—Vives en un lindo lugar, se ve acogedor, —comentó al echarle un vistazo a su alrededor. El olor del café inundó su nariz, sus sentidos se activaron y provocaron que su estómago delatara su apetito, cosa de lo que Thomas se avergonzó un poco—. Perdón por eso.
—Tranquilo, —le respondió Adam, le indicó que pasara y tomara asiento—. Sabía que tendrías hambre, por eso me levanté temprano y te preparé el desayuno.
Al acercarse para comer, Thomas se detuvo y llevo una mano a su cabeza, por el dolor punzante que reapareció; algo que para Adam no pasó desapercibido y, para su suerte, Adam tenía la solución.
—Por poco y olvido eso, —dijo Adam, dejó la taza con café sobre la mesa, sacó una venda de un cajón de la cocina y se acercó a Thomas. El chico le colocó el vendaje para cubrirle la vista por unos instantes, y situó sus manos a ambos lados de la cabeza de su invitado—. Vas a confiar en mí. Te advierto que lo que haré, podría provocarte un pequeño ardor, aunque no será grave.
Cerró sus ojos y, de sus dedos emanaron pequeños rayos anaranjados, que se propagaron hasta llegar al cerebro de Thomas.
El chico comenzó a creer que el ambiente a su alrededor se transformó en un mar de llamas. Sudaba, temblaba, y su cabeza le dolía hasta pensar que le iba a explotar. En un grito desesperado de dolor, falló al intentar zafarse del agarre de Adam por lo débil que empezó a sentirse.
Adam no se detuvo a pesar de las suplicas que recibía de su amigo; no pensó que sería tan difícil regresarle sus memorias.
Para ambos, los pocos segundos que transcurrieron, fueron tan lentos que creyeron haber perdido horas o, en su defecto, hasta días.
De repente, Thomas lo sintió, como si todo el calor desapareciera. Notó una fuerte presión rodear su cuerpo y, al abrir los ojos, se encontró en medio de un oscuro y vasto océano, que se extendía su alrededor sin límite alguno.
Una luz se hizo presente al fondo del abismo, el chico nadó hasta ella y halló lo que parecía ser un cofre. Tuvo la curiosidad suficiente para querer abrirlo, se detuvo al ver que lo sellaron con un candado.
Por alguna razón, llevó su mano a su cuello al sentir una cuerda, la tomó y en ella estaba la llave. Se la arrancó y la usó para abrir el candado y, al abrir el cofre, este dejó salir un resplandor que lo cegó, acompañado de una presión que lo expulsó del lugar, lo que provocó que regresara a su mundo.
Despacio, se quitó la venda y la dejó caer al piso, abrió sus ojos y derramó una lágrima porque al fin logró recordar su pasado.
Recordó sus travesuras de niño y como con estas molestaba a sus amigos. Recordó a las personas que crecieron junto a él, a su hermano Mat, sus amigas Madison, Jess y Nat.
Sobre todo, lloró porque reconoció al chico que tenía enfrente, porque después de tanto tiempo, ambos pudieron al fin cumplir la promesa de volver a verse.
— ¡Adam! —Exclamó entre risas. Se le abalanzó para abrazar a su viejo amigo, lo que provocó que cayeran al piso; no tenía ganas de volver a soltarlo, ni mucho menos de perderlo—. Han pasado años desde la última vez que nos vimos, ¡Dios! Me sentía tan encerrado, yo...
»No tienes idea de lo feliz que me hace verte de nuevo.
—Ven aquí, Tommy, —Ambos rieron y alargaron el abrazo. Suspiraban al sentir al otro tan cerca, recibir su olor y su calor. El rugido del estómago de Thomas por el hambre los interrumpió—. Cierto, debes estar hambriento.
—No tienes la menor idea, —comentó al separarse de Adam y colocarse en la mesa para desayunar—. Siento que no he comido en años.
—En cierta parte no lo has hecho. —Le respondió mientras servía la comida.
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ARMAGEDÓN
Ciencia FicciónAl reencontrarse con Adam, Thomas Hoffman deberá prepararse para luchar y defender su planeta; de la amenazante llegada de los visitantes espaciales. 👽 Thomas nunca se imaginó que, la llegada de un fantasma del pasado llamado Adam Blum; alteraría s...