"Los que no moderan pasiones son arrastrados a lamentables precipicios."
—Andres Bello.
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Lía:
Era jueves tranquilo por la noche y me encontraba sola, acostada en mi cómodo sillón mientras veía una historia de Bridgertone. A pesar de que Adrien no vivía conmigo, si pasaba aquí un 80% de las veces, pero ahora se encontraba con el resto del grupo en una discoteca. Clarisa, Magda, Erick, Adrien y yo nos dedicabámos al mismo mundo, unos con más regularidad que otros, pero nos conocíamos porque los cinco éramos sugar babys. Los amaba a todos, pero era la que menos convivía y asistía a los planes, me gustaba más estar sola.
Suspiré pesadamente al mirar atenta la escena de la reina Charlotte con el rey George.
—¡George, me interpondré entre los cielos y la tierra; yo te diré donde estás! Pero dime si me amas.
—¡Sí, te amo! Desde el mo...
Las palabras del rey se quebraron denotando el mar de emociones que reinaban en su corazón.
—Desde que te vi a punto de saltar el muro. Te amo desesperadamente, no puedo respirar cuando no estás. Te amo Charlotte; mi corazón dice tu nombre.
Rápidamente limpíe una lágrima que se había escapado por la emoción, definitivamente amaba los romances de época y una parte de mi corazón seguía creyendo en aquellos amores, tan intensos como los libros.
No creía en los "felices por siempre" más bien me aferraba a historias como la de la reina Charlotte y el rey George... Amarse a pesar de las dificultades y circunstancias. Seguía creyendo en el amor, por la manera en la que yo amaba a los que me rodeaban. Sabía que si yo lo sentía, los demás también podían.
El resto de la noche me la pasé terminando por tercer ocasión aquella mini serie que se había robado mi corazón; aventé la orilla de pizza al plato vacío que estaba frente a mí y me recargué en el respaldo suave de mi sillón. La ventana se encontraba semiabierta, dejando entrar el frío otoñal, envolviéndome en un ambiente totalmente acogedor que me arrullaba al ritmo del viento y poco a poco fui cerrando los ojos dejándome caer a los dominios de Morfeo.
Mi teléfono comenzó a vibrar como loco debajo de mí, haciéndome despertar al instante. Con dificultad tenté por toda la superficie blanda, buscando mi móvil, pero sin éxito, hasta que lo saqué debajo de mí, lo estaba aplastando.
Cerré los ojos enseguida pues el brillo me deslumbró al instante, era un número sin registrar y desconocido.Dude un poco en contestar pero finalmente lo hice.
—¿Sí, hola?— hablé dudosa, con voz adormilada.
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Dulce pecado...
RomanceLo prohibido, aquello que no podemos poseer y nos supone algo de adrenalina en la sangre a veces es aquello que más deseamos. Solo recuerda, querido Alessandro, que entre más alto nos hagan subir, más estrepitosa será nuestra caída.