One-shot V: Wagon diner

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One-shot dedicado a Hoshi-san

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Cuando formas parte del club de la adolescencia existen ciertas ventajas y desventajas, pero nos enfocaremos más en lo positivo, una de las ventajas de entrar en la adolescencia (además de que te crece cierta cantidad de vello en el cuerpo) era que ahora sus padres les dejaban usar el auto para visitar a algunos de sus familiares o para hacer un viaje donde quisieran luego de que éstos volvieran a casa tras un merecido descanso de fin de semana para tener una de sus tantas aventuras románticas.

El viaje que harían ese fin de semana sería largo, casi diez horas si es que no decidían hacer una parada en el camino, algo que Malcolm intuyó que haría varias veces durante todo el trayecto y más si Reese lo acompañaba. Podía ver la sonrisa dibujada en el rostro de su hermano mayor, estaban a unos minutos de llegar a esa vieja cafetería al costado de la carretera en medio de la nada, nunca pensó que encontraría algo peor que los establecimientos de comida rápida que estaban en su ciudad; sin embargo, el camino le mostró lo contrario.

Según su hermano (y por lo que le habían comentado) dicha cafetería tenía un encanto difícil de encontrar en el área donde vivían, si es que infringir la mayoría de las normas sanitarias de cualquier establecimiento de comida podía llamarse encanto.

-¡Ahí está!-gritó Reese emocionado como si fuera un niño al que le acababan de dar un juguete nuevo. Malcolm estacionó el auto frente a la cafetería, ambos bajaron del vehículo, el menor pensó en entrar únicamente para pedir un vaso de agua con hielo y nada más.

-Nunca entenderé porque querías venir a este lugar-Reese tomó a su hermano de la mano y sin siquiera detenerse a pensarlo, los dos entraron a la cafetería.

Se sentaron en la cabina que parecía "menos sucia y polvorienta", Malcolm miró de soslayo a las personas que comían en ese lugar: la mayoría de ellos eran principalmente camioneros, motociclistas, hippies, incluso alguna que otra persona en situación de calle. Por otro lado, Reese estaba observando el menú pensando en lo que ordenaría, realmente sentía hambre, la mesera que estaba a cargo de atender a las personas en ese lugar se acercó a ellos, Malcolm de paso se preguntó porque seguían usando ese viejo uniforme que parecía sacado de una película de los años cincuenta.

-Y ¿qué vas a ordenar, cariño?-preguntó la mesera en un tono amable, aunque acompañado de una voz un poco áspera como si hubiera estado fumando no hace mucho.

-Solo quiero un café y un sándwich, por favor-respondió Malcolm sin siquiera molestarse en mirar el menú,

-Bien ¿y para tu novio?-dijo la mesera usando el mismo tono de voz, Malcolm no pudo evitar sonrojarse ante esa pregunta, estaba a punto de corregir tal error ¿qué demonios le hizo pensar que él y Reese estaban saliendo? pero antes de que pudiera hablar, su hermano lo interrumpió.

-Quiero una hamburguesa con papas fritas y una malteada, por favor-le dijo a la mesera. Ella anotó las ordenes en una pequeña libreta que luego guardaba en el bolsillo de la falda de su uniforme y se retiró, no sin antes avisarles que todo estaría listo en unos minutos.

Durante un par de minutos, Malcolm no habló ni hizo comentario alguno sobre el malentendido que acababa de pasar, odiaba tener que organizar su cerebro o sobre pensar las cosas haciéndole imposible hablar en muchas ocasiones.

-¿Por qué no le dijiste que somos hermanos?-le preguntó Malcolm a Reese en voz baja.

-¿Qué diferencia habría hecho?-respondió Reese jugando con unos sobres de azúcar que estaban sobre la mesa-después de todo, solo somos unos viajeros más. No es como si ella nos recordara después de unas horas-

-Bueno, eso es cierto, pero aun así...

-Oh, vamos, Malcolm. Cada viaje que hagamos tiene que ser una aventura, no una razón más para pelear-lo interrumpió su hermano antes de que pudiera decir algo más-y si el viaje que hicimos al Burning Man nos enseñó algo es que el camino nos permite ser quienes queramos-sonrió mientras tomaba las manos del menor.

Y lo que decía era cierto, en ese momento, en ese lugar donde nadie se fijaba en ellos o ni siquiera los conocían, podían ser quienes quisieran. Se miraron por más tiempo del necesario, jugaron con sus manos sintiendo una cálida sensación al entrelazar sus dedos, se sentía tan incorrecto pero a la vez tan bien, Malcolm estaba inmensamente feliz, supuso que así era como se siente una persona cuando se enamora, por un momento se perdió en el verde de los ojos de su hermano, pensó seriamente en besarlo, en quitar esa barrera que los separaba, finalmente sería valiente y lo haría, por fin lo haría.

Pero antes de que pudieran hacer algo, unos pasos se acercaron a la cabina donde estaban sentados, por lo que tuvieron que separarse rápidamente fingiendo que nada había sucedido.

-¡Orden lista para el joven galán y su novio!-dijo la mesera mientras dejaba la comida en la mesa.

Lamentablemente tuvieron que soltarse las manos para empezar a comer, hablaron de las mil y un cosas que se le ocurrían a Reese. Mientras bebía su café, Malcolm pensó que tal vez esa cafetería no estaba tan mal. Luego de terminar de comer y pagar lo pedido, ambos se despidieron de aquella mesera que se había tomado la molestia de atenderlos, ella se despidió de la (desde su punto de vista) joven pareja deseándoles suerte en su viaje.

Apenas salieron del establecimiento, caminaron de la mano hasta el auto sin importarles mucho lo que la gente pensara o dijera de ellos, al fin y al cabo no los conocían y mientras estaban en la cafetería se prometieron que en ese viaje serían lo que quisieran sin preocuparse por la opinión de los demás.

Se subieron al auto, esta vez Reese se sentó en el asiento del conductor mientras que su hermano menor se sentó en el asiento del copiloto, ahora sería su turno de conducir por unas horas o al menos hasta encontrar una nueva parada, por mientras dejaría que Malcolm descansara un poco, después de todo había estado conduciendo desde que salieron de su casa. 

Flufftober Wilkercest 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora