Capítulo 5

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La mañana pasó muy lenta. Yo me daba vueltas de a ratos para verlo a James, que estaba al final del aula. Él estaba muy tranquilo. Yo, en cambio, sentía que algo podía pasar. En una de esas, me di vuelta y él me miró, levantó una ceja e hice como que estaba mirando atrás suyo. Bajó la cabeza, y siguió escribiendo. Yo, por mi parte, me di vuelta en mi asiento. Suspiré.

-          Oye. – La miré - ¿Te encuentras bien? – La profesora Mint estaba escribiendo algo, y estaba demasiado vieja como para escuchar susurros. Tenía anteojos con una cuerda para ponerse al cuello sin que se caiga celeste y el pelo carré con flequillo marrón con algunas partes entrecanas. Estábamos en Literatura.

-          Sí. No te preocupes.

-          ¿Estás segura?

-          Más que segura.

-           ¿Aún sigues pensando en...? – Señaló con la cabeza al fondo.

-          Sí. – dije, y un extraño escalofríos me recorrió el cuerpo de pies a cabeza. – Presiento que algo va a pasar. – Ella me miró extrañada.

-          ¿Lo ves? Esto te pasa por escribir demasiada literatura fantástica. – Sonreí.

-          ¡No metas a mi literatura en esto! Es obra de la intuición femenina – dije, dándome aires y corriéndome para atrás el cabello con una mano.

-          Si tú lo dices... - Escuché que por lo bajo me decía loca, dije ¡oye! y la golpeé mientras nos reíamos fuerte.

-          Señoritas – dijo la profesora Mint. Nos callamos al unísono. - ¿Ya terminaron su lectura? – Estábamos leyendo Macbeth, obra de Shakespeare que yo había leído el verano pasado. Asentimos las dos. No estaba segura si Emma lo había leído o no, pero decidí no delatarla. – Bien. Hagan silencio.

Al salir de clases, James pasó por enfrente de mí con su mochila. Tuve que frenar para no chocarme con él.

En el horario de almuerzo, sentí que alguien me miraba. Me di vuelta, y él me miraba fijamente. Miró  para abajo y siguió almorzando con su amigo, Matt. Carly se sentó con nosotras, y me dijo:

-          Hoy James está muy raro. – La miré.

-          ¿Por qué?

-          No lo sé. – Lo miró. – Es que él... no suele ser tan callado. – Y era cierto. James era el que más participaba en clases. Además, todo el mundo lo notaba muy nervioso. Eso me ponía nerviosa a mí. Dios. Detente.

-          Pues, no todo el mundo sonríe todo el tiempo. Todos tenemos nuestros momentos de alegría, de tristeza y... - tragué saliva – de nervios.

-          Sí, ya lo sé. – Siguió mirándolo – Pero es que en serio se lo nota diferente.

-          ¿Por qué te preocupa tanto? – dijo Emma, un tanto alarmada. Juro que si ella no lo decía, lo decía yo. Lo iba a decir yo. Borré esa posibilidad en mi mente. Carly, por su parte, se puso roja y dejó de mirarlo. Balbuceó un par de palabras por lo bajo hasta quedarse callada y más roja que la vez anterior. Me molestó un poco, y me odié por sentir eso.

A la tarde, luego de salir de Inglés, él estaba parado allí, al fondo. Justo como en mi sueño. Tragué saliva. Él me miraba, pero no sonreía. No sonreía en absoluto. Noté cómo se le tensaban los músculos. Suspiré, y caminé hacia él con paso no tan seguro.

-          ¿Sucede algo?  - dije, con el corazón en la boca. Se mordió el labio inferior mientras sostenía con una mano la mochila en sus espaldas y miraba para abajo. Levantó la mirada.

-          Tenemos que hablar. – Casi me desmayo.

-          Sí – dije, con un hilo de voz. - ¿Qué sucede? – Suspiró él, y cerró los ojos. Mi estómago me hacía daño gracias a los nervios.

-          Ven conmigo al patio. – Dijo, al abrir sus ojos marrones.

Caminamos en silencio, cada uno con su mochila en las espaldas. Estaba muy nerviosa. Las manos me sudaban, y seguía teniendo esa tensión en el estómago. Me ordené que me relaje, pero fue en vano.

Cuando llegamos al patio y verificamos que no había nadie, nos pusimos frente a frente, pero nadie habló. Oía a los pájaros cantando sobre un cielo totalmente cubierto de nubes blancas. Mi sueño. Demonios, es mi sueño.

-          Es... difícil. – dijo, sonriendo un poco. Me transmitió sus nervios aún más y sonreí un poco a mi pesar.

-          Tengo tiempo. – dije. Justo como en mis sueños. Carraspeó.

-          Mi familia... - tragó saliva. – Es... algo rara. – Se pasó una mano por la parte de atrás de la cabeza. Fruncí el ceño y él lo notó. – Es que... hace mucho que no llevo a nadie a casa y... bueno. – Hizo una pausa. Abrí grande los ojos y el lanzó una risotada. Nunca lo había escuchado. O por lo menos, no iba dirigida a mí. Esa risa calmó un poco mis nervios, haciendo que sonría y a él también pareció alivianarle un poco el peso del estómago. – No voy a pedirte que seas... O sea, sí, pero no. – Fruncí el ceño, totalmente desconcertada. Suspiró y largó. - ¿Quieres fingir ser mi novia?

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora