14; El Rock Y La Ópera

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10 años después.

¿Quién iba a decirle que aquello terminaría así? Su gran amor ahora se encontraba muy lejos de él, demasiado, ni siquiera sabía dónde estaba. Tan sólo sabía que había dejado Francia definitivamente, lo vió hacia ya varios años, en el periódico mientras tomaba una taza de un agrio café.

Su plan había funcionado, y debía estar feliz por eso, pero realmente, no lo estaba. Le hizo aquel retrato a Katsuki, tal y cómo este demandó, una vez hicieron aquel estúpido reportaje sobre él en la televisión, él lo mencionó, dijo que ese cuadro fue pintado por su talentoso compañero de piso. Fue tan dulce. Jamás había escuchado a nadie decirle que era talentoso, tampoco nadie jamás había hablado cosas tan buenas de él en público sin que él estuviera presente.
Se sentía demasiado bien ser apreciado por aquel al que tanto quería.

Si lo apreciaba, ¿por qué tuvo que marcharse? Si lo quería tanto, ¿por qué lo dejó irse? En ocasiones no le encontraba el menor sentido al final que tuvieron. Ambos tenían la fama con la que tanto habían soñado, Eijiro fue capaz de demostrarle a su madre lo equivocada que estaba respecto a su talento, si tenía absolutamente todo lo que alguna vez había deseado, ¿por qué había noches en las que seguía llorando, cómo si siguiera siendo un chico de apenas 23 años, con un sueño frustrado y un amorío oculto? Debía dejar ir a todas esas cosas de una buena vez. Empezando por Katsuki. Pero era imposible.

Decidió que lo mejor era tomar el aire, tal vez así podría relajarse y pensar bien las cosas. La soledad y el café eran sus grandes amigos, pero había veces que ambos le hacían pasar un mal momento y pensar de más. Por eso, agarrando una bufanda por el frío que hacía en el exterior, junto a un grueso abrigo, y así, salió a la calle. Caminaba a paso rápido por las calles parisinas, entró en una tienda y compro su periódico matutino, el mismo que todos los días. Tratando de evitar volver a su solitaria casa de nuevo, fue a una cafetería dónde podría leer el periódico sin necesidad de pasar frío.

Las noticias eran monótonas, y no había ninguna que le llamara la atención, todas tan sólo se trataban de desgracias que ya estaba cansado de leer, pero pronto, en la última página del periódico, algo llamo su atención, leyó el titular.

"¡Katsuki Bakugou llenará los estadios de París este 30 de Diciembre a causa de su nueva gira! ¡No te quedes sin entradas!"

Cerró el periódico una vez terminó de leer el titular, y una vez terminó su desayuno y pagó por la comida, salió de nuevo hacia alguna taquilla dónde pudiera comprar una entrada para el concierto de Bakugou.

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El trayecto en coche se le hizo eterno, pero por fin, tras un buen rato conduciendo, logró llegar hasta el aparcamiento del estadio, y para su buena suerte, encontró un buen lugar dónde aparcar su coche. Suspiró, para después salir decidido hacia allí.

—Allá vamos.

Ni siquiera sabía porque estaba tan nervioso, tan sólo iría a aquel concierto y nada más, tras eso seguiría con su vida normal. ¿Y si intentaba hablar con Katsuki? No. Sería inútil, él ahora tenía muchísimos guardaespaldas protegiéndolo de cualquier persona que pudiera dañar a Katsuki. Y por mucho que él fuera uno de los pintores más reconocidos de la actualidad, no le dejarían hablar con él ni media palabra. Entonces, si sabía muy bien sus límites y lo que iba a hacer, ¿por qué parecía que su corazón iba a salirse de su pecho en cualquier momento? Tal vez era por la euforia que sentía al pensar en volver a ver a Bakugou de nuevo, tras tantos años. Ojalá pudiera verlo más de cerca, y pudiera besarlo cómo solía hacer, ojalá pudiera hablar con él y decirle lo mucho que lo extrañaba o cuánto lo quería todavía. Quizá era inútil pensar en todas esas cosas, y lo más seguro para sí mismo era abandonar aquel estadio antes de que fuera demasiado tarde, puesto que en cuánto Katsuki saliera ahí, tal vez rompería a llorar, y una vez lo volviera a ver, ya no habría forma de olvidarse de él.

Pero aún así, se quedó ahí plantado, sin moverse ni siquiera un milímetro, siguió indagando en sus pensamientos, pensando en como se vería Katsuki o cuánto habría cambiado. Deseó que siguiera siendo aquel chico inexperto y tímido del que se enamoró hacia más de diez años, pero inmediatamente se dió cuenta de que eso era surrealista. Ambos ya eran unos hombres hechos y derechos, Eijiro debería comenzar a entender que los años ya han pasado, y en su defecto, las cosas y las personas han cambiado.

El concierto comenzó, al mismo tiempo que toda la gente acumulada en ese lugar comenzó a gritar emocionados una vez Katsuki salió al escenario. Eijiro creyó que fácilmente podría haberse enamorado de nuevo de él, o tal vez siempre lo había estado, sólo que no lo recordaba realmente. Katsuki era idéntico a cómo era antes, tan sólo que se le veía más maduro, dejando algo de lado esas fracciones de chico que recién había dejado atrás la adolescencia, y cambiándolas por unas más maduras, que representaban los más de treinta años que ya tenía.

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La última canción siempre solía ser la más lenta o la más triste, en una forma de despedir al público con tranquilidad, y tristeza por tener que volverse a separar de ellos. La última canción que Katsuki interpretaría en su concierto era la más romántica de las canciones, con un ritmo lento y pegadizo junto a una letra pasional, que en conjunto te hacían imaginarte la historia de amor más pasional y triste que alguna vez se hubiera podido escuchar. Eijiro sintió que podría echarse a llorar en cualquier momento en cuánto las primeras notas comenzaron a sonar, y Katsuki con una voz más relajada comenzaba a cantar de forma melodiosa.

A mitad de la canción, por fin fue capaz de percatarse de algo. Y es que, pese a que la mirada de Bakugou estuviera en otro punto a dónde él se encontraba, este sabía que estaba ahí,
y Kirishima se dió cuenta de que esa canción era para él.


Ópera Y Lienzos | BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora