CAPITULO IX

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—Joan, Joan... niño, es mejor que despiertes. — decía Lucius empujando mi hombro contra la pared.

No tenía idea de cuando se había acabado la fiesta de anoche... si es que hay días en el Infierno. Tampoco estoy seguro si me dormí poco después de hablar con mi nuevo conocido, Josh O'Reilly. Tal parece que la cruda es uno de las cosas que nunca van a cambiar aun estando muerto. Tan solo el intentar abrir los ojos para ver de frente a Lucius fue un martirio para mi cabeza, lo peor es que no recordaré nada con ésta jaqueca del demonio que tengo.

—Ay... Dios mío. No tengo nada que hacer más que pudrirme aquí, déjame dormir un poco más... hasta empezaba a olvidar que estaba muerto...— dije apenas sin vomitar sobre mi ropa mal cuidada.

—Mira, todos nos estamos levantando. Sé que no es exactamente un parque de diversiones, pero quien sabe que cosas te hagan los pecadores si les das una oportunidad. Por eso rondamos entre la gente, no solo es por aburrimiento, es para salvar nuestro pellejo. — me ayudó a levantarme con su fuerza casi sobre humana y me apoyó sobre la pared.

—Como sea... carajo, tampoco tienen aspirinas aquí, ¿no es así? —sostengo mi cabeza con mi mano derecha mientras que la otra amortigua mi ácido estomacal.

—Descuida, como acabas de morir, tu subconsciente ni siquiera se ha dado cuenta de que ya no necesitas medicamentos y...— Lucius seguía hablando pero sin duda sabía lo que iba a decir.

—"Y después ya no tendré que comer tampoco." — dije casi como si citara un libro —Si, Uno me dio el recorrido guiado, eso ya lo tomé en cuenta... ¿sirven sándwiches aquí? Me apetece uno en este momento, espero que la hora de la cena sea antes de que nos torturen, no quisiera que después de desmayarme en mi última sesión se supiera que vomité en la segunda. — el chiste sonaba aún más amargo que el sabor que tenía en la boca, realmente estaba hambriento y fastidiado por no tener idea alguna de que hacer hasta que mi cuerpo se acostumbre a estar muerto.

El rostro de Lucius no mutó en lo absoluto, supongo que por la experiencia de haber recibido ya a varios novatos a lo largo de los años a la Caja junto con los otros 100 pecadores que habitan aquí. Ya debe de estar acostumbrado a las quejas de los novatos, no quisiera acomplejar más su labor de buen samaritano, pero le podía ver el lado bueno a nada en ese momento.

Él me tomó del brazo, apretándolo con más fuerza que la que creía que mi brazo aguantaría sin romperse. Luego me arrastro hasta el centro de los caminantes dentro de la habitación completamente cuadrada y me soltó sin más que decir.

—Te daré un par de horas para que sepas ubicarte, después veremos que tanto aprendiste de tu primer día. — se volteó sin flexionar ningún musculo facial y después se perdió entre la multitud.

Ahora si temí haberle ofendido, Lucius era mi único amigo confiable aquí dentro y algo me decía que debía poner atención a las instrucciones que me había dejado encargadas... el problema era que no entendí por qué me dejó solo. Un par de indicaciones como "sur, norte, este y oeste" hubieran ayudado un poco. A menos que no hablara de forma literal y me estuviera probando para observar a mí alrededor, conocer mi entorno y saber cómo sobrevivir entre los criminales con los que pasaría una eternidad. Nuevamente, Lucius estaba salvando mi vida y yo seguía menospreciándolo.

Pasaron ya varios minutos y lo único que podía ver eran rostros conocidos de haberlos visto dándose puñetazos y cantando juntos mientras que bebían en el bar la última vez que les vi. Unos barbudos, otros sin vello alguno, había hombres casi tan altos como un gigante y otros que eran casi tan bajos como yo. Era desagradable ver en algunos casos como la desesperación se les hacía presentes en la cara, la tristeza y la soledad... de cierta forma, me dieron lastima. En algún punto de sus vidas pudieron haber sido los hijos de una madre, los mejores estudiantes de la clase, los mejores amigos de otro niño e incluso el esposo y el padre dentro de una familia... No conocía en realidad a ninguna de estas personas, pero pasa por mi mente que Lucius ni yo seamos las únicas buenas personas que cometieron un error y que pagan enormemente por sus pecados. Pero también aprendí algo de estos momentos de reflexión y eso era que...

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