11; Capaz De Hacerlo

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Era sábado por la noche, el restaurante estaba abarrotado. La camarera no dejaba de llenar copas de vino blanco como si su vida dependiera de ello, y todos con sus miradas gélidas miraban fijamente a aquel rubio que estaba plantado en medio del escenario frente a un micrófono, esperando a que le dieran la señal para poder comenzar con su actuación. Mientras tanto, Eijiro, portando el traje más elegante que ha llevado en toda su vida, lo observaba desde la barra.

-¿Usted conoce a Katsuki?-Preguntó uno de los empleados desde el otro lado de la barra.

-Soy su primo lejano.

El camarero no resultó muy convencido, pero rápidamente se giró para poder observar a Katsuki, pues el instrumental de la canción ya había comenzado a sonar, y en unos segundos el rubio pasaría a brillar.
Y así lo hizo, sus ojos se iluminaron al escuchar los primeros versos de una romántica canción, acompañada de un alegre instrumental de trompetas y piano. Supo que esa era dedicada a él, pues no le quitó el ojo de encima durante los tres minutos de actuación.

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Los aplausos resonaron por todo el local a la misma vez que el reloj marcaba la medianoche. La gente elegante que antes tenían miradas de hielo y cara de póker, ahora se encontraban con grandes sonrisas, aplaudiendo e incluso vitoreando.
Katsuki miró con una gran sonrisa a su público, y con una reverencia se despidió de estos, pasando a la parte trasera del restaurante, dónde podría cambiarse.

Se miró al espejo que tenía frente a él, tan parecido pero a la vez tan diferente a su camerino de la ópera. Lo admitía, lo que más extrañaba de sus actuaciones en la ópera era a Mina, su maquilladora favorita desde siempre, pero tan sólo de vez en cuando. No se arrepentía ni mucho menos de haber dejado todo eso atrás, incluidos sus padres, que no se habían dignado a buscarlo en ningún momento, seguramente ya habrían encontrado a alguien que pudiera darles todos los gastos que necesitaban. Ellos no lo necesitaban a él, y él ya no los necesitaba a ellos, ahora era libre, tendría su propio dinero y podría estar con el chico que quería. Sus padres no le importaban.

Vió su reloj de muñeca, eran las 00:10 de la noche, ya era domingo. Ahora que su actuación ya había finalizado con toda la clientela satisfecha con su trabajo, -o al menos eso percibió con todos esos aplausos.- estos ya se estarían marchando tras fulminar sus últimas copas de vino. Ya conocía cómo funcionaba aquel local: a las nueve de la noche la gente comenzaba a aparecer, a las diez y media ya estaban todos, -o al menos la gran mayoría.- servidos. A las once ya todos habían terminado sus cenas y se dedicaban a tomar alcohol, mientras que él se preparaba para salir a actuar, y a las doce, él terminaba y todo el mundo iba marchándose del lugar, y alrededor de las 00:15 ya no quedaba nadie en el local. Siempre era así de monótono, y al mediodía era prácticamente igual.

Se cambió la ropa a una más cómoda para volver a casa, pues llevaba toda la noche portando un caluroso traje que sí, lo hacía verse demasiado atractivo y elegante, pero a la vez, era como si estuviera en una sauna, no podía esperar para quitárselo. Finalmente, se cambió de ropa, y así terminó su primera actuación en su nuevo trabajo.

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El lunes Katsuki entró al restaurante, saludo a Yaoyorozu, quién limpiaba los vasos con esmero, hasta dejarlos completamente brillantes.

-Katsuki, hay una carta para ti. Llegó esta mañana.-Dijo la chica sin detener la tarea de dejar los vasos de cristal relucientes, mientras que con un sutil movimiento de cabeza le señaló dónde estaba la carta.

-¿Una carta para mí?

Tuvo muchas ideas en ese momento.
Tal vez sus padres habían descubierto su nuevo trabajo y le mandaban una carta diciéndole que debería volver a la ópera, tal vez tan sólo era Eijiro que se había metido demasiado en el papel de primo y mandaba una carta felicitándolo por su actuación, o tal vez simplemente se habían confundido y no era nada especial, pero una vez que la abrió, se dió cuenta de que definitivamente no era ninguno de sus padres y que no se habían confundido, cuándo leyó las primeras líneas no pudo sorprenderse más.

"Estimado Katsuki Bakugou.
Buenos días/tardes/noches, mi nombre es Shoto Todoroki, aunque no creo que me conozca. Soy un cazatalentos de estrellas. El sábado vi su actuación en el local "Restaurante Milflores" a las afueras de París. Me sorprendió gratamente su voz, es usted un jovencito con mucho talento y una voz asombrosa. Siento que a una voz como la suya se le podría sacar mucho provecho, podrías ser un conocido cantante si tan sólo te rodearas de alguien que pudiera hacerte conocido más allá de las tristes calles de París. Yo tengo varios contactos de personas que podrían ayudarlo a alcanzar el estrellato y la fama. Me gustaría reunirme con usted para hablar sobre ello. Si usted no quiere y prefiere simplemente quedarse en el restaurante haciendo actuaciones, hágamelo saber con una carta. Si le interesa mi oferta, puede encontrarme durante toda la semana en la Avenida de los Campos Elíseos. Lo esperaré con paciencia y los brazos abiertos.

Un saludo, Shoto Todoroki."

Tuvo que reprimir un ilusionado grito de emoción. Abrazó la carta como si su vida dependiera de ello y rápidamente miró a Momo.

-¿Que decía la carta? ¿Eran buenas noticias?

-Es la mejor de las noticias.

La mujer sonrió y Bakugou tan sólo le entrego la carta, sabía que se estaba muriendo de ganas de leerla, pero tan sólo era demasiado tímida y comedida como para pedirlo explícitamente. Incluso los ojos oscuros de ella se iluminaron y se abrieron con alegría una vez leyó la carta.

-¡Pero Katsuki, esto es increíble!

Y tanto, era más que increíble. No podía creer que estuviera tan cerca de cumplir el sueño que siempre había tenido desde que tenía memoria. Era demasiado bueno para ser verdad, y no podía esperar para llegar a casa y contárselo a Eijiro.

-Dame un bolígrafo, Yaoyorozu.








Ópera Y Lienzos | BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora