Involuntariamente arrancados de su amado Imperio por una intrigante diosa élfica, el emperador Karl Franz I y los restos de su maltratada fuerza imperial se encontraron varados en un mundo que aún no había sido tocado por las garras del Caos.
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EL IMPERIO
El comandante Gerolf Schnyder rugió y gritó su furia junto con el ritmo mecánico de su cañón de vapor. Docenas de asaltantes folclóricos libres se lanzaron al aire libre y dentro de la línea de visión de su máquina de la muerte, pero las armas de Starklanze los derribaron a todos, con demasiada frecuencia destrozando sus formas frágiles y patéticas en pedazos sangrientos por completo.
"¡Mueran, perros paganos sucios! ¡POR EL EMPERADOR!" El ingeniero imperial absorbió cada detalle mientras observaba a sus enemigos agitarse y gritar a todo pulmón mientras los chorros de vapor a alta presión los cubrían con horribles quemaduras. No había sembrado tanta carnicería desde la disputa fronteriza entre el Imperio y Bretonia en 2006. El cañón de su cañón pronto comenzó a brillar rojo por el calor, pero Geroldo no aflojó, negándose a ceder ni una pulgada de terreno al enemigo.
"¡En alerta, Starklanze !" Uno de los soldados estatales en tierra y en formación junto al tanque de vapor le gritó a Gerolf mientras seguía disparando desde su torreta. "Acaba de llegar un escolta; ¡tenemos nuevas órdenes de la fuerza principal! Los muchachos del Capitán Eisenstein están tratando de allanar el camino hacia el emperador con la ayuda de Lady von Mannstedt; quieren que mantengamos nuestras posiciones aquí y evitemos el paso de los invasores que flanquean". a través de nuestra línea defensiva!"
Esto hizo que Gerolf se detuviera. Se subió y movió su cuerpo para mirar al soldado que se dirigía a él. "¿Mantener la posición? ¿Qué diablos están pensando esos jodidos habitantes de Reikland? ¡Ya tenemos poca fuerza y ahora nos estamos quedando sin municiones!" Gruñó molesto. "¿Cuándo va a recibir ayuda el destacamento?"
"¡No por un tiempo, señor! La gente de Todbringer está ocupada en el oeste, y... ¡ah, mierda, escudos arriba, muchachos! ¡AQUÍ VIENE!"
Gerolf siguió el sonido de un cuerno de guerra y se volvió hacia donde miraba el soldado. El comandante del tanque se sorprendió y más que un poco molesto al ver una enorme oleada de bárbaros con armaduras de bronce que se acercaba desde el bosque por el flanco este, portando lanzas, espadas, hachas y mazas hechas de bronce e incluso acero.
Gruñendo por lo bajo, Gerolf se apresuró a bajar a su torreta y reanudó el fuego con la esperanza de que los bárbaros se retiraran, pero de repente fue interrumpido por un fuerte silbido cuando su cañón dejó de funcionar abruptamente en medio de la corriente. Trató de reiniciar el arma un par de veces, pero fue en vano.
"¡La caldera está funcionando con humo, comandante!" Konigswald, el cargador de Gerolf, gritó a su comandante desde los estrechos confines del Starklanze. Un segundo después, el arma principal del tanque explotó, lanzando un proyectil altamente explosivo al frente de la formación enemiga y destruyendo por completo a los atrapados en su radio cuando detonó. "¡Vamos a tener que desembarcar y repostar pronto!"
