Capitulo 2: La Fiesta

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Si se iban a encontrar esa tarde debía ser para algo importante, iba pensando Luna, mientras golpeaba las paredes con el rollo de cartulina que había llevado para hacer la lámina del aparato respiratorio. La maestra no había dado ningún trabajo en grupo, así que no se iban a reunir para hacer tarea. Tampoco era el cumpleaños de nadie. No iban a ir a la plaza para andar en bicicleta, porque cuando los chicos salían en bici siempre iban solos, no con las chicas.

Si iba Valeria, seguro que también iba Marianella, porque siempre andaban juntas.
Y si iba Simon, seguro que también iba Thiago, porque a Simon solo, nunca se le ocurría nada.

Había cuatro, seguro, en esa reunión, pero, ¿iba alguien más? Eso lo podía averiguar por teléfono. Podía llamar a uno por uno y preguntarles si esa tarde iban a la casa de Simon.

¿Y si todo el grado iba a la casa de Simon y no la habían invitado? No. No creía. Nunca nadie había podido organizar una fiesta sin que ella se enterara.
No era una fiesta, aunque... ¡la fiesta la podía organizar ella! Aunque, si ella no podía ir a lo de Simon porque no la habían invitado, lo que sí podía hacer; ¡era arruinarles la reunión, o la fiesta, o lo que fuera!

Contenta con su idea guardo la cartulina en la mochila y apuró el paso. Tenía poco tiempo, si quería que todo saliera bien.

A las cinco de la tarde, sonó el primer timbre en la casa de Simon. Simon atendió el portero eléctrico y escuchó la voz del padre de Mar.

-Simon..., ¿está tu mamá?

-Se está bañando -mintió Simon rápidamente.

-Bueno. A las siete la vengo a buscar.

Simon salió a esperar a Mar al ascensor.

-¡Hola! -saludó, mientras abría la puerta del ascensor con un aparatito de control remoto que acababa de inventar-. ¿Cómo hiciste para que te dejaran venir?

-Le dije a mi papá que teníamos que preparar un trabajo en grupo para Naturales -dijo Mar mientras intentaba cerrar la puerta del ascensor-. Che, se trabó la puerta -avisó.

-Ya sé. Mi control remoto sirve para abrirla, pero se traba en la mitad y después no cierra. Lo tengo que perfeccionar.

-¿Lo hiciste vos? -a Mar le sorprendían los inventos de Simon, aunque no podía entender cómo le divertía perder el tiempo con eso.

-Sí, nena, ¿no te acordás que te conté? Pero así no sirve. Para mí, es la botonera. Esperá que lo desarmo.

Simon se metió en su casa y dejó a Mar forcejeando con la puerta del ascensor.

-¡Payasito! -gritó Mar-. No la puedo cerrar.

Pero Simon ya estaba sumergido en su control remoto con pinzas raras, destornilladores y alambres. Mar tuvo que entrar a buscarlo.

-Te digo que la puerta no cierra perno -le repitió.

-Bueno, dejala así.

-¿Abierta?

-Sí, ahora voy.

-¿Por qué no llamás a tu mamá? -sugirió Mar que ya se estaba irritando.

-Porque no está -le confesó Simon sin sacar la nariz del soldador.

-¿Pero no se estaba bañando? - estaba cada vez mas nerviosa.

-No. Dije que se estaba bañando para que tu papá te dejara entrar -le explicó Simon-. No creo que lo pueda arreglar ahora, se me acabó el estaño.

-Bueno, dejalo y vamos a cerrar la puerta - Mar insistía. Por lo menos que nadie fuera a quejarse.

-Vamos. Traé ese martillo -le dijo Simon desde el pasillo.

Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora