ARMAGEDÓN

👽 El Despertar: Sin Límites 👽

Rayos y centellas caían del cielo sin cesar, la tierra retumbaba con furia y la estrepitosa risa de Jessica se escuchaba por toda la zona.

— ¡Vamos! —Su mirada amenazante denotaban su estado mental, se relamió los labios, pasó la punta de la lengua por sus colmillos y le regaló una sonrisa siniestra a su rival—. ¡¿Qué esperas para demostrarme lo inigualable que eres?!

Natalie se encontraba paralizada del miedo, esa sensación que no recordaba la última vez que la había sentido, regresó y todo por la cosa que tenía enfrente; porque para ella, ese ser ya no era humano.

Jessica observó como la mano de la chica se movió tan solo un milímetro y, gracias a la gran velocidad y el control total de su cuerpo; le tomó menos de un segundo estar al frente de ella y propinarle una patada en el estómago, con la suficiente fuerza para mandarla a volar y hacer que se estrellara con los restos de la que fue su casa.

De inmediato, la chica alzó y bajó su mano con fuerza y rapidez, e hizo que la casa comenzara a desmoronarse y a hundirse, por la gravedad aumentada que le aplicó; sin importarle si Natalie seguía con vida.

La casa terminó sepultada en cuestión de segundos, y aun así, la batalla continuaba; pues Natalie salió de un gran salto, y aterrizó con un gran impacto a pocos metros de Jessica.

La chica estaba seriamente lastimada y fatigada. Tenía algunas costillas rotas, sus brazos sangraban y varios trozos de madera estaban clavados en su cuerpo, los cuales tenía que sacar poco a poco; sabía que si no contara con su regeneración aumentada, ya estaría muerta.

Jessica notó asombrada que, a pesar de su mal estado, el aura morada de Natalie era más intensa y brillante que nunca; y que esta se acrecentaba poco a poco.

—Vaya, vaya... —Comentó la chica impresionada por el cambio de Natalie—. Y pensar que por un momento creí haber ganado; ya veo que no te rendirás tan fácil, eso me gusta.

»Vamos, Nat, sigue así y no te mueras aún; mira que esto es muy divertido como para detenerse ahora.

👽

— ¿Cómo has dicho que te llamas? —Thomas preguntó de nuevo por creer que escuchó mal.

—E.C. —Respondió el hombre, alegre y animado.

—Vale, —Thomas no sabía cómo sentirse, ya no sabía si estaba vivo o muerto; mucho menos cuales eran las intenciones de un sujeto con un nombre tan extravagante como ese—. ¿Cómo te lo dieron?

—Debo admitir que más que un nombre, es un rango que gané.

—Ya, —el chico miraba a su alrededor, observaba su entorno sin entender por qué estaban allí—. ¿Vives aquí? Esto se ve muy solitario.

—Vivo en todas partes, y en ninguna a la vez. —Le respondió parsimonioso—. Y es agradable estar aquí, una vez que te acostumbras.

—Disculpa, no quiero sonar grosero, es que no sé qué eres.

—Soy una persona, al igual que tú.

—No, no. —Thomas le negó con el dedo, esa respuesta le parecía fuera de toda lógica para él—. Está claro que no lo eres.

— ¿Qué te hace pensarlo? —Inquirió, dudoso de haber dicho algo fuera de lo común.

—Puede ser por tu nombre tan extraño, tu actitud tan confianzuda, o tu ropa que oculta la mayor parte de ti, ¡Es que mírate! —Le recalcó—. Lo único que puedo ver de ti es la mitad inferior de tu rostro, nada más.

—Vaya, y yo que pensé que nos llevaríamos bien, —comentó con un deje de tristeza en su voz—. Como gustes, me voy.

Y con un parpadeo, Thomas dejó de ver al sujeto en tan solo un instante.