Mientras los chicos en el sótano juzgaban a Luna, su papá se paseaba por los pasillos de la escuela pensando qué era lo que tenía que hacer. Salir a buscar a su hija por la calle no tenía demasiado sentido, era una pérdida de tiempo. Además, todavía no habían vuelto el señor Arrechavaleta y el señor Tallarico que bien podían haberlos encontrado. Lo mejor era esperar ahí. Pero una vez que los chicos llegaran, ¿qué? ¿Hacer la denuncia? ¿Sacar a Luna de la escuela? Imposible, no podía renunciar a su cargo de Presidente de la Cooperadora. ¿Volver a hablar con la Directora? Esa vieja loca se creía que lo sabía todo.
Solo dos cosas tenía claras: primero, que su hija iba a lamentar el haberse ido con esos atorrantes y segundo, que tenía que lograr por todos los medios que los sacaran de la escuela.
Cuando ya se había fumado el quinto cigarrillo y había recorrido las baldosas del pasillo hasta gastarlas, vio llegar a los otros padres junto a la señora Rinaldi.
Venían con la madre de Valeria Gutierrez. Linda señora… pensó el padre de Luna, y fue a su encuentro.No había novedades. Nadie los había visto. Habían desaparecido del mapa.
Se fueron todos hacia la Dirección. La madre de Mar no dejaba de llorar pensando qué podría estar pasándole a su hija en ese momento, y la madre de Valeria lo volvía loco al padre de Simón preguntándole todo el tiempo qué tenía que hacer, qué iban a hacer ellos, qué era lo mejor, tomando una decisión y dudando a los dos pasos, pidiendo consejos y rechazándolos y repitiendo cada dos palabras: “Si mi marido no estuviera de viaje…”.
El señor Vörg iba adelante, callado. Antes de llegar a la Dirección, se detuvo y les dijo:
—Yo creo que antes de hablar con la Directora tenemos que ponernos de acuerdo nosotros.
—¿De acuerdo en qué? –preguntó la madre de Valeria.
—En qué posición vamos a adoptar frente a esta situación. Esto no puede quedar así. Me imagino que todos pensamos lo mismo –dijo, sin obtener la respuesta que esperaba.
—A mí lo único que me importa es encontrar a Marita –le contestó la señora Rinaldi y siguió caminando. Los otros dos la imitaron y el padre de Luna no tuvo más remedio que ir detrás de ellos.
Así anda el país, pensaba, cada uno cuida su quintita y los demás que se mueran. Si todo el mundo hiciera como él…Entraron a la Dirección y esta vez no se sentaron.
—Por lo que veo –dijo la Directora–, los chicos no aparecieron. Miren, yo sé que ustedes están muy nerviosos y muy preocupados y, por supuesto, yo también lo estoy, pero faltan diez minutos para que toque el timbre y estoy segura de que entonces los chicos o vuelven para la escuela o van para sus casas. Yo les pediría que esperemos estos diez minutos y recién después resolvamos.
En ese momento entró Tina.
—¿Y...? –dijo– ¿Alguna novedad?
Le contestaron que no con la cabeza.Tina tosió.
—Yo creo que hay que ir a hacer la denuncia a la policía –dijo la madre de Mar.
—¿La policía? –preguntó Tina y empezó a toser.
—Estoy totalmente de acuerdo –dijo el señor Vörg –. Nosotros, los padres de las chicas, tenemos que preservar su integridad y la denuncia tiene que quedar asentada por cualquier cosa que pudiera pasarles.
—Yo también estoy de acuerdo –dijo la madre de Valeria.
—Señores –comenzó la Directora armándose de paciencia y pensando por qué no se había jubilado todavía–, ustedes están en todo su derecho de hacer la denuncia y yo no se los voy a impedir. Entiendo que estén alarmados, pero esperar diez minutos no va a modificar las cosas y vamos a evitar que estos chicos pasen por la desagradable experiencia de una declaración en la comisaría.
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Ángeles Caidos Del Mapa
FanfictionCuatro adolescentes compañeros de séptimo grado. Un día, aburridos en la clase de Geografía, deciden escaparse y esconderse en el sótano de la escuela, donde transitarán distintas aventuras, momentos de romanticismo, diversión y peleas