36._Lágrimas

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-Pisa con cuidado. Espero poder conseguir unos zapatos para tí- le decía la mujer a Mary que seguía temblando de frío, pero mucho menos que antes- Aunque lo primero que te conseguiré será algo caliente. Ven. Camina despacio.

Era una mujer amable, sin duda. Mary la contempló un momento, pero después puso atención a su alrededor. Varias fogatas ardían aquí y allá y la gente se acurrucaba entorno a ellas. Algunos niños corrían por ahí improvisando juguetes con lo que encontraban. La mayoría de hombres en el sitio parecía estar llevando madera, pescado y otras cosas de un lado a otro. No habían muchos y Mary pronto recordó el porque llevando sus ojos a la montaña. Después de una corta marcha, la muchacha, notó que algunos la observaban con curiosidad. Mary gritaba, con su aspecto, era una forastera. La mujer que la rescató la hizo sentarse junto al fuego para que entrara en calor. Allí le dieron un cuenco de madera con un caldo de pescado.

-Come un poco- le dijo la señora que la venía cuidando- Su aspecto ni el sabor son el mejor, pero te quitará el frío.

Mary se acercó el recipiente a la boca y bebió. En su vida había comido algo tan insípido y con un olor tan fuerte, pero no quería ofender a la mujer ni a nadie ahí. Veía a las demás personas verla y murmurar. El caldo estaba un poco salado, pero hizo efecto. Mary sintió calor en sus manos y en sus entrañas, aunque sus pies seguían muy fríos. La señora que la rescató le pidió la esperara allí, pues iría a buscarle algo de ropa para que se cambiara. La gente, pese a todo no fue desagradable con ella y a media que el sol les permitía ir entrando en calor, el ánimo de todos iba mostrándose un poco más alegre.

Cuando la mujer volvió llevó a Mary a un sitio donde poder cambiarse. Asi la muchacha acabó vistiendo como una mujer del lago. La ropa se le hizo pesada, un poco áspera y sobretodo algo incómoda para ella que no estaba habituada a ponerse tanta cosa encima. Lo peor fueron los zapatos que no solo le quedaron pequeños, sino que también eran duros a más no poder. No se quejó. Cuando acabo de vestirse, salió para reunirse con la amable señora viendo, en ese instante, pasar a un elfo cargando unas herramientas de carpintería. Rápido fue hacia él para hablarle, pero ese elfo o no la escuchó o no la ignoro porque siguió su camino como si nada. Entonces, y en vista de que vestida así sería tomada por una mujer cualquiera, Mary recurrió a saludarlo, en voz alta, pero en elfico consiguiendo que él volteara a verla y se mostrará muy extrañado de que ella hablara en su lengua. Todo ese tiempo Mary había estado oyendo esa lengua y aunque no era mucho había aprendido algunas frases y palabras solo que nunca quiso ensayarlas con los elfos por una razón muy simple: si creían ella no entendía nada hablarían sin temor cerca de ella y podría enterarse de cosas o al menos estar alerta ante ciertas expresiones.

-Niña...¿qué haces?- murmuró la señora cuando la alcanzó. Llevaba con ella el camisón de la muchacha, prenda que solo en ese momento obtuvo su atención.

-Mí nombre es Mary- le dijo ella al elfo- Soy la huésped de tu señor Thranduil y necesito me lleves con él.

El elfo arqueo una ceja. Todo el reino del bosque sabía había una mujer humana viviendo en el palacio. Todos sabían llevaba por nombre Mary, pero no todos la habían visto. El elfo fue cauteloso. Le pidió lo siguiera para llevarla con los otros y asegurarse de que estuviera diciendo la verdad. Mary se despidió de la señora dándole unas sinceras gracias que ella aceptó, pero que la dejaron un poco confundida. Miró el camisón de dormir entre sus manos y lo guardó porque era una prenda bonita.

El grupo de elfos que se reunió entorno a Mary le hizo un par de preguntas que ella contestó de forma satisfactoria, sin embargo, no estaban seguros de si debían llevarla con el rey en ese momento debido a las circunstancias en las que este podía estar allá, en la montaña. No habían recibido noticias, los emisarios que habían enviado aún no retornaban y el día anterior se había llevado acabó una batalla. Ante la incertidumbre los elfos prefirieron esperar un poco. Como Mary era para Thranduil una invitada, los elfos no permitieron ella se quedara con las personas del lago acondicionando para la mujer una tienda en la que pudiera descansar. Uno de ellos notó las pequeñas heridas en Mary y se preocupó de atenderlas.

El calabozo de los elfos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora