02; El Artista Incomprendido

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La primera vez que Kirishima reflejo sus sentimientos en un papel, fue uno de los momentos más memorables de toda su vida. Tal vez, muchas personas no lograran entender el porqué Eijiro sentía estar haciendo algo maravilloso cada vez que el pincel que él dominaba trazaba sus pensamientos, pero a Eijiro no le importaba si la gente no entendía lo que él sentía al pintar, no todo el mundo es capaz de ver la belleza de esa actividad. Cuándo logró ver por primera vez la belleza en uno de sus propios cuadros, tenía tan sólo diez años. Y la idea de poder seguir haciendo ese tipo de cosas durante el resto de su vida, le pareció fascinante.

La madera chirrió ante sus acelerados pasos, que se aproximaban a su madre con felicidad. Brincando y corriendo, llegó hacia su madre, y con una sonrisa grandísima, le mostró su dibujo.

-¿Que es eso?-Preguntó ella.

-¡Es lo mucho que te quiero!

-Pero si sólo son unas cuantas rayas y unos círculos, eso no representa nada. -La mujer le quitó el folio de las manos, y frente a los ojos rubíes y cristalinos de su pequeño, partió el dibujo en varios pedazos.-En vez de hacer estas tonterías, concéntrate en hacer otras cosas que si te puedan servir para algo.

Y por varios meses, Eijiro hizo caso y no toco ni un sólo pincel y mucho menos unas pinturas. Pero tras estar investigando en la biblioteca, descubrió que lo que él había hecho en aquel dibujo era "abstracto" y que era una forma válida de pintar cómo cualquier otra. Así, decidió que ser pintor iba a ser su profesión en un futuro no tan lejano, y que se iba a perfeccionar en la materia para poder crear verdaderas obras de arte. Tan sólo necesitaba tiempo y dedicación.

Creció y su estilo era similar al que tenía la primera vez que hizo un cuadro. Solía ser todo abstracto, con siluetas y formas extravagantes como él, pero que también representaban todos sus sentimientos y todo lo que pasaba por su cabeza. Todos sus temores, todo su amor, todo lo que sentía se reflejaba en sus cuadros, aunque fuera difícil comprenderlos.
Eijiro también sabía dibujar de la forma tradicional, haciendo figuras concretas que a simple vista se sabía lo que era. Pero prefería mil veces pintar de forma abstracta, lo sentía más suyo de esa forma.

Aunque lamentablemente, jamás contó con el apoyo de sus familiares más cercanos. Su padre no estaba de normal, y cuando estaba, todo lo que hacía era recalcarle lo estúpido que era su sueño de ser pintor, su madre desde un principio no lo apoyó. Estaba sólo en esto, al igual que en todo desde niño. Sus padres más de una vez rompieron los cuadros que él hacía con ilusión y esperanzas, dónde reflejaba de una forma que sólo él sabía todo lo que sentía y todos sus pensamientos, desde los más deprimentes hasta los más positivos. Para sus progenitores, tan sólo se trataban de unos trazos sin sentido alguno en un cuadro, pero para Eijiro, era la forma más efectiva de desahogo, definitivamente no era la manera más común de expresar sus sentimientos, pero con Kirishima, pintar un cuadro era algo que siempre funcionaba para hacerlo sentir mejor tras un duro día. Y quería mostrarle al mundo, a todo al que le interesara el arte, lo que era capaz de expresar con unos trazos que a primera vista estaban hechos al azar, pero que escondían grandes significados, o al menos para él.

Al saber que sus padres jamás colaborarían en sus estudios -Si estos se trataban de arte.- tuvo que comenzar a buscar algún método de ganar dinero sin ayuda de nadie. Desde los quince años, comenzó a trabajar para tener el suficiente dinero para entrar a una universidad de Artes en el centro de París. Las artes, sobre todo la pintura, era lo que verdaderamente lo apasionaba, pese a que sus padres quería que siguiera con el negocio familiar de su familia paterna, -un viejo taller de carpintería.- pero sinceramente, la carpintería no le llamaba ni un poco la atención. Comenzó a trabajar en todo lugar en el que mostraran algo de interés en él pese a su nula experiencia y su corta edad. Primero estuvo trabajando por unos 6 meses en un cafetería como camarero, posteriormente trabajo por un año en una farmacia de su barrio, durante los próximos 9 meses trabajó cómo pintor de paredes para unas cuantas casas parisinas, 10 meses como niñero de unos gemelos de tres años. Y así con incontables trabajos a tiempo parcial hasta que tuvo el suficiente dinero para poder pagar una matrícula en la universidad de sus sueños.

Hizo la prueba inicial para entrar en ella. E hizo su mayor esfuerzo para poder ser admitido, y aún así, no pudo hacerlo. Estuvo cerca, pero no lo consiguió. Ese fue el límite para él, y con toda la frustración que sentía, dejó el arte a un lado. Lo bueno, es que con el dinero que había logrado conseguir con sus trabajos, pudo alquilar un departamento a las afueras de París dónde podía vivir en paz. Trató de dejar el arte, porque pensó, que si sus padres lo habían repudiado todo este tiempo diciendo que no poseía lo que se necesitaba para ser un pintor en condiciones, y en aquella universidad -que era su última esperanza para demostrar que ellos estaban equivocados.- también fue rechazado, por lo que, creyó no poseer las cualidades que hay que tener para ser un buen artista.

-Eso significa que no soy realmente bueno.-Dijo con frustración mientras su amigo Hanta lo escuchaba atentamente.

-Ei, no te preocupes. Ellos se lo pierden.

-¡No! Eso no funciona así Hanta. Ellos sólo aceptan a los buenos de verdad, si me han rechazado es porque no soy tan bueno como yo creí.-Suspiró derrotado, mientras escondió su rostro con ambas manos, demostrando su visible frustración.-Mis padres tenían razón, no sirvo.

Su amigo tan sólo expulsó el humo provocado por su cigarrillo, y sacó otro del paquete, se lo tendió.

-Toma esto, te hará sentir mejor.

Eijiro pensó que no había nada malo si tan sólo lo probaba. Era tan sólo para aliviar su frustración, nada más que eso. Todos los jóvenes lo habían hecho alguna vez, y él merecía despejarse y olvidar sus negativos pensamientos por un rato. Por lo que
encendió el cigarro y lo probó. No le supo tan mal como esperaba.

-Podrías presentarte el año que viene.-Dijo.

-¿Y volver a hacer el ridículo?-Inquirió Eijiro.-No, gracias. Creo que trataré de mejorar, y en unos años volveré a repetir la prueba.

Sero sonrió satisfecho por los ánimos que le había dado a su gran amigo.-Exacto, esta vez lo lograrás.

Y cinco años más tarde de cuándo lo rechazaron en aquella universidad, pensó que era el momento perfecto para volver a hacer esa prueba de ingreso. Cuándo se chocó accidentalmente con ese chico rubio, volvía a casa tras haber hecho su segunda prueba para la universidad de Artes. Estaba bastante satisfecho, y esperanzado, esperaba un mejor resultado en esta ocasión, para poder demostrarle a todo el mundo que se equivocaban cuando le dijeron que no lo conseguiría, y que realmente tenía el don de la pintura. Él sabía que poseía esa virtud.




Ópera Y Lienzos | BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora