Capítulo 3: La biblioteca

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Becky sentía que lo que tenía con su vecina se había convertido en una guerra constante

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Becky sentía que lo que tenía con su vecina se había convertido en una guerra constante. Las pocas veces que se veían la niña blanca le apartaba la mirada con furia, mientras la mujer le sostenía la mirada sin emoción alguna. Muchas veces, esa mujer iba a su casa, pues compartía tiempo con su madre enseñándole cosas sobre floristería y jardinería, por lo que pasaban mucho tiempo juntas al día, y cada vez que eso pasaba Becky estaba en la universidad, o se encerraba en su cuarto para no tener que ver a esa mujer cerca ni estar obligada a decirle una palabra. Ella aún no sabía ni si quiera su nombre, era demasiado tímida para preguntarle a su madre porque temía que notase su repentino interés en la vecina y le obligara a pasar tiempo con ella. Que tuviese curiosidad por ella no significaba que quisiera tenerla cerca, esa mujer, para Becky, era el mal encarnado. No la soportaba, era el ser más chocante que había conocido en su vida, la persona más grosera e irritante; pero a la misma vez, le parecía la mujer más hermosa que hubiese visto jamás. De todas las formas que la veía para Rebecca era exageradamente hermosa, en cualquier atuendo que ocupase, con el cabello atado o suelto, con gafas o sin gafas, con gorra o sin ella, era hermosa, y también demasiado molesta.

Ellas no habían vuelto a dirigirse la palabra, pero de alguna manera, a pesar de sus sentimientos negativos con ella, Becky esperaba verla a través de su balcón algunas veces al día.

Ella observó el cardigan beige en el cabecero de su cama y lo tomó sintiéndose extraña dentro de su corazón cuándo buscó ese aroma a flores nuevamente y aún estaba ahí, su perfume era exquisito, tanto que a Becky (aunque no soportase admitirlo) le encantaría oler aquello directamente de su piel. Sus manos eran muy suaves, su piel, su textura debería ser igual. Okay, si, su maldita vecina era irritante, pero físicamente ella no lo era, y aunque era una mujer y la británica no lo entendía, le atraía, le llamaba la atención de una manera que ninguna persona pudo hacerlo. Rebecca miró fijamente la 'F' grabada en el sweater y suspiró " ¿Cuál es tu nombre idiota? " Preguntó irritada, irritada consigo misma por sentirse así con una mujer tan odiosa como su vecina. De repente, los pensamientos de Becky comenzaron a volar, recordando la forma en la que aquellos labios encantadores habían pronunciado su nombre. " ¿De verdad mi madre te lo dijo? " Pensó en voz alta "Obvio. Si no, ¿de que manera lo sabrías? " Dijo sintiéndose estúpida, antes de tirar el cardigan a un lado, justo cuando el coche negro se aparcó en el frente de su casa. Becky rodó sus ojos.

A penas bajó del coche, la mujer miró con dirección a la ventana. La niña Armstrong respiró hondamente tratando de relajarse. La mujer hacía eso todo el tiempo desde aquella vez en la puerta de su casa, ella siempre la miraba como tratando de decirle que estaba viendo lo que hacía, era como una manera de amenazarla, por lo que Becky se enojaba cada vez más, y tenía muchas ganas de hacer enojar a esa mujer tanto como la irritaba a ella, pero al mismo tiempo le tenía miedo, pues ella había dicho que la acusaría con su padre, además, tampoco sabía que de bueno podía obtener molestando a 'la encantadora' hija de la señora Chankimha, no sabía quién era, ni por qué no le agradaba, pero a demás de su comportamiento era esa razón por la cual le irritaba a Becky.

Butterflies (freenbeck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora