Cuatro

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La tensión en el ambiente era sumamente palpable. El aire que nos rodeaba era tan denso que se podría cortar con un cuchillo o cualquier elemento corto punzante. Suspiré por enésima vez en el trascurso de lo que supuestamente era un "Típico desayuno familiar" y bajé la vista a mi plato aún relleno de frutas sin tocar, el apetito se me había esfumado por completo al saber que Mitch no llegaría hasta más tarde. Lo necesitaba. No podía enfrentarme sola a mi madre, a ese monstruo que había absorbido su felicidad y que sólo dejó un cascarón vacío en su lugar.

-¿Qué te sucede?- indagó, posando sus verdosos y oscuros ojos en mí. Aún con la vista baja, podía saber que me estaba analizando, buscando qué estaba mal en mí. No lo sabía, nunca lo haría. Levanté mi vista lentamente, enfocándola con mis ojos y respondí.

-Nada.- mi voz salió sin quebrarse y me felicité internamente por haber logrado articular una palabra sin tartamudear.

-Bien.- me escrutó con la mirada y no bajé la mía, sus ojos estaban oscuros y el verde apenas resaltaba en ellos- Casper vendrá para el almuerzo. Lo que tengas que hacer, hazlo, pero te quiero aquí. Sin falta.- sentenció.

-Está bien.- tomé lo que restaba de mi taza de té negro, tratando de no voltear el pocillo por el liguero temblor en mis manos y una vez que acabé, junté los utensilios para llevarlos al fregadero y limpiarlos.

Subí a mi habitación luego de un rato y me tiré de lleno contra el colchón de mi cama, enterré la cabeza en la mullida frazada y suspiré. Realmente no tenía ganas de ver al supuesto novio de mi madre. El tipo no era malo, trabajaba como profesor en mi universidad y la mayoría de las y los estudiantes, suspiraban por ese par de piernas con cabello rubio y sonrisa sincera. Era amable y sumamente amigable, convirtiéndolo de esa manera en uno de los mejores profesores del departamento de Mecánica. Hasta a mi hermano le caía bien, arrg

El pequeño problema, para mí, o pequeñísimo e inexistente, para otros, era que él le llevaba unos ocho años de diferencia a mi madre. Menos. Y eso, de solo pensarlo, se me hacía insoportable. Era raro o... no lo sé, incómodo. Pero ella se veía feliz junto a él y yo no era nadie para impedírselo. Ni menos para arruinarlo.

-Llévame, Jebús.- me mantuve por un largo rato en esa cómoda posición y cuando por fin estuve por caer en los brazos de Morfeo, sentí el peso de alguien hundir el colchón a mi lado. Giré de manera perezosa mi cabeza y descubrí a un bonito ojimiel observarme con dulzura.

-¡Topo!- me moví para colocar mi cabeza sobre sus piernas y él, besó mi frente de forma casta pero dulce.

-Hola.- saludó, agachándose para envolverme en un incómodo abrazo por la posición en la que nos encontrábamos, nos separamos riéndonos y me miró de manera fija- Ya te enteraste.

-Sí...- fruncí mi nariz como gesto de desagrado y él, la pellizco suavemente robándome una sonrisa- Sigue insistiendo.

-Eso parece.- sonrió sin mostrar su dientes, pero dejando a la vista su precioso hoyuelo. Al cual, llevé mi índice para acariciarlo- ¿Sabes que eres como Harry Potter?

-¿Qué?- fruncí el ceño divertida ante su inesperada pregunta- Explícate.

-La marca en tu frente.- posó las yemas de sus dedos en ella, sobre el nacimiento de mi cabello- Ese día me asusté tanto.

-Oh.- susurré al recordar el acontecimiento- Bonito recuerdo, Mitch.- frunció la nariz y negó suavemente con la cabeza, haciendo que su castaño cabello ondeara y le diese un aspecto más juvenil- Si golpeas a alguien con tu tabla y comienza a sangrar, lo mínimo que puedes hacer es asustarte.- me burlé de su expresión.

-Pensé que te morirías.- susurró por lo bajo e hizo un adorable mohín con sus labios- De verdad.

-Mitch, tenías sólo nueve años.- entrecerré los ojos y le sonreí- Casi me matas, asesino. Y todo por mirar a una niña fea.

Walk in the sun.  [Danny Jones]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora