El reloj colgado sobre la pared blanca indicaba las 4:30 am cuando Katsuki sigilosamente llegó a casa, entró y cerró la puerta a su paso de forma lenta, tratando de que esta no soltara ningún chirrido, pero falló en el intento. Pensó que sus padres ya se habrían ido a dormir, y esperó no haber despertado a nadie con la puerta, se quitó la chaqueta de cuero negro que Eijiro le había prestado y la dejo colgada en el perchero de la entrada. Caminó, sus pies hicieron un suave sonido al pisar.
—Por fin llegas.
Tuvo que reprimir un grito, pero no pudo evitar que un respingo saliera.
Era la voz de su madre, por lo que tratando de descubrir dónde estaba, pronto la descubrió en el sillón, con la oscuridad rodeándola, siendo únicamente iluminada por la tenue luz que salía de la televisión encendida. Notó como la mujer se levantaba del sillón, y él algo temeroso dió un paso adelante, acercándose más a ella. En pocos segundos, ya tenía a su progenitora delante de él.—¿Dónde estabas?—Le preguntó Mitsuki.
—Fui a cenar con un amigo.
Y no era mentira, ni mucho menos.
Era cierto, había estado con Eijiro, y Eijiro, aunque sonara amargo por alguna razón decirlo, era su amigo.—¿Has gastado dinero?
Él tan sólo negó con la cabeza. Kirishima fue quién lo invitó, y quién pagó la comida de los dos. No iba a decir nada de que llevaba unos cuantos francos —la antigua moneda francesa antes de que se incrementaran los euros.— que iba a guardar para si mismo en su bolsillo.
Estaba realmente harto de que sus padres siempre tuvieran que usar su dinero para pagar otras cosas en vez de ponerse a trabajar. Entendía la situación económica por la que pasaban, y la dificultad que tenía su padre para encontrar un buen trabajo, pero a veces no podía evitar pensar: ¿y por qué mamá no se pone a trabajar también? Pero jamás diría nada al respecto en voz alta.—No he gastado nada, no llevaba dinero.—Dice, aunque es una verdad a medias.
—¿Por qué has llegado tan tarde?
—Después de cenar fuimos a su casa.
Mitsuki se quedó en silencio por unos segundos, mirándolo fijamente con un rostro neutro. Pronto comenzó a mover la nariz, olfateando alrededor suyo. Katsuki todo lo que hizo fue fruncir las cejas, extrañada.
—¿Has tomado alcohol?
—¿Eso es en lo único que te fijas?—Preguntó, sonando sumamente irritado.
—¿A qué te refieres?—Respondió con otra pregunta la señora Bakugou.
—¿No piensas felicitarme por mi actuación?—Preguntó con fastidio.— Me van a pagar mucho por ella, deberías estar feliz, porque eso es lo único que te interesa de mí, el dinero que os voy a dar.
—Katsuki, cállate. Sabes que eso no es cierto.
—Sabes que sí es cierto.—Salió a la defensiva.—Siempre que me hablas es para presionarme para hacerlo mejor en los ensayos, para preguntarme lo que me van a pagar por cada actuación o, cómo ahora, para regañarme y hacerme un verdadero interrogatorio cuándo llegó mínimamente tarde a casa.
—Soy tu madre, no me hables de ese modo.
—Sí, lo eres. Pero ya tengo 23 años, ya no soy un niño para que me des órdenes.
—Mientras vivas bajo este techo, harás lo que yo diga.
—Eso significa que tendré que obedecerte eternamente. ¡Nunca me podré ir porque vosotros utilizáis todos mis ahorros para pagar la renta de esta casa!
A continuación, todo lo que hubo fue un tenso silencio cuándo la mano de Mitsuki impactó contra el rostro de su hijo, dándole una sonora y dolorosa bofetada en el cachete.
—Sabes muy bien nuestra situación.
No se vio con ánimos de responder nada a eso, estaba tan enfadado que las ganas de decir todo lo que pensaba pasaron a un segundo plano. Decidió marcharse de ese lugar sin decir nada más, sabía que si se quedaba definitivamente haría erupción y no podría contenerse a decir todo lo que verdaderamente pensaba en ese momento. Se dió media vuelta y agarró la chaqueta de Eijiro, y sin más, bajo la mirada atónita de su madre y varios reclamos por parte de esta, abrió la puerta y se fue sin mirar atrás. Supuso que a Eijiro no le molestaría que volviera a visitarlo de imprevisto, por eso, comenzó a caminar en dirección al apartamento del chico.
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✷✷✷✷✷✷Tocó el timbre, con la esperanza de que el chico le abriera la puerta y le ofreciera pasar. Esperó por varios minutos que se hicieron extrañamente largos hasta que el chico pelirrojo, somnoliento, abrió la puerta.
—Hola Eijiro.
—¿Qué haces aquí?—Preguntó en un bostezo. Y eso hizo sentir algo avergonzado a Katsuki por haber ido hasta su casa a esas horas y sin avisar, y probablemente haberlo despertado.
—Discutí con mi madre y me marché de la casa.
Eijiro rasco sus ojos, tratando de que así pudiera terminar de despertarse, después, se estiró para poder destensar sus músculos, finalmente le dijo a Bakugou.—Entra.
Katsuki rápidamente acató la acción y se adentró en el espacioso apartamento de Eijiro.
—¿Que ha pasado con tu madre?
—Lo único que hace es recriminar todo lo que hago, me trata como si fuera un niño cuando ya soy un adulto.—Se quejó, al mismo tiempo que se dejaba caer en el sofá. Kirishima no tardó nada en sentarse a su lado.
—Las madres suelen hacer eso constantemente.—Eijiro soltó una pequeña risa.—Nos ven como unos niños pequeños cuando ya tenemos más de 20.
—Exacto. Pero no sólo eso, no aprecia nada de lo que hago, no aprecia mi trabajo en la ópera, tan sólo me exige ser mejor y mejor sin pensar en que estoy dando mi mayor esfuerzo en algo que ni siquiera me agrada.
—Eso es una mierda.
—Sí, lo es. Solo le interesa el dinero que le otorgo, pero más allá de eso... Es como si no fuera ni siquiera su hijo.
—¿Y que piensas hacer?
—Si me pudiera quedar contigo sería genial, aunque sea solo por un tiempo.
—¿Tú y yo?—Preguntó, Katsuki con algo de vergüenza simplemente asintió. Eijiro soltó otra risa suave.—Me parece bien.
Ahora el que sonrió fue el rubio al pensar en todo el tiempo que podría pasar con Eijiro, y en lo que sería vivir lejos de sus padres por una vez en su vida.
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Ópera Y Lienzos | Bakushima
FanficUn famoso y joven cantante de ópera era realmente infeliz, estaba triste y aburrido de todo en su vida. Pero, ese chico que conoció cuando se escapó de un ensayo, ese artista frustrado pero a la vez ilusionado, apareció para darle un poco de felicid...