En algún momento debió perder la consciencia, Mu Qing estaba seguro de eso. Su último recuerdo era de Feng Kuang arrastrándolo al fondo de un acantilado y ahora se encontraba en una habitación. El dios se llevó una mano a la cara, la cual se detuvo en el aire cuando vio una manga de color rojo y se incorporó de golpe, notando que llevaba puesto un traje nupcial.
—¿Qué… qué demonios…? —farfulló a la nada. En ese momento, la puerta se abrió y Xie Lian entró.
—Ah, despertaste —dijo con una sonrisa—. Por un momento creí que te perderías tu propia boda.
—¿Mi qué?¿Cómo que boda? ¿Qué estaba pasando? ¿En qué momento…? Mu Qing se obligó a concentrarse y a mantener la cabeza fría. Esto debía ser una alucinación de Feng Kuang, sin duda. ¿Con qué objetivo? Lo único que podía hacer en ese momento era seguir la corriente mientras averiguaba cómo romper la alucinación, por lo que siguió a Xie Lian cuándo éste lo jaló fuera del cuarto para dar inicio a su boda. ¿Por qué, de todos los escenarios posibles, tenía que ser una boda? ¿Quién…?
Apenas se reunió con la novia, supo de quién se trataba por la gracia de su andar. El velo que cubría su cabeza fue retirado, y el rostro sonriente de Bai Rong lo saludó; ambos se miraron uno al otro por unos minutos antes de que ella finalmente saltara a sus brazos, siendo recibida por él. Bai Rong se acercó a Mu Qing como si fuera a besarlo, pero en su lugar susurró a su oído, tan bajo que solo él pudo escucharla.
—La única forma de romper esta alucinación es huyendo de nuestra propia boda, cariño —dijo—. Siempre quise ser una novia fugitiva.
Ambos echaron a correr, esquivando a todo aquel que se cruzara en su camino. Conforme más avanzaban, el paisaje a su alrededor se desdibujaba hasta que solo quedó frente a ellos el vacío de un acantilado, como si regresaran al punto de partida. Todo parecía indicar que esa era la única alternativa que tenían para salir de ahí y romper la ilusión, así que Mu Qing sujetó a Bai Rong de la muñeca y los dos saltaron al vacío. La oscuridad los rodeó completamente, y el dios se dio cuenta de que su truco había funcionado cuando sintió su cuerpo estrellarse contra una superficie sólida. Ambos estaban rodando por una ladera, el dios se aferró a la maestra marcial tratando de protegerla del impacto y finalmente aterrizaron en el suelo con brusquedad. Bai Rong terminó tendida encima de Mu Qing, que había recibido la mayor parte del impacto, y acarició su pálida mejilla con ternura antes de levantarse con rapidez.
—Una alucinación de ese tipo solo puede producirse con los sentimientos verdaderos de los involucrados —dijo, exclamando con alegría poco después—. ¡Sabía que yo no te era indiferente!
—¿Podemos hablar de eso después? —inquirió Mu Qing poniéndose de pie—. Ahora no es un buen momento.La silueta de Feng Kuang podía notarse a la distancia, y se movió hacia ellos con una velocidad pasmosa enarbolando una espada; el dios marcial fue el primero en actuar, atajando el golpe de espada que habría resultado mortal. El rostro deforme de la calamidad se crispó de rabia y extendió el brazo libre para lanzar otro golpe, el cual fue atajado por Bai Rong. Juntos, el dios y la mortal hicieron retroceder a la fantasma por la fuerza conjunta de sus ataques. En ese momento, dos sombras se materializaron de la nada, haciendo huir a la calamidad.
—Ah, eres tú —dijo Bai Rong, viendo aparecer a Yan Wushi.
Shen Qiao intervino antes de que Yan Wushi dijera nada, dirigiéndose a Mu Qing.
—General, tiene que volver al pueblo lo más pronto posible —dijo.
Solo entonces, Mu Qing recordó que había dejado a Lang QianQiu y a Quan YiZhen haciéndose cargo de todo en el pueblo. El dios desapareció rápidamente, dirigiéndose a toda velocidad hacia la aldea de Xuandu, y al llegar se encontró con Feng Xin y Pei Ming; el primero sostenía a un inconsciente Quan YiZhen mientras que el segundo intentaba contener a un enloquecido Lang QianQiu.
—¿Dónde mierda estabas? —increpó Feng Xin a Mu Qing cuando éste apareció.
—Arriba, en el monte —respondió Mu Qing—. Creo que esto era una trampa.
—Tenemos que llevarlos a la corte celestial —dijo Pei Ming, atrapando finalmente a Lang QianQiu—. Los oficiales médicos están listos para recibirlos.Mu Qing tuvo un mal presentimiento al respecto, pero al final no tuvo más opción que acompañarlos a la corte celestial.
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Calamidad disfrazada de amor
FanfictionUna importante consigna del cielo dicta que los dioses no pueden enamorarse de mortales, ya que una relación así atraería a ambos hacia la desgracia. Sin embargo, y aún siendo consciente de esto, Mu Qing no puede dejar de pensar en la extraña mortal...