CAPITULO V

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Ya bastantes problemas tenía diferenciando lo que era real de lo que no lo era, pero conocer a la Pereza en persona, aun estando todo el día con él, seguí siendo bastante irreal para mí. He estado tan confundido, desesperado y dando vuelta a las mismas ideas miles de veces desde que desperté la primera vez. Y todas esas emociones fueron reemplazadas por más confusión e intriga al recibir la noticia de que el apestoso y nada amistoso Sr. Uno formaba parte de las personalidades de los 7 pecados capitales de la iglesia cristiana... no era algo que se escucha todos los días.

- ¿Qué? No me digas que te dejé con la boca abierta. ¡Despierta, imbécil! Tenemos que terminar el recorrido y sino sigues empujando mi silla, llamaré a alguien para que te disparé otra vez. - dijo mi buen amigo mientras rascaba su abultada y velluda pansa. Ahora no me cabe duda alguna de tener un pecado capital frente a mí: "llamaré a otra persona para que te disparé porque a me da flojera hacerlo por mí mismo" fue la traducción que vi en el contexto de la frase.

-No termino de entenderlo todo. Me hablas de todas estas cosas y esperas que asimile todo en un instante... es demasiada carga hacerlo tan rápido. - ya no tenía ganas de llorar como antes, el estrés y la angustia seguían presentes pero sabía que debía controlarme o me castigarían metiéndome dentro de una de esas Cámaras de Castigo. Pero sentí como mi estómago se retorcía por dentro y me obliga a tirarme en cuclillas junto a la silla de ruedas por el dolor.

-Vamos, tampoco te fue tan mal. ¿Cómo dice el dicho? "El dolor es mental", ya no estás herido ¿o sí? No vi lo que te pasó allí dentro pero estoy seguro de que tu cabeza recuerda que te apuñalaron con algo y tú te crees que estás en peligro.- Pareciera que lo dijera para hacerme sentir mejor o para que deje de quejarme y volviera a moverlo por el pasillo para desocuparse de su labor -Ya aprenderás a no sentir nada, a olvidar que estabas vivo, incluso ni siquiera notarás que has dejado de comer o dormir en días, porque ya no lo necesitas. -

El recordatorio de estar enterrado en una tumba, no me hace efecto positivo alguno pero me convence lo suficiente para volver a resignarme y obedecer a mi guía. Me levanto por última vez para terminar aquel pasillo interminable. Recordé que todas las ventanas de las habitaciones que observe antes, con el bar, la sala de estar y llenas de lujos, estaban totalmente vacías. Tal vez estaban en otro lugar o los vidrios no me dejen ver a ningún alma hasta terminar de dar el paseo obligatorio. Pero iba a averiguarlo cuando me topé con una rampa que iba hacia abajo, diseñada obviamente para nuestro holgazán favorito, y baje por ella junto con la silla de ruedas. Una oleada de gritos, golpes, sillas estrellándose contra las paredes se presentó en lo que parecía un una plaza común. Cuando hablas de un lugar del infierno, esperas ver a millones de millones de personas de todas las culturas siendo torturadas, pero en su lugar había alrededor de solo 100 personas, todas en una revuelta como si la última rebanada de pizza hubiera desaparecido.

-Hasta aquí llegamos tú y yo, Joan. Será mejor que conozcas a tus nuevos compañeros con los que pasaran el resto de la eternidad, más vale llevarte bien con ellos, Algunos sólo ladran... otros muerden. - dijo moviendo las ruedas a sus lados con sus brazos mantecudos y dando media vuelta hacía la rampa.

-Uno, no puedes dejarme aquí. Podrían hacerme daño... sé que estoy muerto pero estos hombres están haciendo un motín y es muy peligroso. - reclamé asustado hacia el pasillo que empezaba a desvanecerse ante mis ojos.

-Chico, yo ya terminé aquí. Arréglatelas tu sólo... me da demasiada weba ayudar a enclenques como tú en su primer día. - y se esfumo en el aire con azul del pasillo donde le estuve remolcando como camión de carga y solté un grite liberando la ansiedad que tenía guardada desde hace minutos... ¿O Horas? Cuanto tiempo sea el que me haya quedado aquí, ahora nunca saldré.

Me giro ante la revuelta que había cesado y observo que todos y cada uno de los pecadores del Infierno se me quedaba viendo fijamente. Escuche algunas risas lejanas, no presté atención a lo que decían de mi entre sus murmullos. En cambio, mis ojos se quedaron enfocados en un tipo realmente enorme, todo su cuerpo estaba hecho músculos y con cabello tan negro como la noche extendiéndose hasta sus hombros y cubriendo parte de su rostro... el cual parecía tener una mirada asesina observando a su presa. El hombre se acercó lentamente hasta estar frente a mi diminuto cuerpo en comparación con el suyo, supuse que me daría un golpe o alguna otra cosa para demostrar su superioridad. En lugar de eso, me ofreció la mano y habló con un acento que no reconocía del todo.

-Bienvenido al Infierno, novato. Si mal no recuerdo, mi nombre es Lucius. ¿Cuál es el tuyo? -respondí con un apretón de manos de inmediato, mi mano temblaba pero recupere la compostura y me concentre en hablar lo mejor que pudiera sin tartamudear.

-Mi nombre... si mal no recuerdo, es Joan. - La multitud a espaldas del fortachón de Lucius se alzó en gritos de victoria, algunas ovaciones como si estuvieran celebrando un campeonato de la Copa Mundial de Futbol y... -No es cierto... recuerdo algo... ¡después de una jodida vez, tengo memoria! -

Las aclamaciones acabaron tan rápido como la última vez y Lucius pareció ganar curiosidad sobre lo que había dicho. Se agacho hasta la mitas de su altura y seguía pasando por arriba de su cabeza.

-Tienes que conservar la calma, Joan. Si tienes un recuerdo, será mejor no presumirlo frente a todos. - susurro lo suficientemente bajo para que solo yo pueda escucharlo.

-Perdona, es que.... He pasado un día del demonio.... Me conforta que el Sr. Dos haya hecho bien su trabajo, al fin tengo un recuerdo de cuando vivía. - dije con un aire de confianza y seguridad que esperaba y durara un poco más.

La sorpresa era visible no solo en mi nuevo y musculoso amigo, la gente de atrás volvió a murmurar y esta vez identifique algunas palabras entre ellas como "novato", "¿Acaso dijo Sr. Dos?", "Espero que a mí me toque Miss. Tres, está buenísima..."; pero tomé un respiro y exhale con tranquilidad.

-Em... ¿dije algo... malo? - volví a hablar pero con voz temblorosa.

Lucius volvió en sí y me respondió: -Si de verdad te torturó ese maniaco... ¡debiste haber recordado al menos un mes de tu vida! - Me tomó por los hombros y apretó con tanta fuerza que pareciera un exprimidor de limones - Rápido, cuéntame de qué se trata...-

Todos imitaron a Lucius al acercarse a mi como si fuera la persona más interesante del Infierno y hasta me sentí algo vanidoso por ser tan popular.

-Está bien, lo haré, lo haré. Pero suéltame que siento que me asfixió. - una risa fue lo que soltó mi amigable captor sin respuesta sobre sus brazos, si iba a hablar, seguro lo haría frente a él y al resto de mis nuevos compañeros de tormento eterno. -Recordé algo relacionado con el futbol cuando todos vitoreaban por mi nombre... estaba con un niño que sostenía algo parecido a una copa del Mundial... me esforzaba para alcanzarla pero él era más alto que yo... debo de tener como 7 u 8 años y... y....- mi mente quedó en blanco, no quería decepcionar y arruinar mi momento de aceptación en mi nuevo crew pero no tenía nada más que contar.

- ¡No puedes quedarte sin más! - dijo un voz al fondo.

- ¡Cuéntanos que pasó, no te hagas el interesante! - grito otra persona.

-Joan... ¿por qué no nos cuentas nada? - lamento Lucius aflojando su agarre sobre mí, lucia decepcionado y empezó a apartarse de mí. No quería justificar lo que había pasado en la Cámara de torturas porque al instante en que lo dijera volvería a valerme por mi mismo en una vida de sufrimiento vació... pero debía arriesgarme a que eso no pasara. Desgraciadamente... dije la verdad y todos se rieron de mi.

-Yo... me desmaye. -

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