Capitulo VIII

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Es una extraña ironía, que cuando estás vivo, el alcohol te hacía olvidar... pero ahora me hizo recordar.

Un día muy caluroso para que sea primavera, pero usaba unos shorts que me quedaban bastante grande, por suerte tenía un cinturón apretándolo lo suficiente. Había sobre mí una playera deportiva sudada y la sentía cada vez más fría por el viento que me pegaba en la cara. Respiraba velozmente por el cansancio, estuve corriendo durante horas intentando conseguir anotar un gol a una portería improvisada por la distancia entre dos árboles.

Un chico frente a mí, era más alto que yo y tapaba la mitad de la portería con sus brazos extendidos a los lados. No era alguien ni delgado ni muy obeso, con cabello de hongo castaño y cejas casi invisibles. Me encontraba a 10 metros de distancia con el balón entre los pies, pero mi vista no estaba fija sobre el portero... sino en un objeto que estaba a mi costado. Una réplica del trofeo de la Copa del Mundial de Futbol Soccer hecha con plástico y pintada de color dorado, pero emanaba su gloria como si fuera la auténtica.

Retrocedí tres pasos y corrí hacía el balón, lo patee con todas mis fuerzas y ésta salió disparada directo a la portería. El niño que hacía de arquero recibió un balonazo justo en la nariz y cayó al piso, la pelota rebotó en el aire y cayó cerca de la línea que marcaba la portería. Pero empezó a rodar, poco a poco se movió por si sola para acercarse más adentro y por fin se detuvo. Lo había logrado... había anotado. ¡Fue gol!

—¡GOOOOOOOL!— grite con toda la emoción que un niño pudiera tener por el deporte.

Salté con los brazos en alto y corría en círculos, no había nadie más en el parque así que me di el lujo de hacer todas las ridiculeces que se me ocurrían. Mientras me imaginaba estar en un estadio profesional, con la gente volviéndose loca y lanzando confeti al campo, cantando una canción en mi honor... era como sueño hecho realidad. Pero debí haber pensado que a mi oponente no le gustó que le dejara en ridículo.

—No es justo... la pelota me pegó... Vas a ver, menso. — dijo el niño sosteniéndose la nariz mientras sangraba y se acercaba con la otra mano cerrada en un puño.

—No me digas así... — dije perdiendo los ánimos y lo cambie por un enojo lo más parecido a un berrinche.

—Eres solo un baboso... ¿¡por qué me pateaste!?— se queja de nuevo, la nariz le goteaba cada vez más y empecé a creer que le había roto algo, seguía acercándose más con la mirada fija sobre mí.

—Yo no fui... fue accidente... — dije frunciendo el ceño, apunto de llamar a mi mamá para que me defendiera del brabucón que comenzaba a asustarme.

—Lo hiciste porque estás celoso de que mi papá me regaló este balón de futbol y a ti solo te dio ese trofeo feo de plástico...— ahora me di cuenta que este niño debía ser mi hermano mayor, no noto mucho el parecido y además por como hablaba... no nos llevamos muy bien.

—Mi papá si me quiere, y ese no es un trofeo feo... ¡me lo regaló por mi cumpleaños! — era un obsequio muy querido, no estoy seguro del por qué, pero necesitaba que el cariño de mi padre fuera reconocido... tenía que demostrar que él de verdad me quería.

Mi aparente hermano se detuvo frente a mí, se agacho y agarro mi trofeo de juguete por encima de su cabeza. Salté sobre él pero no podía alcanzarlo, estiraba mis brazos hasta que me cansé y mis ojos empezaron a humedecerse.

— ¡Sólo te lo dio por lastima, para que no lo odies porque te dejara con tu mamá!—me gritó cerrando los ojos.

Se me nubló la mente, sentí una ira superior a la de un simple niño... tan grande era que me sorprendió a mí mismo de sentir algo tan salvaje en mi pecho. Apreté la quijada con tanta fuerza que pensé que se me rompería un diente, también apretaba los puños con ganas de soltar un golpe en la cara al niño que me había hecho enfadar tanto. Me frustraba no poder alcanzar siquiera sus hombros para alcanzar a darle un golpe, así que decidí patearle en la espinilla de la pierna derecha.

Sin duda le hizo doblarse de dolor y se encogió hasta llegar a tener la misma altura que yo, suficiente para brincar sobre él y morderle una oreja. Volví a apretar la boca con los dientes incrustados en la piel de mi hermano, saboreaba el sudor y la sangre mezclados en mi boca, me ensordecían los gritos y llantos de agonía de mi victima que sonaba a pocos centímetros de mi oído. Hubiera seguido hasta arrancarle la oreja pero fui arrojado hacia atrás por un tirón de mi camiseta hasta caer acostado contra el pasto, alzo la vista para ver a quien me había derribado y descubrí que había alguien con un vestido floreado que ayudaba a mi hermano a levantarse.

—Joan, ¿qué le hiciste a tu hermano? ¿En qué estabas pensando? — dijo la mujer con cabello ni oscuro ni castaño, con el rostro era borroso como si estuviera censurado y solo me quedaba intuir que era la madre de alguno de nosotros.

—Él empezó, me quitó el trofeo que me dio mi papá... — dije al borde del llanto, obviamente había perdido el control pero el que tocara el tema de nuestros padres, por más complicado y desentendido que este, me hizo realmente explotar.

La mujer atendía la nariz sangrante de mi victima mientras que parecía fruncir el ceño pero sin saber cómo tomarlo sin poder verle claramente la cara: —No es excusa, ¡mira lo que le hiciste! Casi matas a Jorgito y no es la primera vez que causas un accidente como éste. No entiendo como teniendo solo 7 años puede golpear de una forma tan salvaje a un niño de 10... Cuando llegue tu padre vas a ver en los problemas en los que te metiste...— dijo bastante molesta, pero esa era la gota que derramó el vaso.

—Cállate, eres una anciana fea y gorda... solo mi mamá puede darle besos a mi papi. No te doy permiso de eso— acto seguido le saque la lengua, pero como cada acción tiene un reacción, recibí una cachetada justo en la cara por parte de mi... ¿pariente?

Casi creí que iba a sangrar por la nariz yo también, pero retrocedí asustado

— ¡Ya basta, pinche niño! Tal vez no sea tu madre, pero soy tu madrastra y puedo hacer lo que me venga la gana con mi esposo. Que la golfa que te dio la vida le haya sido infiel a tu padre no es mi problema, él es el nuevo papá de mi hijo y tú tendrás que aceptarlo de una buena vez—

Después del muy corto momento de alegría que había tenido al pensar que mis sueños de ser futbolista profesional se cumplirían algún día... viene la horrible realidad: mi primer recuerdo de en vida... es que soy el producto de un matrimonio separado, que casi asesino a mi hermanastro mayor en varias ocasiones y que, tal vez, si sea merecedor de acabar en el Infierno después de todo.

El MerecedorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora