capitulo 31

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Miranda acababa de llegar a la playa, y aun estaba colocando el trípode en su lugar, cuando vio de repente aproximarse una figura. Su paso firme y decidido la sorprendió, hasta que comprendió de quien se trataba. Christopher, maldita sea. Se dirigió hacia ella, descendiendo a la playa, hasta que se detuvo frente a ella, obstruyendo su visión.

- Tengo algo que decirle.
- y yo no quiero escucharlo.
- Eso me apena, porque voy a decírselo de cualquier manera. Usted no tiene ningún derecho de espiar en mi vida privada, ni a decirme que clase de ser humano soy. Usted siquiera me conoce.- sus palabra del otro día lo habían atormentado toda la noche, y había obtenido por medio de su agencia de mensajes donde se encontraba ella en aquel momento. No sabía porque razón la había buscado pero sabía que debía hacerlo.- ¡maldita sea!, ¿que derecho tiene a juzgar mis actos?
- Ninguno. Pero no me gusta lo que veo.- ella se mostraba fría y distante.
- ¿y que es exactamente lo que ve?
- un corazón vacío. Un hombre que no se preocupa por nada que no sea su trabajo. Un hombre al que no le interesa nadie, que no ama a nadie ni a nada, que no da nada, que no es nada.
- Y tú, cretina, ¿Que demonios sabes de lo que soy, hago y siento? ¿Que es lo que te hace pensar que eres todopoderosa?- miranda lo ignoro continuando con lo suyo.- ¡Maldita sea, escúchame!- chris trato de tomar su cámara y ella lo aparto, volviéndose hacia él, furiosa.

-¿ Por que demonios no te apartas de una vez de mi vida? Como en los dos últimos años, ¡hijo de puta!
- Yo no trato de meterme en tu vida. Simplemente intento comprar algunos de tus trabajos, y eso es todo. No quiero ni necesito tus juicios acerca de mi persona. Lo único que quiero es comprar unas apestosos fotografías tuyas.- Christopher estaba temblando en aquel momento, movido por una furia incontenible, y la único que ella hizo fue pasar a su lado, dirigiéndose a su cartera que había dejado sobre una manta en la arena. La abrió y de allí sacó una fotografía. Luego se la entregó.
- Toma. Es tuya. Puedes hacer lo que se te antoje con ella. Y ahora déjame sola.
Sin añadir palabra, Christopher se retiro volviendo al coche que le esperaba en el camino.

Ella no se volvió en ningún momento hacia él, sino que regreso a su trabajo, hasta que la luz del día comenzó a declinar y tuvo que dejarlo. Entonces condujo hacia su departamento, donde preparo unos huevos revueltos, calentó algo de café y se dirigió hacia el cuarto oscuro. Se acostó a las dos de la madrugada, y cuando sonó el telefono ni siquiera intento contestar. Incluso aunque fuera Peter, estaba dispuesta a volver a la playa a las nueve de la mañana del día siguiente. Preparo la alarma que sonará a las ocho y cayó en un sueño profundo apenas apoyo la cabeza en la almohada.

Al levantarce a la mañana siguiente, se ducho y se vistió en menos de media hora. Se había puesto unas ropas de trabajo muy usadas, y tomó café mientras hojeaba el diario. Abandono el departamento a la hora que había previsto, unos pocos minutos antes de las nueve, y ya iba pensando en su trabajo mientras bajaba las escaleras, seguida del inseparable ben. Pero al llegar a la acera levantó la vista y se quedó sin aliento por la sorpresa. Al otro lado de la calle había un enorme tablero, montado sobre un camión conducido por christopher uckermann. El muchacho sonreía mientras la miraba, y ella se sentó en el último escalón del edificio y se echo a reír. Estaba realmente loco. Había ampliado la fotografía que ella le regalo, y después de montarla sobre un tablero enorme, la había llevado hasta su propia puerta. Ahora, mientras bajaba del camión, sonreía, y miranda aún reía cuando Chris se sentó a su lado.

- ¿que te parece?
- Creo que eres un payaso.
- Sí. Pero queda bien, ¿no te parece? Pues piensa en cómo se verán todas tus otras tomas ampliadas y montadas en los vestíbulos de los edificios del centro médico. ¿No será realmente emocionante?
Vamos, iremos a desayunar y hablaremos.

Aquella mañana, chris no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta. Había suspendido todas sus reuniones solo por ella. Miranda encontró su determinación tan divertida como conmovedora. Además, no estaba de humor como para soportar otra pelea.
- Tendría que decir que no, pero no voy a hacerlo.
- Me parece bien. ¿Puedo llevarte?
- ¿En eso?- miranda señaló en dirección al camión, y se hecho a reír de nuevo.
- claro. ¿Por que no?

LA PROMESA Adaptación VondyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora