One-shot XVIII: Hug

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La vida es injusta, de eso no hay dudas.

Había momentos en que los días eran difíciles, días en que Malcolm quería jalar su cabello, quería gritar, llorar, lo que fuera para desahogar su pena, a veces miraba al cielo y se preguntaba porque a él (y precisamente a él) que era tan introvertido, le pasaban cosas tan...

Incluso con su extenso vocabulario, ni siquiera pudo encontrar una buena palabra para definir cuán deteriorada estaba su mente en ese momento, tan pronto como llegó a casa de la escuela, arrojó su mochila, fue al jardín trasero y se dejó caer sobre su espalda en el césped jadeando con un poco de desesperación y un ligero dolor de cabeza.

Desde el interior de la casa, más específicamente, desde la cocina, podía escuchar la sartén y algunas ollas hirviendo en la estufa y un delicioso aroma a comida le llegaba a la nariz. Aunque estaba demasiado pensativo para notar la presencia de su hermano que había detenido lo que fuera que estaba haciendo en la cocina para mirarlo con curiosidad.

Reese estaba a punto de hablarle cuando lo vio entrar cabizbajo, arrojó su mochila a la sala (su madre lo regañaría otra vez por dejar sus cosas a medio camino) y luego se llevó las manos a la cabeza mientras se frotaba las sienes. La introversión (y a veces las ganas de hablar fuera de lugar) le jugaban en contra a la hora de relacionarse con otras personas, eso lo sabía mejor que nadie.

En ocasiones anteriores, de haberlo encontrado en ese estado, Reese se habría reído y hasta burlado de la penosa situación que atravesaba su hermano menor. Pero ahora algo le decía que no era una buena idea hacer eso, que debía ser un buen hermano, acercarse y tratar de animarlo. No podía negar que había momentos en los que era adorable verlo ponerse nervioso cuando intentaba acercarse a una chica que le gustaba o sus torpes intentos de parecer cool o interesante, como esa vez en que quería ser un idiota toda la semana solo para tener una cita con Alison, pero también sabía lo difícil que era para él encajar y querer ser un chico normal una vez en su vida.

-Hey, anímate, Malcolm-dijo Reese colocándose detrás de él-mañana podría ser un día diferente-

-¿Ah sí? eso me lo dijiste ayer y todos los días anteriores a este ¿qué podría ser diferente ahora?-respondió el menor con voz ronca, por un segundo, Reese intuyó que estaría a punto de romper en llanto, pero hablarían de eso más tarde, ahora debía concentrarse en animar a su hermano.

-Bueno... quizás hay algo de diferente.

-¿Cómo qué?

-Como esto-sin previo aviso y aprovechando que el cuerpo de Malcolm aún estaba tendido en el césped, se colocó encima de él colocando sus piernas a cada lado de su cintura, tomó sus manos ayudándolo a levantarse hasta quedar frente a él para luego atraerlo en un fuerte y reconfortante abrazo que logró sacarlo de su burbuja depresiva. Pudo sentir ese aroma tan característico de su hermano, una dulce mezcla entre manzanas verdes, azúcar y esa loción que siempre olvidaba su nombre que logró transportarlo por un momento lejos de ahí, una lágrima murió en sus ojos siendo reemplazada por una pequeña sonrisa y luego correspondió el abrazo, aferrando sus manos detrás de su espalda-¿ves? eso también pasa todos los días-añadió-y no te oigo quejarte de eso, Malcolm. Ven a cenar, te estamos esperando, hablaremos de esto más tarde-

Reese caminó de regreso a la cocina, Lois empezó a llamar a los chicos para que vinieran a comer, Malcolm sonrió con una mirada de tristeza que pronto fue reemplazada por felicidad, a veces tenía miedo, miedo a fallarle a su madre, a él, a Francis y a Dewey, y al mismo tiempo deseaba poder parecerse un poco a más a Reese. Por ahora, dejó salir todos sus miedos con un suspiro y entró a la casa luego de que su hermano mayor desapareciera por la puerta que daba al jardín trasero, claro, de una cosa estaba muy seguro.

Que un abrazo a veces puede ser un gran consuelo. 

Flufftober Wilkercest 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora