Capítulo 6: Obsesión

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"Qué decepción, el enterarte que no eras la misma persona que conocí

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"Qué decepción, el enterarte que no eras la misma persona que conocí."

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Alessandro:

No sabía que putas me había pasado por la mente en ese momento, por qué me había atrevido a hablarle de aquella manera o incluso dejarme llevar por su dulce aroma acercándola a mi cuerpo con tal de sentirla contra mi, aunque sea solo por unos cuantos segundos.

Era hermosa, delicada y tan ardiente como el sol acompañada de una mirada angelical. Sentía que si me acercaba otro poco me quemaría.

Dejarme llevar por ese insignificante instante me había hecho sentir otra vez como un hombre, ese hombre que es controlado por un deseo meramente primitivo e impulsivo; pero sabía que no era correcto y por más que su belleza me incitara a experimentar un deseo que hace mucho no sentía, no podía permitir que mis pensamientos se convirtieran en acciones.
La molestia crecía en mí ¿Cómo era posible que causara tantos estragos en mi sin mover un solo dedo?

Su mirada era suficiente para tentarme a probar el sabor de sus labios pero tenía que cuidarme.

Russell siempre decía que la tentación era como el fuego, puedes creer tener todo bajo control ,si dejas que la llama se siga alimentando se tornará salvaje haciendo que sea imposible mantenerla. Y esto era igual,
tenía que poner la mayor distancia posible con esa mujer.

Entendí que ella no era lo peligroso de la situación, sino mis deseos por ella.

Mi miembro estaba ligeramente despierto, levanté mi pelvis del asiento y jalé mis pantalones de vestir para poder acomodar mi polla en su lugar, palpitaba con deseo por mis pensamientos dirigidos a Lía.
Estaba ansioso de llegar a casa por fin, solo quería darme una ducha con agua helada para calmar mi mente.

Lía era un sueño de mujer, simplemente hermosa, con un cuerpo increíble que hacía suspirar a cualquier hombre, el problema radicaba en qué yo no era cualquier hombre... Estaba casado.
Tenía un compromiso aún más grande con mi esposa, jamás le fallaría al acuerdo que sosteníamos. Mi matrimonio atravesaba una crisis, sí; pero eso no hacía un lado el cariño que le tenía y todos los años que habíamos compartido juntos, era una mujer fuerte y valiente que me hacía feliz, yo no me atrevería a pagarle con otra moneda.

—Hemos llegado, Señor Cantori.— habló Noah, uno de mis choferes de confianza, me miraba por el retrovisor atento a mis indicaciones.

Ni siquiera me había dado cuenta en qué momento habíamos llegado a la mansión Cantori por estar absorto en mis pensamientos.

—Gracias Noah, puedes tomarte el día, ya no haremos nada más.— contesté palmeando su hombro agradeciéndole.

La puerta de mi lado fue abierta por un guardia de seguridad y bajé de la camioneta.

Dulce pecado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora