Capitulo 7: Espiando

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En cuanto salió del aula, Luna fue, primero, al baño. ¡A ver si le agarraban ganas cuando estaba en el sótano...! Ahí, seguramente, no había baño.
Después salió canturreando con disimulo como para volver al aula, pero cuando pasó por la puerta del sótano, giró y entró. Cerró con cuidado para que los chicos no pudieran escucharla y se quedó parada contra la puerta, conteniendo la respiración. No podía ver ni sus propios pies. Dio un paso cortito, con las manos extendidas hacia adelante para tantear cualquier obstáculo y se volvió a parar. Podía sentir los golpes de su corazón y escuchar el resoplido de su respiración de nariz
tapada, como siempre.          Esforzó el oído para escuchar las voces de los chicos, pero no oyó nada. Tanteó con el pie en busca de la escalera. Avanzó otro poco apoyándose en la pared. La mano se le enredó en una telaraña.
Luna empezó a sacudirse para sacársela. La tela se le pegó en la cara. Tuvo ganas de vomitar. Se detuvo y respiró lentamente tratando pensar en algo lindo para que se le pasara el asco y el miedo. Se imaginó la cara de los chicos cuando la vieran, las felicitaciones de la maestra, de la Directora, de su mamá…

Más tranquila, siguió avanzando, esta vez sin tocar las paredes, solo tanteando con el pie. Encontró el pozo y se asustó cuando su pie pisó el vacío. Cruzó con cuidado por el tablón y llegó al primer escalón de la escalera. Abajo se veía un reflejo, sombras…

Escuchó una voz. No entendía bien lo que decía, pero seguro que era la voz de Valeria.

Se detuvo para escuchar mejor. Desde su escondite no podía ver nada, pero si ponía atención, seguro que iba a oír lo que decían.

La voz de Valeria otra vez:

—Mirá si abrimos el cajón y encontramos un tesoro – Vale estaba asomada sobre los otros tres que intentaban desenredar el cable, pero Luna no podía verla.

—Sí, claro, y vamos a ver a la Dire y le decimos: “Mire Dire, nosotros nos rateamos en la hora de Geografía, pero encontramos un tesoro, ¿no quiere un poquito”? –se rió Mar.

—No, nena, no le decimos nada a nadie.

¡Con que habían encontrado un tesoro y se lo pensaban guardar…! ¡Ja! ¡Ahora van a tener que compartirlo conmigo!, pensó Luna.

—¡Dale! En el cajón hay un tesoro, y vos sos una princesa embrujada –le dijo Thiago a Vale.

¡Thiago le había dicho princesa! Valeria no lo podía creer, y Luna se mordió un dedo en la oscuridad para no gruñir.
¿Princesa esa tarada? A Thiago la humedad le había afectado el cerebro.

—Y cuando abrimos el cajón… te convertís en sapo –siguió Thiago como si la hubiera escuchado.

—Y vos en microbio –le contestó Vale furiosa.

—Y vos en cucaracha.

—Y vos en mosquito.

—¡Sííí…! ¡Soy el mosquito picador! ¡Psss! ¡Psss! –y zumbando, Thiago empezó a perseguir a Vale para picarla o para pellizcarla que era lo mismo.

Mar y Simon se miraron. Ese juego no era para ellos. Simon se encogió de hombros, Mar le sonrió. Esta vez el que se puso colorado fue Simon y empezó a desenredar el cable a toda velocidad. Mar lo quería ayudar. Lo que desenredaba uno lo enredaba el otro.

¡Ufa! ¡Qué idiotas!, pensaba Luna. ¿No tienen nada mejor que hacer qué correr y reírse? Eso para ella no era muy interesante. ¡Bah!... si pudiera ver lo que le estaba haciendo Thiago a Vale, a lo mejor sí. Pero no veía nada. Mejor bajar un poco más.

Bajó dos escalones y se sentó. Tampoco desde ahí podía ver, pero no se animó más por miedo a que la descubriera

Thiago y Vale se cansaron de correr y volvieron con los chicos.

Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora