Capítulo VI

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Juliana Valdés nunca se consideró a sí misma una persona celosa o posesiva, pero aquella visita, que había llegado por sorpresa hace dos días, le estaba haciendo hervir la sangre. No solo porque era evidente que, a Diana Castejón, le gustaba Valentina y aprovechaba cualquier mínima oportunidad para coquetearle sino también porque la mujer resulta insufrible, se creía una diosa en la tierra o algo así, demasiado frívola y con muchas ínfulas de superioridad. Lo que, probablemente, más le molestaba es que era hermosa la condenada, ojos verdes, alta, pelo largo y medidas de modelo de Victoria Secret, eso y que su jefa parecía muy feliz con su presencia.

- Quisiera borrarte esa sonrisa estúpida de la cara - pensaba cada vez que la ojiazul se carcajeaba por los comentarios de aquella mujer o cuando permitía que la tomara del brazo al caminar.

A otra que no le hizo nada de gracia la presencia de Diana fue a Gala, a todas luces se veía que a la pequeña no le gustaba su cercanía con su madre, al punto que ni siquiera recibió de buena gana los regalos que le trajo de su viaje a New York. Eso le ganó una fuerte reprimenda por parte de Valentina, más que nada porque le disgustaba que su hija fuese maleducada frente a los demás.

- ¿Estás bien? – preguntó Juliana acercándose a la pequeña que, en su cama, lloraba desconsolada después de la no grata conversación con su madre quien le levantó la voz más de los acostumbrado.

- No, mi mami me gritó – respondió sollozando y con el rostro lleno de lágrimas.

- Lo siento, mi vida, pero esta vez tu mami tiene razón – decía con voz calmada y acariciando su pelo - Eres una niña muy dulce, no puedes comportarte así con los demás.

- Pero ella no me agrada – abrazó más fuerte el osito entre sus brazos – cuando está con mami es buena conmigo, pero cuando no pues es odiosa y, a veces, habla feo de mi mami que se encuentra en el cielo – la morena frunció el ceño.

- ¡Estúpida! – dijo la mayor entre dientes y por suerte para ella la menor no escuchó. Se recostó, despacio, junto a Gala y besó sus cabellos desde atrás con extrema dulzura – Sé que puede que esa señora no te agrade – a mí tampoco pensó – pero no por eso puedes ser malcriada. Eres una pequeña muy dulce y sonriente, no debes permitir que una mala sensación te robe tu alegría y buenos modales. Tu mami, Doris, tus nuevos amigos y yo necesitamos verte feliz para estar bien, si estás triste, enojada o lloras nosotros también porque te queremos mucho – hablaba despacio, muy cerca de su oído. La niña se giró y quedaron frente a frente - ¿Me prometes que no lo permitirás? – asintió.

- Lo prometo – dijo más calmada y Juliana le regaló media sonrisa. Se volvieron a abrazar y se quedaron dormidas por un rato.

Al despertar, la pelinegra se dirigió a la cocina y dejó a la menor acurrucada con su osito, no sin antes darle un tierno beso en la cien. Abrió el refrigerador y se sirvió un poco de zumo de naranja, era un vano intento por calmar su propia molestia porque Valentina se había ido a cabalgar con la "estúpida visita", palabras de la niñera. Suspiraba una y otra vez, incomoda, imaginando escenarios en los que su ojiazul sucumbía a los encantos de la recién llegada.

- ¿A ti qué te pasa? – le preguntó el ama de llaves que ingresaba en la cocina.

- Nada – mintió y se sentó en la silla alta de la mesada.

- Haré que te creo – sonrió sarcásticamente y volvió a escuchar su queja mientras escondía su cabeza en sus brazos recostándose en el mostrador frente a ella – Vamos habla, deja de quejarte y sácalo de una buena vez – la mayor lo intuía desde el minuto cero, estaba enamorada, después de todo se tendría que ser muy ciego para no ver que cuando Juliana y Valentina estaban en el mismo lugar se sentían corazones flotar en el aire y unos violines se escuchaban cual película romántica.

Luna EncantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora