"Lo prohibido siempre es tentador."
—Lawrence M. Krauss.
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Lía:
La temperatura había bajado considerablemente haciendo que la tarde se tornase algo fría, junté mis manos en mi regazo tratando de entrar un poco en calor.
Aun cuando Russell nos había invitado a desayunar, les fue un poco difícil zafarse de su compromiso, Alessandro tuvo que dar un discurso acerca de lo importante que es no olvidarnos de los menos afortunados y también disculparse en nombre de su esposa que por "cuestiones de salud" no había podido asistir.
Aunque claro, yo sabía que era una mentira. Realmente no era de mi incumbencia como él lo dijo, pero me preguntaba si el señor Cantori era realmente así de bipolar o debido a sus problemas maritales tenía los nervios de punta.
Un instante se mostraba un poco más abierto a charlar conmigo y segundos después se convertía en una bestia de los prejuicios viéndome como la peor mujer existente de este mundo, aunque en realidad no me importaba mucho lo que pensara de mí, el que hubiera tanto desprecio en sus palabras como si realmente fuera una mala persona me había dolido un poco.
Miraba atenta el camino que íbamos dejando atrás, casas clásicas y establecimientos llenos de gente ostentosa que se resguardaban del frío en Nueva York; amaba con locura esta ciudad, pues existían miles de lugares distintos; con vibras totalmente opuestas, para todo tipo de gente, aquí cualquiera podía encontrar su lugar al igual que yo lo hice.
Russell se encontraba distraído en una llamada como estaba casi todo el rato, pobre hombre no tenía ni un minuto de descanso.
—Me hablaron del orfanato, era la directora agradeciendo la increíble donación de diez mil dólares que hizo mi sobrina.—dijo riendo mientras negaba con la cabeza.
Yo arrugué la nariz, les pedí que no lo mencionaran pero ignoraron por completo mi petición. Supongo era una donación anónima, excepto para los anfitriones.
—No tenías que hacerlo, Lía. Se agradece muchísimo pero te llevé como voluntaria y además hiciste una donación bastante generosa.
—No es algo que me afecte señor Russell, lo hice de corazón y además es el dinero que me pagó por el baile de la otra noche.— dije sonriéndole de manera cálida.
—Era tu paga, muchacha. Dinero tuyo.— dijo rascando su nuca.—En tu próximo cheque lo repondremos.
Sabía que no estaba molesto, más bien apenado.
—Si le soy sincera tengo más dinero del que puedo necesitar o gastar. Cuando un acto es de corazón no esperas una recompensa y si me permite decirle no me sentiría cómoda que me pagara por esto, no se me hace correcto.
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Dulce pecado...
RomanceLo prohibido, aquello que no podemos poseer y nos supone algo de adrenalina en la sangre a veces es aquello que más deseamos. Solo recuerda, querido Alessandro, que entre más alto nos hagan subir, más estrepitosa será nuestra caída.