12. Excitante

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NARRADOR OMNISCIENTE.

Ninguno dijo nada, esperaba una respuesta rápida de Chase. Chase no solía dudar a la hora de responder y eso fue lo que más desconcertó a Camille.

—¿Él no es el hijo de tus tíos, Camille?

—Sí. Pero Kaleb y mis tíos son punto y aparte.

—No lo sé, tal vez deberías pensártelo un poco mejor todo esto...

—No. ¿Puedes darme esa información o no?

Unos segundos después se escuchó un suspiro del otro lado de la línea.

—De acuerdo. Nos vemos mañana por la tarde en La Tormenta —dijo refiriéndose a su club.

Terminó la llamada y dejó su móvil sobre el lavabo para después suspirar arduamente, no podía sacarse esos ojos grises de la cabeza, ni la sonrisa ladina tan característica de él.

Salió de la ducha y se dirigió al armario y lo abrió con la esperanza de encontrar ropa como Kaleb lo mencionó. Pero desafortunadamente ahí no había nada.

Tal vez habría sido un gran detalle que Kaleb mencionara que no en todas las habitaciones había ropa de repuesto.

Puso los ojos en blanco y no le quedó otro remedio que volver a husmear en las habitaciones para conseguir ropa. Salió de su habitación y se dirigió a la habitación vecina sosteniendo la toalla con una de sus manos en la parte de su pecho.

Entró y rápidamente se fue a husmear en los armarios, para su fortuna ahí si había ropa. Era como cuatro tallas más grandes de las que ella usaba y parecía ser de hombre. Pero igual le serviría.

Tomó una playera negra sin diseños ni nada, cerró los cajones buscando algún pantalón de pijama. Pero un ruido la distrajo. La puerta del baño se había abierto.

Oh, vaya. Era un apuesto rubio en toalla recién salido de duchar.

Kaleb la miró intrigado y confundido. La mirada se desvió a su cuerpo por unos instantes, pero rápidamente volvió a su rostro.

Pero es que Camille tenía un físico difícil de ignorar. Kaleb la detalló unos minutos más sin poder evitarlo.

Ella tenía la apariencia de una muñeca de porcelana, la tez pálida, mejillas algo rosadas, labios con un grosor perfecto, mandíbula marcada, pómulos ligeramente hundidos, nariz perfilada y ojos atigrados sin mencionar el color que hipnotizaba apenas lo veías.

Eso sin mencionar su cuerpo lleno de curvas que en muchas ocasiones le causó inseguridad. Tener un cuerpo como ese no siempre fue bueno. Ella no era regordeta ni muy flaca tampoco. Era delgada, con una cintura pequeña que se podía notar incluso con la toalla mal enrollada que llevaba. Tenía atributos que distraen bastante a cualquiera que la mirara.

Tenía los pechos grandes y eso le molestaba como le sucedió esta noche, decía que mucha ropa solía verse vulgar en un cuerpo como el suyo, con los atributos que ella poseía.

—No había ropa en la habitación que escogí —se limitó a responder ella y sin darle mucha importancia siguió rebuscando en el armario.

Luchó por no voltear a ver cómo las gotas de agua escurrían por el abdomen de Kaleb, o como el cabello húmedo le caía por al frente, o como se tensaban los músculos de su abdomen cuando hacía algún movimiento.

Sin embargo, Kaleb no hizo lo mismo, él si se dedicó a observar descaradamente aprovechando que estaba de espaldas.

El aire tenso estaba en el ambiente como de costumbre, incluso podría decir que se habían acostumbrado ya a él.

Verdad (Saga CM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora