Capítulo V

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Después de su paseo mañanero, Valentina se sentía un poco mejor pues había liberado buena parte de su malhumor. La situación de la hacienda la tenía molesta y preocupada, no podía negarlo, pero lo ocurrido la noche anterior con Juliana la mantenía nerviosa y llena de dudas. Se quedó con la sensación de que la morena quería ser besada por ella, lo cual no tendría sentido porque tiene novio, y que pedirle que se fuera había sido un estúpido error, sobre todo por el hecho de que moría por probar sus labios. La respuesta llegaría esa misma mañana cuando entró en la casa y se dirigió al comedor para desayunar, la niñera casi huyó del lugar limitándose solo a responder los buenos días sin ser capaz siquiera de mirarla un instante.

La realidad es que Juliana se sentía confundida, o al menos de eso necesitaba convencerse porque tenía todo más claro de lo que se atrevía a aceptar, las señales de la ojiazul le decían una cosa y sus actos otra. La miraba con ojos de amor y se notaba su esfuerzo por ser menos brusca con ella que con el resto, pero la rechazó aun cuando estuvo dispuesta a compartir ese beso y acallar los gritos de su corazón. Era como una especie de juego del gato y el ratón donde ambas intentaban huir de sus verdaderos sentimientos, tal vez por miedo a complicar las cosas.

- Entiéndelo, Juliana, esa mujer no es para ti – se dijo la morena a sí misma antes de salir de su habitación esa mañana – Tú solo eres la niñera de su hija, así que haz tu trabajo y no te líes la vida.

Pero el amor no funciona de esa manera, va por libre y actúa como le da la gana. Por eso apenas la vio montarse en su caballo, muy temprano al salir a correr, sus piernas temblaron, jamás se acostumbraría a verla con ese sombrero y su larga y castaña melena al viento sin que sus partes bajas sufrieran los estragos. Era una imagen demasiado sexy ver aquella hermosa mujer con sus vaqueros puestos y ese gesto duro marcando su rostro perfecto, simplemente parecía sacada de una película del cine o algo así.

- Estamos jodidas, mi Juli, esto no va a acabar bien para nosotras – se dijo y empezó a correr como cada mañana.

Y no se refería solo a sus sentimientos por Valentina sino también a la culpa por el hecho de que Javier saldría lastimado. Era un buen chico, solo que muy chapado a la antigua y con ideas algo machistas. Le había acompañado en sus momentos más difíciles, luego de la muerte de su madre, y se convirtió en un gran apoyo para ella por lo que hacerlo sufrir le sentaba muy mal.

- Buenos días, Juliana – dijo la ojiazul al entrar al comedor.

- Buenos días, con permiso – respondió la morena antes de levantarse de la mesa y dejar a Gala y a su madre desayunando. De inmediato la castaña supo que estaba molesta y podía entenderlo a la perfección, era evidente que el mensaje de la noche fue ambiguo y que, muy probablemente, la morena estaría odiándola en esos momentos.

- Buenos días, mami – dijo Gala sonriente - ¿Cómo dormiste? – preguntó.

- Muy bien, amor, ¿y tú? – respondió besando su frente.

- ¡Super! – habló con emoción – Hoy es la presentación de mis dibujos en la clase de arte y Juliana dice que los míos están increíbles.

- Y tiene razón, los vi ayer cuando subí a darte el beso de las buenas noches, son preciosos – sonrió.

- Entonces sí viniste – dijo aliviada, la verdad es que se había sentido mal porque su madre no estuvo para verla dormir.

- Por supuesto, amorcito, solo que llegué algo tarde porque hay mucho trabajo en la lechería – comentó – Te vi roncando, como cerdito – imitó el sonido haciéndola reír a carcajadas mientras la niñera las escuchaba desde la cocina.

Luna EncantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora