15.- No trates de negar lo que sientes

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Sucedió en cuestión de segundos.

En un momento, Feng Kuang se encontraba en un punto seguro; y al momento siguiente había salido disparada fuera por la fuerza de un ataque de loto, aún con el cuerpo del emperador celestial bajo su poder. 

—Cariño mío, debemos dejar de encontrarnos así.

Bai Rong se situó junto a Mu Qing, aterrizando con ligereza. Sus ojos se dirigieron hacia Feng Kuang y ladeó la cabeza con curiosidad.

—Tú me eres familiar. 

—Es mi amigo —se apresuró a aclarar Mu Qing—. Está siendo poseído. 

—Ya veo. Es tan lamentable que debe usar otro cuerpo para poder pelear.

A pesar de lo precario de la situación, Mu Qing sonrió. Las palabras de Bai Rong hicieron enfurecer a Feng Kuang, que se lanzó contra ella casi al instante.

—¿Ustedes no se están relajando demasiado? —inquirió, luchando contra la maestra marcial—. ¡Soy el emperador celestial ahora!

—El emperador celestial ni siquiera quería el cargo, para empezar —dijo Mu Qing.

Feng Kuang chasqueó la lengua con desdén, sin prestar demasiada atención al dios. En su lugar, al darse cuenta de que intentaba hacerla enfurecer para distraerla, decidió devolverle la jugada. 

—No creo que seas el más indicado para decir nada —dijo—. Quieres a esta mujer y te niegas a aceptarlo. 

Mu Qing no mordió el anzuelo, y sin decir nada, se abalanzó en su contra. Sin embargo, fue cuestión de tiempo para que Feng Kuang lograra usar su propia fuerza vital para alimentar el poder espiritual de Xie Lian, logrando así obtener acceso a su fuerza divina.

—Esto no es bueno —dijo el dios—. No hay forma de que alguien pueda hacerle frente así.

—Oh, yo sé de alguien —dijo Bai Rong—. De hecho, son dos personas.

Como si eso fuera la señal que esperaban, Shen Qiao y Yan Wushi aparecieron de repente, haciendo frente a Feng Kuang. Por su parte, Bai Rong se acercó a Mu Qing y dijo:

—Espero que tengas un plan.

—Puedo sellar a Feng Kuang en el fondo del barranco —dijo Mu Qing—. Pero necesito primero separarla del cuerpo de Xie Lian y solo tú puedes hacerlo. Yo…

—Cuentas conmigo, corazón —dijo Bai Rong—. Pero después de esto, tú y yo tendremos que hablar seriamente. 

Mu Qing asintió sin decir nada más. Ella tenía razón, al igual que Feng Kuang, pero aún no era momento para enfrentar tal situación. Ambos se unieron a la batalla, Bai Rong se abrió paso entre Yan Wushi y Shen Qiao, logrando llegar hasta Feng Kuang, y con un golpe certero en el pecho logró expulsar a la calamidad del cuerpo del dios. 

Fue entonces que Mu Qing tomó el relevo nuevamente.

Calamidad disfrazada de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora