ARMAGEDÓN

👽 El Peligro de Eternidad 👽

—Lisa, es cierto lo que digo, —comentó Michael a mitad del desayuno. La mañana era preciosa, el sol resplandecía y el clima era agradable, el chico explicaba lo que pasó la noche anterior, con la esperanza de que no pensara que había enloquecido; pues concluyó que eso pensaría cualquiera que lo escuchara decir tales disparates—. En verdad apareció un ovni, ¡Lo vi marcharse al bosque!

— ¿Estás seguro que no confundes el sueño con lo que te sucedió? Puede que sin querer, mezclaras las cosas sin notarlo.

—Está bien, no me crees y lo sé, ¿Por qué estás cosas me pasan siempre que estoy sin nadie cerca?

—Yo no dije eso, —respondió deprisa, con una sonrisa burlona como si se hubiese visto descubierta—. Si tú lo dices te creeré.

— ¿Hablas en serio o solo lo dices para llevarme la corriente?

—Hablo en serio, Mich; después de todo este mundo es inmenso, lleno de incontables misterios que tal vez no logremos descubrir.

»Ahora imagina por un segundo todo ese panorama, que se extiende hasta llegar a una escala universal, me parece algo fascinante y, lo mejor, es que las cosas más increíbles siempre les ocurren a las personas increíbles.

— ¿Y cómo estaré seguro de ser alguien increíble?

—Esa es la parte que no todos descubren, —le respondió ella, levantándose de la mesa—. Que, sin excepción, todos lo somos a nuestra manera, no lo olvides.

—Tú eres increíble, Lisa.

—Lo sé, —comentó con una pequeña risa, le hizo un guiño a su hermano y se acercó para besarle la frente—. Tú también lo eres; y yo debo serlo ya que soy la hermana mayor de un escritor, el creador de mundos y universos más allá de nuestra comprensión.

—Es como ser Dios y el Diablo al mismo tiempo.

—Aún no soy fan de ese concepto, —recogió los platos y cubiertos para lavarlos—. Aunque admito que en cierta parte tienes razón.

— ¿Quieres que te eche una mano?

—No te preocupes, cariño.

—Está bien, —al levantarse, el chico se ocupó de ordenar la mesa con la intención de ayudar a la chica, a pesar de lo que ella le dijo—. Me encerraré en mi habitación, estaré ocupado un rato.

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El John F. Kennedy Space Center (KSC) en Merritt Island, Cabo Cañaveral era un lugar muy concurrido. El olor del café, siempre presente que intentaba aligerar el entorno pesado que, a veces llegaba por el estrés de sus empleados sin embargo, muchos secretos se ocultaban a simple vista de la mayoría del personal.

Las instalaciones contaban con subniveles que eran de gran importancia para Williams y su equipo. Las oficinas del subnivel cinco eran áreas dedicadas al procesamiento de los datos que recolectaban con los equipos operativos, entre ellos el más importante hasta ahora, el telescopio espacial James Webb.

—Es impresionante lo lejos que hemos llegado los últimos meses, —comentó Javier, uno de los delegados principales de dicha zona—. Es maravilloso que...

—Joven Reyes, —interrumpió el coronel Gabriel Velásquez; un viejo lobo de guerra que vigilaba aquella sala, supervisaba el trabajo del área para asegurarse de mantener un ritmo fijo y estable—. Ya le he dicho que preste atención a lo que transmite el monitor, imagino que no desea ser reemplazado.