuniéramos.

Fui a mi departamento a cambiarme de ropa y arreglar unos asuntos más. Gael estaba ahí junto a Gabriel quien estaba merodeando en la nevera.

—¿No hay nada de grasa en esta nevera? —gruñó Gabriel. Tomando un bol de cristal con ensalada.

Verdad (Saga CM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora