Mu Qing flotaba en el vacío, atrapado por dos fuerzas que deseaban atraerlo.
Por un lado, sentía la presión de Feng Kuang, cuyos zarcillos brotaban de su pecho dispuestos a arrastrarlo al fondo. Por el otro, para su sorpresa, notaba como Bai Rong se aferraba a su mano, mientras se sujetaba del borde del barranco para evitar caer.
—¿Creíste que iba a dejarte ir? —dijo la mujer.
Mu Qing estaba conmovido. No creyó que alguien pudiera aferrarse a él de esa manera, tal como ella lo estaba haciendo, aún a costa de su propia vida. Por un segundo, consideró aferrarse a ella del mismo modo, deseaba sostenerla y no soltarla nunca… pero aún tenía algo que hacer. Bai Rong debió darse cuenta de algo en su mirada, porque sostuvo su mano con más fuerza y dijo:
—Ni creas que voy a dejarte. Saldremos de ésta.
La presión de los zarcillos aumentó, jalando con más fuerza, amenazando con arrastrarlos a ambos al fondo. Bai Rong perdió su agarre, pero en ese momento Shen Qiao logró sujetarla. Mu Qing suspiró, su lado práctico finalmente se impuso a sus deseos y dijo:
—Suéltame.
—No, ni lo pienses —dijo Bai Rong—. No voy a dejarte ir.
—Tienes que hacerlo. Ninguno de los tres seguirá soportando la presión.Bai Rong sintió una punzada en el pecho al escucharlo. Sabía que él tenía razón, pero se negaba a aceptarlo. El agarre de los zarcillos se afianzó, jalando con más fuerza, arrastrándolos a los tres, de tal modo que si Xie Lian no hubiera corrido para sujetar a Shen Qiao, habrían terminado en el fondo.
—RuoYe —llamó Xie Lian.
—No llegará tan lejos —dijo Mu Qing.La seda blanca se enroscó en una saliente sólida como punto de anclaje y salió disparada, envolviendo a Xie Lian, Shen Qiao y Bai Rong; pero se detuvo bruscamente al llegar a Mu Qing. Se había extendido hasta alcanzar su límite.
—Suéltame —repitió el dios, con tristeza.
Esta, probablemente, podría ser la última vez que se vieran; así que Bai Rong decidió preguntar a sabiendas de que no era el momento adecuado:
—¿Tú me quieres?
—Te quiero —respondió Mu Qing con sinceridad—. Te quiero tanto, que prefiero alejarme de ti que verte sumida en la desgracia junto a mí.Bai Rong comenzó a llorar. Finalmente, la presión de abajo fue superior a sus fuerzas conjuntas, y Mu Qing terminó cayendo al fondo del abismo. RuoYe comenzó a enroscarse llevando a las tres personas restantes a una superficie segura. Bai Rong corrió hacia el barranco y se asomó al fondo.
—¡Voy a rezar por que vuelvas a mi lado! —gritó—. ¿Me oíste, Mu Qing? ¡Voy a insistir a los cielos así tenga que pasar por todos tus templos!
Tras decir esto, rompió a llorar desgarradoramente. Shen Qiao se acercó a ella para ofrecerle consuelo, mientras que Xie Lian se acercó lentamente, sin aceptar del todo la pérdida de su amigo.
ESTÁS LEYENDO
Calamidad disfrazada de amor
FanfictionUna importante consigna del cielo dicta que los dioses no pueden enamorarse de mortales, ya que una relación así atraería a ambos hacia la desgracia. Sin embargo, y aún siendo consciente de esto, Mu Qing no puede dejar de pensar en la extraña mortal...