Capítulo IX

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Gala estaba en su habitación reunida con sus mejores amigos, el osito Felipe, el gatito Danny, la vaquita Sofia y la conejita Estrella, hablaba con ellos sobre su gran sueño: que su mami y Juliana se hicieran novias. La pequeña sabía que así conseguiría su ansiada familia, dos madres amorosas que velarían por ella y su bienestar, y de paso se harían muy felices mutuamente. No era necesario ser un genio para darse cuenta de eso, las dos adultas estaban fascinadas una por la otra y eran tan distintas que encajaban a la perfección.

Para la menor resultó muy difícil lidiar con la idea de una madre que ya no estaba, no porque la extrañara porque, por desgracia, no pudo conocerla sino porque su ausencia le dejó una Valentina triste, sombría y derrotada que solo se mantenía de pie por ella, por su Gala, su verdadero amor, la razón de su existir. La pequeña lo entendía y por eso la amaba tanto y se dedicaba a cuidarla a su manera, llenándola de amor y ocurrencias que la hacían reír aun en el peor de sus días. Eran un dúo perfecto, pero necesitaban compañía y había llegado la hora de buscarla.

- Todos ustedes saben lo difícil que ha sido para mí mami y para mí no tener a mi otra mamá con nosotras, hemos sufrido mucho y la echamos mucho de menos siempre, pero ahora tenemos a la señorita Juliana que nos cuida y nos hace reír. Yo sé que ella no puede sustituir a mi mamá, y no quiero que lo haga, pero si deseo que ella haga feliz a mi mami para que ya no llore por las noches ni esté de malhumor todo el día. Ella merece estar contenta y sonreír porque es una madre maravillosa – Gala expresaba el amor inmenso que sentía por Valentina quien se había entregado a ella en cuerpo y alma, quien sería capaz de cualquier cosa por verla feliz – La señorita Juliana es nuestra oportunidad para estar bien y completas, y sé que a mi mami le gusta mucho, pero no se lo dirá porque es muy seria y le da vergüenza, por eso necesitamos un plan – decía la pequeña caminando de un lado a otro frente a sus peluches – uno muy bueno para que mi mamá y ella sean novias y se puedan casar. ¿Alguna idea? – preguntó como si le fueran a responder y colocó su dedito en su barbilla con gesto pensativo - ¿Y si le escribimos una carta? Eso siempre funciona, dice mi mami todo lo que se escribe perdura para siempre. ¡Sí! Ese es un buen plan, escribiré una carta para la señorita Juliana.

De inmediato se puso manos a la obra, buscó lápiz y papel, se sentó en su mesita de estudio y empezó a escribir todo lo claro y coherente que le permitía su poca edad:

- Señorita Juliana, quiero decirle que es usted muy linda y que hace unos postres deliciosos. Que me gustaría que fuera la otra mamá de Gala y que se quedara con nosotras para siempre – fueron las palabras que escribió y acompañó con un dibujo de un corazón. Sonrió segura de que su plan daría resultado, corrió a la habitación de Juliana y, en secreto, colocó la carta sobre su mesa de noche – Virgencita, si esto funciona, prometo que no comeré chuches por una semana – pidió con sus manos unidas en señal de súplica.

A unos veinticinco minutos de allí una estupefacta Juliana intentaba encajar aquella petición de noviazgo que le acababa de realizar la ojiazul mayor que la miraba atenta a la espera de una respuesta. Pasaron varios minutos, que a Valentina le parecieron eternos, y ninguna palabra salió de los labios de la morena.

- No tienes que responder ahora, es normal que tengas dudas, tú misma lo dijiste hace un rato, toma el tiempo de necesites. No iré a ningún lado – comentó Valentina un poco desilusionada, pero intentando ponerse en su lugar y reconocer las dudas que pudiera tener la más joven – Si quieres nos podemos regresar a la hacienda y volvemos otro día para continuar con otros trucos.

- Me parece bien – respondió algo apenada por no ser capaz de responder su petición – Val - la miró con atención – Gracias por no presionarme.

Luna EncantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora