12.- Por causa de nuestro pueblo y nuestra tierra próspera

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Mei Nian Qing lideraba el paso entre la gente de la corte celestial mientras guiaba a Feng Xin y Pei Ming hacia el palacio médico.

—Maestro —llamó Mu Qing, tratando de llamar la atención del sacerdote, pero éste ya se había ido.

Xie Lian se acercó, y Mu Qing aprovechó la situación para ponerlo al corriente de lo sucedido en Xuandu.

—Si era una trampa, lo más probable es que esa señorita fuera el objetivo, junto contigo —especuló Xie Lian con gesto pensativo—. La cuestión sería averiguar por qué.
—Creo que eso es bastante obvio —dijo Mu Qing—. Ambos somos inmunes a su toque de locura.
—¿Y cómo obtuvieron esa inmunidad? ¿Por qué Feng Kuang ve eso como un problema?
—Tal vez sea un impedimento para sus planes. La cuestión es saber qué planea hacer.

Mei Nian Qing había regresado al lado de sus discípulos, e hizo una seña para que ambos lo siguieran; los tres entraron a un palacio secundario y una vez estuvieron dentro, el sacerdote selló la estancia para que nadie los oyera discutir.

—Feng Kuang busca destruir el mundo para rediseñarlo a su imagen y semejanza —dijo Mei Nian Qing con gesto grave. El hombre sujetó el puente de su nariz con los dedos y cerró los ojos, añadiendo—. Ella emergió del deseo más antiguo de Jun Wu, de arrasar con los tres reinos y crear uno solo, que lo veneraría como su única deidad. Para eso, Feng Kuang necesita infectar a todo ser vivo y fantasma en la demencia.
—Por eso que haya personas inmunes a ella es una molestia —dijo Xie Lian—. No puede permitir que nadie se aferre a su cordura.
—Y por eso quiso arrastrarme a una emboscada —dijo Mu Qing.
—Dame tu mano —ordenó Mei Nian Qing.

Mu Qing obedeció y el Guoshi puso dos dedos subre su muñeca, siguiendo la energía de sus meridianos. Al cabo de unos minutos, retiró la mano con el ceño fruncido y un gesto de desagrado mezclado con extrañeza.

—Feng Kuang te envenenó —dijo—. Se supone que tu sangre se intoxicaría y se estancaría, pero alguien usó ese mismo veneno para crear una matriz demoníaca que terminó por suprimirlo.
—¿Una matriz demoníaca?
—Quien lo haya hecho, es una persona muy experta en venenos y, sinceramente, no me gustaría hacerlo enojar.

Mu Qing sonrió levemente pensando en Bai Rong con creciente admiración. Eso, sin embargo, se convirtió en alarma cuando comprendió el porqué Feng Kuang los perseguía a ambos. Ellos dos eran lo único que se interponía en su plan de sumir en caos a los tres reinos y por eso los había llevado a aquella trampa en el monte Xuandu. Su objetivo era atraparlos a ambos y conducirlos a la muerte. Un estruendo proveniente de afuera llamó la atención de los tres hombres, Mei Nian Qing retiró el sello con preocupación y salieron del palacio para encontrar la Gran Avenida Marcial hecha un caos: la mayoría de los oficiales celestiales corrían despavoridos, algunos se convulsionaban en el suelo y otros estaban sumidos en un éxtasis enloquecido.

Y en el centro de todo, se encontraba Lang QianQiu con una expresión de satisfacción impropia de él. Cuando volteó, Mei Nian Qing se dio cuenta de lo que sucedía.

—Feng Kuang lo ha poseído —dijo—. Le hemos abierto la puerta al cielo.

Calamidad disfrazada de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora