05; Dos Incomprendidos Juntos

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Una vez Katsuki ya volvió a ser el mismo de siempre, sin maquillaje, ni gomina, ni mucho menos con ese traje brillante, por fin pudo salir de la ópera, se dió cuenta de que se había demorado demasiado, Mina era una excelente maquilladora, —y Katsuki no lo iba a negar, de todos, ella era su favorita.— pero solía tardar demasiado en retirar todos los cosméticos de la piel, pues le entristecía tener que borrar su propio trabajo. Cuándo Katsuki salió, el cielo ya se estaba tiñendo de un color azul oscuro, y las estrellas comenzaban a brillar, acompañando a la luna durante la noche. El rubio pensó que tal vez Eijiro se había hartado de esperarlo y finalmente se había marchado cuando una vez estaba en la entrada del teatro, no lo vió. Pensó en volver a casa, algo decaído una vez más, pero antes de poder continuar su camino, una voz exclamó:

—¡Katsuki, estoy aquí!

Y todo ánimo volvió a él en un abrir y cerrar de ojos. El mencionado comenzó a caminar en dirección a su amigo Eijiro, y no pudo evitar sonreír cuándo llegó a su altura y lo vio frente a frente. Por alguna razón que todavía no podía conocer, verlo tan de cerca le hacía algo más cálido el corazón. Aunque creyó que tan sólo se trataba de la alegría que le generaba conocer a alguien que supiera lo que era tener un sueño, pero tener pocas —o incluso nulas— posibilidades de conseguirlo. Sintió que por primera vez, había encontrado a un incomprendido cómo él, y eso los convertía en dos incomprendidos juntos.

—El bar está hacia allá.—Indicó Eijiro, mientras que con su dedo índice señalaba hacia su izquierda.—Ya pedí mesa para los dos.

Y no pasó ni un minuto antes de que ambos chicos comenzaran a caminar, en dirección al bar que Eijiro describía cómo "acogedor y de buena comida." No les tomo mucho tiempo llegar hasta el lugar, no más de cinco minutos, estaba realmente cerca del teatro donde Katsuki había actuado.
No era ni de lejos glamuroso, aunque con lo poco que conocía a Eijiro, no esperaba un bar caro y elegante, con buffet incluido y cubiertos de plata, ni mucho menos. Por lo que apenas le sorprendió cuándo llegaron hasta un establecimiento de aspecto descuidado, con un simple toldo de un color verde, descolorido y desgastado, que en letras blancas ponía "Bar Dorado" que se notaba que había sido puesto ahí hacía años. En la terraza pudo divisar a varias personas con aspecto de malandros tomando grandes cañas de cervezas y fumando algo que el rubio no quiso descubrir.

Eijiro lo agarró de la mano para que entrara en el local con él, y pronto un hombre joven, de complexión algo delgada y de cabello rubio los atendió, sonriente y sobre todo amable. Se notaba que Eijiro era un cliente habitual, pues el hombre  inmediatamente lo reconoció.

Bonjour Eijiro.—Saludó con entusiasmo.—¿Mesa para dos?

Este asintió mientras devolvía el saludo. Pronto la mujer —que en pocos minutos, Katsuki descubrió que se llamaba Aoyama— los condujo hasta una mesa al fondo del local, era pequeña y tenía dos sillas rodeándola. Perfecta para ellos. Se sentaron y pidieron sus respectivas comidas, el camarero posteriormente se fue hacia la cocina, y por fin tuvieron un poco de tiempo para estar a solas y hablar.
Katsuki llevaba un buen rato esperando ese momento en el que por fin no haya ningún tercero para interrumpir su conversación. Aoyama y todos los trabajadores eran encantadores, pero a la vez, todos conocían a Eijiro, por lo que no los dejaron en paz hasta que todos pudieron saludar al pelirrojo e interesarse por un par de cosas. Katsuki miraba todo a su alrededor, asombrado por la decoración del sitio, que se sentía más acogedor y cálido que cualquier restaurante elegante al que lo llevaban los técnicos tras una exitosa obra nueva. 

—¿Pasas mucho tiempo aquí? Parece que todos te conocen.

—Sí, la verdad es que trabajé bastante tiempo en este local cuando estaba ahorrando, aunque ya sabes esa historia.—Se rió un poco de si mismo.— por eso conozco a la mayoría.

El rubio tan sólo sonrió, pues la gente en general no le solía agradar, y menos cuando apenas habían intercambiado palabras, de hecho, hay gente que conocía desde hacía años, y no le agradaban, ni confiaba en ellos. Un ejemplo muy cercano eran sus propios padres, los conocía literalmente de toda la vida, pero aún así, a él no le agradaba ellos, de hecho,
Bakugou creía firmemente que podría decir que sus padres le caen mal. Pero, con Eijiro, se sentía en confianza, aunque apenas hubiera hablado con él, tenía algo que lo convertía en alguien agradable.

Su orden llegó, y Kirishima tenía toda la razón del mundo cuándo le dijo que era un lugar acogedor y de buena comida. Cenaron mientras hablaban de cualquier cosa que se les ocurriera, aunque estaba claro que el que llevaba las riendas de la conversación era el extrovertido Eijiro. Terminaron su comida pronto, en menos de una hora. Y en seguida salieron de nuevo a la calle, con el frío azotando directamente sus rostros, la noche ya estaba abierta y lo más sensato sería volver a casa inmediatamente, él no podía llegar demasiado tarde sin que sus padres crearán cualquier tipo de alocadas teorías sobre lo que podría estar haciendo en ese momento. Pero antes de poder despedirse, Eijiro fue más rápido a la hora de detenerlo.

—¿Quieres venir a mi casa? Tengo cervezas en el frigorífico, y así podremos hablar más.

Podría decir que no lo conocía tanto, aún podría ser un asesino serial, que lo invitara a su casa a tomar cerveza en mitad de la noche para emborracharlo y después asesinarlo. Se imaginó a si mismo en el periódico "¡El chico de la ópera asesinado por el artista incomprendido!" Pero lo único que le provocó eso fue risa. No le importaba si eso ocurría, él realmente confiaba en Eijiro aunque técnicamente siguiera siendo un desconocido. Por lo que ignoró cualquier pensamiento, cualquier advertencia de no confíes en nadie y asintió con la cabeza, diciéndole que sí al chico.





Ópera Y Lienzos | BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora