Involuntariamente arrancados de su amado Imperio por una intrigante diosa élfica, el emperador Karl Franz I y los restos de su maltratada fuerza imperial se encontraron varados en un mundo que aún no había sido tocado por las garras del Caos.
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LA MARINA IMPERIAL
Mientras tanto, en los restos desmoronados del Viejo Mundo devastado por el Caos, los valientes marineros de la Segunda Flota Imperial lucharon contra los norscos, en las tormentosas mareas del Mar de las Garras.
Nordland había desaparecido hacía mucho tiempo, Middenland estaba sitiada siendo defendida a penas por la condesa de Stirland
Mientras Reikland acababa de ser invadida por demonios y sus esclavos, pero el Lord del Mar Dietrich Steinhäusser y sus hombres juraron seguir luchando hasta el inevitable y amargo final.
En medio del choque del acero, los ladridos de disparos esporádicos de armas de fuego y el choque de los barcos de abordaje contra el casco, más invasores norteños inundaron la cubierta del gran barco de Lord Steinhäusser, el Schlächter . Su tripulación bien entrenada y altamente disciplinada de infantes de marina y tropas estatales hizo retroceder ola tras ola de estos grupos de abordaje herejes una y otra vez, pero seguían llegando más.
"¡Todos, miren!" Con los ojos muy abiertos, uno de los oficiales permanentes de Steinhäusser señaló el mar embravecido a estribor del barco.
El señor del mar acababa de terminar de patear el cadáver de un asaltante de Norscan por el alcázar, cuando se volvió para mirar lo que el oficial estaba mirando boquiabierto.
En un instante, el ánimo de Steinhäusser se levantó al ver varios barcos que se aproximaban rápidamente en mares lejanos, todos con los colores del ducado de Burdeos y velas deportivas adornadas con la flor de lis gigante de la Armada de Bretonia. Habían llegado refuerzos y parecía que la Segunda Flota duraría otra batalla.
Con renovado vigor, Lord Steinhäusser hizo girar el sable empapado en sangre que tenía en la mano. Se giró hacia un lado y evadió el hacha de mano de su agresor norscano, antes de dar un paso adelante y abrir un corte sangriento en el pecho del hereje, enviándolo tambaleándose hacia atrás. El señor del mar se movió para acabar con su oponente, cuando un trueno masivo asaltó sus oídos y casi le robó la audición.
"¡Argh! ¡Por Ulric!" El señor del mar murmuró mientras la sangre le corría por las orejas. Afortunadamente, a su oponente norscano le fue peor: el bárbaro se había caído por una barandilla y se había metido en las aguas embravecidas casi de inmediato.
Maldiciendo una tormenta en voz baja, Steinhäusser se alejó de la pelea, completamente desorientado. Cuando otro de los asaltantes sintió la debilidad del almirante y se acercó para matarlo, no pudo hacer nada más que mirar hacia el cielo, ahora visiblemente retorciéndose con magia.
"¡Tus patéticos dioses están muertos, Nordlander!" Proclamó el hereje, levantando su alabarda. "¡Únete a ellos en el olvido! ¡DEJA QUE ARDA EL VIEJO MUNDO!"
Lord Steinhäusser apretó los dientes con fría rabia. "Tú primero."
El norscano se dio cuenta demasiado tarde de que su presa le apuntaba al cuello con una pistola cargada. El señor del mar observó al asaltante herido de muerte alejarse cojeando, arañando el nuevo agujero que brotaba en su cuello. Lo siguiente que supo Steinhäusser fue que los cielos sobre la Segunda Flota estallaron en una enorme tormenta eléctrica, envolviendo el área en arcos irregulares de electricidad hechicera tan brillante y brillante, tan ruidosa y ensordecedora, que casi todos quedaron ciegos. y sordo
