Pero si Hyun creía que algo en aquella empresa iba mal, su instinto se disparó cuando bajó al estacionamiento y vio al joven apoyado en una de las paredes. Intentaba cambiarse los zapatos por unos tenis bajos, pero las manos le temblaban.
Estuvo tentado a hablarle, pero algo en él todavía se resistía a dejarse llevar por los problemas ajenos. Tenía una nueva empresa que dirigir, si quería que Saeng se sintiera mejor solo tenía que arreglar su empresa, no la vida personal de él.
Finalmente lo vio ajustarse el abrigo y salir al frio de la calle.
Lo miró desde lejos y vio que no tomaba un taxi ni un autobús, así que probablemente viviría cerca. No tenía idea de lo equivocado que estaba, porque Saeng no vivía ni remotamente cerca, simplemente no podía darse el lujo de pagar ningún tipo de transporte.
Durante cuarenta minutos el muchacho caminó en medio del frío de un invierno crudo, y para cuando por fin llegó a su edificio ya casi estaba oscureciendo.
"Buenas tardes, señora Gaya".
Saludó con amabilidad a la anciana de casi setenta años que cuidaba a su hija."¿Cómo han pasado el día? ¿Cómo se portó mi princesa?"
Saeng levantó en brazos a su hija y le dio muchos besos, abrazándola como si solo eso pudiera aliviar todo el dolor de su corazón."Todo ha ido muy bien, hijo. SuJin es una niña muy buena, y se ha portado como un angelito. Solo que... ya sabes... a esta hora tenemos hambre".
Le dijo la señora. Saeng le sonrió con dulzura."No se preocupe, señora Gaya, enseguida haré de cenar".
Gaya era también una especie de ángel. No tenía familia y vivía de su jubilación, pero ya había muchas cosas para las que no tenía fuerzas. Vivía en la puerta de al lado, y cuando Saeng se había quedado solo había sido la única en ayudarle. Ahora, cuidaba a la pequeña SuJin por el día, a cambio de que Saeng la ayudara con todas las labores de la casa, así que apenas llegaba del trabajo, el muchacho se ocupaba de todo: limpiar, cocinar, lavar, hacer los mandados...
Así que se puso a hacer la cena mientras su hija daba pequeñas patadas al aire al escucharlo cantar. No tenía muchos motivos para hacerlo, pero no quería que SuJin olvidara su voz por pasar tanto tiempo sin él.
Muy pronto el pequeño departamento estaba impregnado del olor de un guiso hecho con mucho amor, aunque poca carne. Después de comer se despidió de la señora Gaya y se llevó a su hija a su pequeño departamento. La renta había sido pagada por un año, así que le quedaban aun un par de meses para ver dónde viviría después.
Le dio un baño calentito a su hija, le cantó y la meció, tratando de transmitirle cualquier cosa menos aquella tristeza que le atenazaba el alma. Apenas SuJin se durmió, la acostó en su bambineto sobre el único colchón que tenía. Se lo habían regalado en la iglesia más cercana, pero no tenía cama sobre la que ponerla así que estaba en el suelo. Sabía que ni siquiera era un hogar cómodo, pero al menos podía proveerles calor, un techo a él y a su hija.
Revisó las cuentas de pago y trató de aguantarse las lágrimas viendo que no lograría llegar a fin de mes. Entre la factura que pagaba mensualmente del hospital, los gastos de la niña y de la casa, apenas le quedaba dinero.
"No puedo sacrificar la electricidad, ni la calefacción... Y menos la fórmula de SuJin, sus pañales... Dios, ¡¿qué voy a hacer...?!"
Durante un largo minuto la angustia lo dominó y se permitió llorar, pero luego tomó la decisión que le pareció más lógica: tenía que comprar menos comida para él. En la oficina había café y panecillos... podía comer eso.
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Todo por una piadosa mentira.
Fanfic¿Qué haces cuando tu vida parece caer en el fondo del Abismo una y otra vez, por la persona que creías que te amaba? Y llega alguien que te salva de llegar a lo más profundo, abriendo un mundo maravilloso. Pero por malos entendidos del pasado, se fr...