CAPÍTULO VIII

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El pequeño Souya traía su bolsita especial para ir al supermercado con diseños de Winnie Pooh

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El pequeño Souya traía su bolsita especial para ir al supermercado con diseños de Winnie Pooh. Él quería ayudar a su mamá a llevar las compras, pero al ser muy chico no podía con mucho. Por insistencia del menor tuvo que darle algunas cosas que no pesaban tanto.

Cuando por fin llegaron a casa, lo primero que hizo fue tocar la puerta y esperó un poco pero no hubo respuesta. Extrañada volvió a tocar la puerta... Otra vez no hubo respuesta. Parecía como si no hubiera nadie en casa.

La mujer esperó con su hijo unos minutos a qué les abrieran la puerta. Tocaron otra vez, pero no recibieron respuesta. Estaba empezando a perder la paciencia. Llevó una mano a su rostro para agarrar el puente de su nariz que empezó a formarse por fruncir las cejas.

Saco el celular de su bolso para marcar a su esposo y a preguntarle si estaba en casa

El celular sonó unos cuantos segundos, hasta que se escuchó una voz en la otra línea.

—Eh ...hola cariño.¿Sucede algo?— habló con una voz temblorosa. Temiendo lo peor. Sabía lo que venía, así que alejó un poco el aparato de su rostro.

—¡Cómo que pasó estoy parada en la puerta desde hace media hora!— respondió en un tono un poco alto.

—¿Qué?— no esperaba que volvieran tan rápido. Estaba jodido. —bajo enseguida— pero no recibió respuesta ya que le habían cortado la llamada. Al no obtener respuesta y sabiendo el humor de su esposa no esperó ni un segundo más, bajó corriendo las escaleras dejando a Ray y los niños solos en el cuarto arreglando las sillas que seguían tiradas y terminando de limpiar las paredes que se encontraban sucias por los crayones.

El padre se detuvo frente el portón para calmarse un poco, al abrir la puerta el señor vio a su hijo llevando un bolsita con unos cuantos dulces y unas galletitas. A su lado estaba su mujer sosteniendo cuatro bolsas con vegetales, frutas y unas cosas para la casa, el hombre fue subiendo su vista hasta llegar a ver la cara de su esposa, esta tenía una.mirada de pocos amigos y molesta como si le dijera "y no piensas ayudarme".

—Ah sí... ya te ayudo— habló nervioso quitando las bolsas de  las manos de la mujer que estaban pesadas. Realmente pesadas, ahora entendía su enojo.

Dirigió la mirada a su hijo que entró a la casa abrazando lo que tenía.

—Papi yo llevo mi bolsita— que hice para merecer este hijo, gracias dios pensó. Estaba muy orgulloso de su pequeño retoño.

—Eh...bueno— cerró la puerta y dejó las compras en la cocina.

—¿Cómo estás?— preguntó el padre tratando de desviar el tema del problema que habían tenido.

—Un poco cansada....¿Y Nahoya?— cuestionó ya que el menor no se encontraba presente por ningún lado, algo poco común. Siempre que su mamá llegaba él era el primero en abrazarla como si no la hubiera visto por mucho tiempo.

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