CAPITULO II

28 3 0
                                    

Buena idea fue haber provocado que me dieran un tiro en la frente, lo único que no comprendo es cómo puedo estar pensando esto si me dispararon. ¿No debería estar tumbado en el suelo, con un agujero en medio de los ojos y viendo a la nada? En vez de eso, me encuentro sentado es esa silla... vivo. Toco frenéticamente mi cabeza en busca de algún agujero, pero no encuentro nada. Ni un rasguño. ¿Habrá fallado el tiro? No. Yo sentí como impactaba la bala en mi cara y hasta me empujo un poco el cuello hacía atrás. También siento una jaqueca justo en el punto donde debería haberme disparado el gordinflón del Sr. Uno.

-Bien. Veo que ya te calmaste un poco- dijo él despertándome del trance de confusión que tenía. --Ahora si eres tan amable de decirme tu nombre...- hizo un ademan para que le ayudará a llenar el formulario.

-Joan... mi nombre es Joan. - dije atemorizado y sorprendido ante el acto sobrenatural que acababa de vivir.

-Lo era, pero si te sirve de consuelo... se nos hace más fácil identificarte por tu antiguo nombre. - el Sr. Uno se puso a escribir sobre el papel nuevamente, llenando espacios en blanco como si supiera todas las respuestas de un examen de mi vida.

-Perdona... pero...- me tiembla la voz de solo pensar que fuera a dispararme de nuevo y tenía el presentimiento de que no sobreviviría a otro tiro.

Él volteo a verme con el rostro como cuando lo encontré y abrió la boca para hablar: -Preguntas al final, ya habrá tiempo para eso. Con el tiro que te di habrás recordado lo suficiente para llenar el formulario y después te responderé las dudas que tengas solo si éstas están dentro de lo que tengo permitido revelarte en tu primer día.- termino de decir con toda seguridad, como si lo hubiese dicho miles de veces.

¿A qué se refería con mi primer? ¿Acaso era una entrevista de trabajo y me había drogado yo anoche? ¿He estado quedando como un lunático frente a estas personas pensando que estoy cuerdo cuando realmente estoy alucinando? Eso explicaría muchas de las cosas que me están sucediendo ahora. No, hasta donde yo sepa no soy un adicto... ¿Pero qué tanto sé de mí mismo? Acabo de recordar mi nombre y sólo porque él me disparó. Me llamo Joan pero no estoy seguro de cuál es mi apellido, o quienes sean mis padres, si estoy casado o si tengo familia.

- ¿Te vas a quedar con esa cara toda la eternidad o qué? Tengo prisa, hay muchos en espera de les responda las mismas preguntas. - otra vez esa actitud misteriosa que tanto me aterraba de este sujeto.

- ¿Qué quiere saber de mí?- dije colocándome mejor sobre mi silla.

-En realidad sé mucho, por el simple hecho de estar aquí puedo decir que pasaste el Limbo y estas bautizado-.- volvió a escribir sobre el formulario y arrugué el rostro, el recuerdo de un sacerdote católico derramando agua sobre mi cabeza... pero es imposible que recuerde eso, sólo tenía 6 meses de nacido.

-Si... recuerdo eso. - dije no muy seguro de cómo funcionaba nuestro trato. ¿Él me dispara y me pregunta cosas? Me parecía que estaba en desventaja y ocupaba ganar tiempo hasta conseguir lo que quería.

Sr. Uno puso los ojos en blanco como si hubiera dicho algo demasiado obvio para él: -Sigamos, deberías recordar algo acerca de tu vida. ¿Nacionalidad, tu edad, de tu trabajo?- enseguida hizo el mismo gesto con la mano para que continuara hablando.

-Soy mexicano...- me apresuré diciendo - No recuerdo el nombre completo ni donde vivo, creo que tengo como 25 años... ¿a qué va todo esto?-pregunte de improviso, tal vez si presiono un poco podrá soltar algo.

-No hace falta que te diga lo que va a pasar aquí si sigues haciendo preguntas antes de tiempo, ¿o sí?-dijo levantando el revólver con su mano desocupada mientras me veía de reojo.

Asentí lentamente.

-Más te vale. ¿Sabes qué? Olvidémonos del papeleo, nunca me gustó hacerlo de todas formas. Llevo miles de años haciendo esto y de todas formas iras recordando todo en las Cámaras de Castigo, por lo que es...- me asuste al oír la referencia a esas cámaras que me eche encima del escritorio y tomé el arma con ambas manos apuntando directo al Sr. Uno que seguía hablando -Yo que tú no haría eso, si intentas matarme tu sentirás el doble del dolor sin que recuperes ningún recuerdo. -

- ¿Ah sí? ¿Qué regla es esa? ¿La #1? ¿#45? Dígame qué es lo que está pasando en esté lugar, dónde estoy, quién me trajo aquí y si me disparó cómo estoy vivo...- el Sr. Uno se rió sin que terminara la frase con la misma carcajada de antes de dispararme.

-De veras que me has hecho reír bastante, novato. - dijo limpiándose una lágrima y retomando la calma -Sólo por eso te diré gratis lo que tanto añoras saber.- hizo otra pausa mientras juntaba ambas manos como si fuera a hacer una plegaria y luego me señala con ellas -El hecho, Joan, mi amigo... es que estás muerto. Por eso la bala no te afectó, no se puede matar a algo que no está vivo...-

Disparé. Estaba harto de sus juegos y estaba decidido a averiguar que pasaba por las buenas o por las malas. Al instante en que visualicé como entraba la bala en el cuerpo del gordo fétido del Sr. Uno, mi hombro derecho fue lanzado bruscamente hacia atrás y note como la sangre salía salpicando en el aire. Caí de espaldas, grite de agonía y apreté mi hombro con mi mano izquierda sin soltar la pistola con la otra. Y en mi mente volvían las palabras del sujeto frente a mí con una sonrisa en el rostro.

-Te lo dije, no puedes hacerme daño porque tú sentirás en doble de lo que yo habría de sentir con ese disparo. Lo siento mi amigo, son las reglas del local.- repitió la rutina de golpear el escritorio con la mano mientras soltaba una carcajada frente a mi mientras sentía como me desangraba.

-Dijiste...- logré decir entre el dolor del hombro y la frustración de estar nuevamente en desventaja. -Me dijiste que no recordaría nada si te disparaba, ¿por qué iba a hacerlo si tú lo hacías conmigo? ¿De qué están hechas las balas?-la última pregunta era la más importante y no me gustaba la respuesta que tenía en la cabeza- ¿R... realmente... estoy...?-

-Muerto, sí. Enterrado, fallecido, un alma en pena que abandonó su cuerpo después de haber tenido un accidente o cualquier forma estúpida de la cual haya pasado pero eso es algo que no puedes cambiar. - Respondió con toda naturalidad -Las balas son como las de tu mundo, no tienen nada en especial. Y para que entiendas lo de poder recordar a base del dolor físico, vas a tener que calmarte y aceptar todo lo que diga por cada vez que intento responderte la cagas todavía más. ¿De acuerdo?-

No era el mejor trato del mundo pero era lo que quería, despego la mano de mi brazo y se comprobó lo que no quería que fuera cierto... nuevamente, no había agujero de bala. La sangre que vi cuando le disparé al Sr. Uno debió ser de mi imaginación pues el suelo seguía tan blanco como siempre. Asiento con la cabeza torpemente, tomando en cuenta todo lo que había escuchado y me regaño mentalmente por actuar de forma tan descuidada.

-Perfecto, creo que podemos empezar. Pero antes, ¿una última pregunta?- pareciera que disfrutara dejarme con la duda o si estuviera aplazándolo solo para saber cómo responderme sin tener que preguntarle más cosas.

-Hablaste de forma muy extraña hace un minuto... acerca de que las balas de tu revólver. -Dije conteniendo mi ansiedad de volver a explotar una oleada de cuestiones pero me concentre en la más importante - ¿A qué te refieres con "de tu mundo"?-y sinceramente, me arrepentí de haber escuchado las palabras que salieron de la boca del Sr. Uno.

-Me refería a que, como estás muerto, tu alma tenía que parar en algún. Y te llevaste el boleto grande, amigo mío. ¡Bienvenido al Infierno!-

El MerecedorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora