"Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos."
-Voltaire
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Alessandro:
—¿De verdad no vendrás conmigo?— pregunté molesto.
No me gustaban los teatritos y mucho menos los berrinches, en casi diez años de matrimonio siempre demostraba una actitud madura, pero últimamente era todo lo contrario.
Margaret estaba sentada en la silla frente a su tocador, dónde tenía todo su maquillaje y demás mierda para arreglarse.
Ella solo me observaba con desdén mientras cepillaba su cabello dorado.
—No, no se para qué quieres que vaya contigo.—habló mientras volteaba los ojos y me dio la espalda para verse en el espejo e ignorarme.
La sangre me hervía con ganas, pero trataba de mantenerme lo más tranquilo posible, pues ponerme igual de testarudo que ella no nos llevaría a ningún lado.
Teníamos que salir en los próximos diez minutos o llegaríamos tarde y ella seguía en pijama. Era consiente que lo hacía por molestarme, pero yo últimamente no me encontraba con la paciencia suficiente para poder soportar su estúpida actitud.
No sabía a qué se debía, pero claramente atravesábamos una crisis, ella no me soportaba y yo no la soportaba a ella.
Apreté fuerte mis sienes y pasé mi mano por la cara denotando toda mi frustración, aunque tratando de mantenerme sereno, no quería llegar hacer el pleito entre los dos innecesariamente más grande; sin embargo, cada día me lo estaba haciendo mucho más difícil.
Suspiré pesadamente y respondí lo más calmado que pude:
—Porque eres mi esposa, Margaret… Por qué tú fuiste parte de la planeación de este evento y por qué tenemos una imagen que cuidar.— mi mandíbula estaba sumamente apretada del coraje y aun así traté de decir las cosas lo más suavemente posibles para no exaltarme más, lo cual se estaba tornando una tarea difícil, pues se estaba comportando como una mocosa malcriada.
No podía hacerme esto.
Margaret volteó a verme con una sonrisa burlona, triunfante. Había dicho exactamente lo que ella quería que yo dijera, cayendo en su juego.
—¡Exacto! Si quieres cuidar nuestra imagen, tu equipo nos dio la solución… Vamos a tener un hijo. Es lo mejor para nosotros y para tu imagen. Vamos amor, ya es hora.
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Dulce pecado...
Любовные романыLo prohibido, aquello que no podemos poseer y nos supone algo de adrenalina en la sangre a veces es aquello que más deseamos. Solo recuerda, querido Alessandro, que entre más alto nos hagan subir, más estrepitosa será nuestra caída.