Capítulo 17

96 7 0
                                    

- Hola – dijo James, sentándose en una silla que estaba en frente de mí. – Oye, lo que pasó el otro día... ya sabes, cómo te contesté y lo que hice...

- Estabas enojado. Y lo entiendo – me arreglé el pelo y lo coloqué sobre mi oreja izquierda.

- Entonces... ¿me perdonas? Digo, ahora que sabes la verdad...

- Lo he estado pensando mucho, James. Soy mujer, ya sabes cómo somos en realidad – sonrió apenas. – Al principio, no quise. Luego me enteré de la verdad, me confundí... la verdad es que no sé qué hacer – reí sin gracia. Me observó, algo triste.

- Te he dicho la verdad, Phoebe.

- Lo sé – dije, algo enojada. – Y creo que Shailene es una idiota – suspiré. – Aun así...

- No sabes qué hacer – dijo, recostándose sobre el asiento y mirándome con desaprobación – se levantó de su asiento, y se volvió. Hizo como que iba a decir algo varias veces. Luego, se decidió a decírmelo de una vez - ¿Vas al Torneo de mi prima?

- Sí, por supuesto que iré.

- ¿Quieres... ir conmigo o...? – dijo, algo dubitativo.

- Lo siento, James. Mi amigo Dylan vino de Ohio y me va a acompañar.

- Oh... en ese caso, nos veremos allí.

- Sí. Eso creo – hizo una mueca con la cabeza y se alejó, abatido.

- ¡¿QUE HICISTE QUÉ!?

Estábamos en casa de Sharon. Habíamos puesto bolsas de dormir en el suelo, y había miles de millones de almohadones esparcidos por el suelo. Mi bolsa era violeta, la de Sharon era verde y la de Emma era roja. A nuestra derecha, había una gran mesa llena con pizza y refresco. Además, había una televisión plasma en la que se leía claramente Netflix. Las paredes estaban recubiertas con cuadros con diferentes temáticas. Por ejemplo, en una de ellas se veía a una bailarina de ballet, y en otra se veía a la familia de Sharon: al padre, la madre, las tres hermanas y a ella, sonriendo. La habitación en la que estábamos era el comedor, y daba al patio, en donde había una piscina enorme que se iluminaba con distintos colores (verde, azul, violeta, naranja, amarillo, rojo, púrpura, lila) que iban alternando de vez en cuando.

- ¡Phoebe, no puedes hacerle esto a James! ¡Ha llorado por ti! ¿Lo sabías? – Emma se veía claramente disgustada por lo que acababa de hacer. Ella era la prima, y de veras lo cuidaba como si valiera oro.

- Emma, relájate – dijo Sharon. – Ella sabe perfectamente por qué lo hizo.

- Sí. Porque es una idiota – me miraba amenazadoramente, con los brazos como jarra.

- ¡Oye, no te pases! Sé que lo que hizo quizás esté un poco mal...

- ¡¿Un poco!? – dijo, exasperada. - ¿¡UN POCO!? – volvió a repetir.

- ¿Qué harías tú si estuvieras confundida? ¿Qué harías si pensaría que esa nota era solo un engaño para que él...?

No me dejó terminar. Esa fue la gota que colmó el vaso. Emma, furiosa, se abalanzó hacia mí, pero Sharon la sostuvo a tiempo.

- ¡BASTA! – gritó.

- ¿Qué está pasando aquí? – bramó la madre de Sharon.

- Nada... es sólo... una pequeña pelea.

- ¿Pequeña? – dijo Emma.

- ¡Ya basta de repetir lo que ella dice, Emma! – dijo Sharon.

- Sí, es suficiente.

- ¡Y tú deja de hacerte la víctima!

- Ah, ¿ahora la defiendes a ella? – dije, indignada.

- NIÑAS, BASTA – dijo Donna. - ¿Por qué no se sientan – nos tendió dos almohadones en el piso – y lo hablamos entre todas?

Suspiré, e hice lo que me decía. Emma se contuvo un momento hasta que se decidió por hacerle caso pero, a su vez, cuando lo hizo se cruzó de brazos y miró hacia otra parte.

- Bien. Ahora, Phoebe – la miré – necesito que me cuentes qué ha sucedido.

- James, su primo, me ha pedido que sea su novia, pero con la condición de que nos tratemos normal en el colegio. Luego, se metió una compañera, Shailene, y arruinó las cosas cuando nos pusieron juntos en un Trabajo Práctico. Ella, cuando no veíamos nada, drogó a James y lo besó. Me puse furiosa porque pensé que me "estaba engañando" de cierta forma, y decidí no creerle. Al tiempo me da una nota en el casillero diciéndome que era mentira, que jamás me haría daño. Me confundí demasiado, y preferí no perdonarle.

Emma, que me había estado escuchando cada palabra que estaba diciendo, levantó una mano, como pidiendo permiso para hablar.

- ¿Sí, Emma? – dijo Donna.

- Se está olvidando de algo muy importante. James le dio una prueba de que lo que había dicho era cierto y Phoebe, como es debido – pronunció esas palabras con rudeza – en un momento pensó en acuchillar a Shailene y perdonar a James.

Me acordé del frasco de píldoras. El maldito frasco de píldoras. El director luego me llamó aparte para preguntarme qué demonios eran, y tuve que explicarle que me confundí con pastillas para el dolor de cabeza. Por supuesto, no me creyó para nada, y decidió llamar a mis padres. Ellos, furiosos, me llevaron aparte y les dije la verdad, mostrándoles la nota. Me creyeron, pero casi me matan.

- ¿De veras piensas que James es capaz de hacer algo así? – dijo, con lágrimas en los ojos.

- No, claro que no – me levanté y la abracé. Ella no opuso resistencia, pero tampoco me abrazó. – Lo siento mucho, Emma.

- Eso deberías decirle a él, no a mí – dijo, con voz surcada por el dolor. Me separé. – Estaba confundida. Todo pasó demasiado rápido.

- Llámalo – me tendió su teléfono.

- ¿Qué?

- Llámalo – me presionó. – Si lo que dices es cierto, quiero oírte decírselo.

No me quedaba otra. Saqué el móvil de su mano, y marqué su número. Una parte de mí quería obedecer, decirle que lo que había dicho era cierto. Otra parte, sin embargo, me pedía que huyera de la casa de los Matthews y que no volviera.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora