Capitulo 1: La Llave

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—Simon ya tiene la llave del sótano –le dijo Valeria a Marianella mientras buscaba en su mochila la carpeta de Lengua.

—¿Qué llave?

— La del sótano, nena.

Mar sintió un escalofrío. ¡Siempre le pasaba lo mismo! Le pareció que todos los chicos la miraban, que la maestra la miraba, que la Directora también la miraba a través de las paredes. Estaba segura de que todos habían escuchado lo de la llave y que estaban esperando que ella diera una buena explicación.

—¿Para qué sirve la llave, Marianella? –preguntó la maestra que estaba haciendo un análisis sintáctico en el pizarrón. Todo estaba perdido: había escuchado.

—Yo no fui, seño, fue… –se apuró a decir. La interrumpió una carcajada general.

—La llave que dibujé en el pizarrón, ¿para qué sirve? –repitió la maestra.

—¡Ah! Yo creí que usted hablaba de la llave...–ahora la interrumpió una patada de Valeria–. La llave sirve para marcar el sujeto.

—Bien, Marianella. A ver si se despierta, m’hijita.

— ¡Imbécil! Casi lo arruinás todo –susurró Valeria.

—Es que estaba pensando en el sótano. Perna… nos van a pescar.

—No nos van a pescar nada y nos vamos a re divertir, cortala.

—¿No lo podemos dejar para el año que viene?

—¿Sos idiota? ¡Mirá si vamos a venirnos del secundario a ratearnos al sótano de esta escuela!

Vale odiaba cuando Mar  se perseguia y se asustaba. Pero Mar era su mejor amiga desde primero… Y además, cuando se le pasaba el miedo, hasta era divertida… Y además, ella no iba a ir sola con los dos chicos para que la verdugueen todo el tiempo…
Aparte, los chicos no iban a querer y ella también tenía un miedo bárbaro mezclado con unas ganas bárbaras de ir. No era cuestión de achicarse ahora y tener que bancarse el gaste de Simon y Thiago.

Valeria tenía cosquillas en el estómago. Faltaban años para que llegara el día siguiente. Les iba a decir a los chicos que fueran esta tarde a su casa para planear bien todo. No, mejor a casa de Thiago, que seguro el padre no estaba. No, a la casa de Thiago tampoco. Mejor reunirse en la plaza. La plaza era el lugar más seguro.
Rompió una hoja borrador y escribió: “Esta tarde a las cinco nos encontramos en la placita”. No la firmó, por si alguien la leía, y se la pasó a Mar.

— ¿No iba a ser mañana? –le preguntó Mar después de leerla.

—Hoy es para organizarlo todo, pasala.

—¿Organizar qué?

—¡Pasala!

—¿A Simon? –volvió a preguntarle Mar.

—No, a la maestra –se burló Vale.

Definitivamente, hoy Mar estaba distraida. Valeria le sacó la nota, se estiró por detrás de Mar y le pasó el papelito a Simon por debajo del banco. Esperó de reojo la respuesta de un okey que llegó enseguida. Listo.
¡Uy!... no había copiado nada de lo que había en el pizarrón, ¡y Mar tampoco! Empezó a escribir a mil.

De repente le cayó un bollito de papel sobre la hoja. Lo abrió. Era el mismo papel que ella había mandado y traía la respuesta: “Voy a estar ahí a las cinco en punto. Gracias por invitarme”. Miró a Simon para decirle que había recibido la respuesta, pero él estaba copiando.

Miró a Thiago, pero el susodicho estaba leyendo una revista. ¿Quién había mandado esa nota? Todos los chicos estaban haciendo el ejercicio, o fingiendo que lo hacian.
Escuchó una risita atrás suyo. Se dio vuelta y ahí estaba Luna, saludándola con esa horrible mano de uñas comidas. ¿Cómo diablos había hecho para agarrar el papel? ¿Cómo sabía que ella lo había escrito? Seguro que la había visto cuando lo pasaba. Siempre estaba con las antenas paradas para enterarse de todo.

Tenían que cambiar de lugar: plan que Luna descubría era plan arruinado. Pero mejor lo arreglaban a la salida, ¡y que Luna fuera a la plaza si quería! Por lo pronto, ya estaba enterada de que tramaban algo. ¿Sabía quiénes? ¿Sabía qué? Lo único seguro era que intentaría enterarse de todo.

Sonó el timbre de salida. Valeria guardó todo en la mochila y se acercó al banco de los chicos.

—En la plaza no se puede –les dijo–. Se enteró Luna.

—¿Luna? – Simon no lo podía creer– ¿Cómo hizo la medialuna para leer el papel?

—¿Cómo hizo? ¿Cómo hizo? Lo leyó – Thiago estaba furioso–. Lo leyó porque ustedes son dos salames que se andan pasando papelitos delante de ella.

—¡Pero yo me lo guardé en el bolsillo! –se defendió Simon–. ¿Qué tiene Luna, rayos láser?

—No, ella no tiene rayos láser, vos tenés el bolsillo agujereado, gil –le contestó Thiago.

—Bueno, paren gatos. Lo que es seguro es que hay que cambiar de lugar –dijo Valeria.

Podemos reunirnos en casa –propuso Simon.

—¿Para qué vamos a ir a tu casa...? –sonó la vocecita chillona de Luna en sus orejas.

—Para matar a una buchona metida, ¿querés venir? –le contestó Thiago.

—¡Tarado!

Y con esa respuesta, Luna se fue a formar, ofendida, pero con la oreja atenta a pescar en qué andaban sus compañeros.

El encuentro de esa tarde estaba resuelto: a las cinco en la casa de Simon. Se despidieron en la puerta después de recomendarse mil veces que nadie hablara del asunto ni con el espejo.

☆Hola!! Acá les traigo un nueva historia, pero esto es más que una nueva historia, es una versión de la saga de libros que marcó mi infancia "CAIDOS DEL MAPA".
En esta versión los shippeos son Simonella y Thiagueria.
Espero que les guste!!

Psdt: El Thiagueria es mi shipp frustrado


Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora