13.- Sueños sobre maldiciones y bestias

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Feng Kuang, en el cuerpo de Lang QianQiu, observó a Mei Nian Qing con la superioridad de alguien que ha sobrepasado a su adversario.

—Al final, tus precauciones fueron inútiles, Goushi —dijo.

—No mientras haya alguien inmune a tí —dijo Mei Nian Qing.

El rostro de Lang QianQiu se contorsionó en una mueca de rabia y dijo:

—Voy a usar tus huesos para crear mi trono.

La calamidad en el cuerpo del dios se abalanzó contra el sacerdote, quien retrocedió de un salto para apartarse de ella. Fue en ese momento que Mu Qing se interpuso golpeando a Lang QianQiu en el pecho con el canto de la mano, con lo que logró expulsar a Feng Kuang de su cuerpo; el dios cayó al suelo inconsciente y la calamidad se volvió sólida. Mu Qing no le dio tiempo a recuperarse del impacto, sino que atacó nuevamente para atraer su atención y evitar que tomara posesión de alguien más. Los ojos de Feng Kuang brillaban con una furia homicida conforme el enfrentamiento se hacía más intenso hasta que, inesperadamente, Mu Qing se hizo a un lado...

Solo para que su nuevo atacante fuera Hua Cheng.

—¿Pero qué demonios? —exclamó Feng Kuang.

Esta era una estratagema apresurada de Xie Lian, recordando que el único con el poder de enfrentar a Jun Wu había sido Hua Cheng, por lo que él podría enfrentar a Feng Kuang con mayor facilidad. Tanto Feng Xin como Mu Qing habían estado de acuerdo, por lo que el primero se encargó de contener a los oficiales enloquecidos mientras el otro distraía a la calamidad de la locura. Mu Qing dirigió la mirada a Hua Cheng y solo dijo:

—No dejes que te toque.

Hua Cheng asintió levemente sin voltear a verlo, su mano se dirigió a su cimitarra y dijo, sujetando la empuñadura:

—E-Ming, mantente concentrado.

Feng Kuang sostenía una espada de carne y hueso, creada a partir de los restos de una marioneta fallida. Mientras los dioses restantes intentaban contener el pandemonio que se había hecho, las dos calamidades se batieron a duelo en una pelea que sacudió los cielos terriblemente. Para Feng Kuang, enfrentar a Hua Cheng era aún más fastidioso que enfrentar a Mu Qing: el fantasma se movía rápidamente, jugando con ilusiones para evitar su contacto. Esto la enfureció, ¡quién juega con ilusiones era ella! ¿Quién se creía él para intentar usar sus trucos en su contra?

Bueno, si quería fastidiarla ese era un juego que dos podían jugar.

Feng Kuang dejó que la cimitarra de Hua Cheng la atravesara, momento que aprovechó para desvanecerse en el aire. A pesar de su aparente victoria, Hua Cheng no bajó la guardia y miró alrededor tratando de encontrarla. No fue hasta que escuchó una risa burlona que se dio cuenta de lo que había pasado; el ojo de E-Ming giró desorbitado mostrando su enojo y el fantasma apretó los puños con rabia.

—¿Cómo te atreves, basura inútil? —siseó con furia.

Feng Kuang, en el cuerpo de Xie Lian, se echó a reír haciendo un aspaviento con la mano.

—No serás capaz de hacerle daño a tu persona amada aunque eso salve su vida, ¿verdad? —dijo.

El rostro de Hua Cheng mostró disgusto, pero aún así replicó con aplomo:

—Yo no, pero alguien más sí.

Feng Xin lanzó una flecha que Feng Kuang atrapó con rapìdez; al mismo tiempo, Mu Qing se lanzó contra ella golpeando a Xie Lian del mismo modo en que lo hizo con Lang QianQiu, solo que en esta ocasión tomó algo del cuerpo de su amigo antes de que la calamidad lo sujetara.

—No creerás que puedes usar el mismo truco dos veces, ¿verdad? —se burló.

—Solo necesitaba recuperar algo —dijo Mu Qing, dándole un empujón a Feng Kuang para soltarse de su agarre.

Feng Kuang salió corriendo, exclamando:

—¡Solo hay una persona ahora que puede expulsarme y voy a matarla ahora!

—No hay forma en que permita eso —dijo Mu Qing, corriendo en el momento que Feng Kuang salía del cielo.

Hua Cheng y Feng Xin corrieron tras él. Antes de seguir su camino, Mu Qing se detuvo extendiendo la mano hacia Hua Cheng como si quisiera golpearlo, pero en realidad dejó algo en su pecho que la calamidad tomó con un gesto de duda. Su ojo se amplió de golpe al ver que tenía el anillo con sus cenizas en sus manos y frunció el ceño, reanudando la carrera. Así, los tres llegaron al reino mortal.

Calamidad disfrazada de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora