Capitulo 4: Lo Logramos

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-Che, ¿cerraste la puerta con llave? -preguntó Thiago que caminaba adelante.

-No -contestó Simon.

-No cierres -dijo Valeria -, a ver si nos quedamos encerrados acá adentro.

-Yo mejor me voy -lloriqueó Mar.

-No te podés ir ahora, no va a pasar nada -la tranquilizó Simon.

-¿Y si viene alguien? -siguió Mar.

-¿Quién va a venir, nena? Cortala! -le dijo Thiago de mal modo-. Cállense y síganme a mí.

Iban avanzando por un pasillo angosto y con techo muy bajo. No había nada de luz.

Por el ruido, en el suelo debían haber papeles y maderas. Caminaban muy despacio para no tropezarse. En algún lugar debía empezar la escalera. Se apretaban las manos muy fuerte. De repente, Vale pegó un alarido.

-¿Qué pasó? -preguntaron los chicos que iban adelante.

-¡Una araña! -dijo Vale sacudiéndose las telas de la mano.

-¡Uy, nena! ¿Qué querías encontrar en un sótano? ¿Cortinitas blancas con voladitos? Debe haber millones de arañas y ratas también, así que no grites.

Las chicas ahogaron un gritito de asco.

-¡Paren! -ordenó Thiago-. Acá empieza la escalera. Pero cuidado que el piso está roto y se pueden ir para abajo.

-¡Pará, Thiago! ¿Cómo sabemos lo que hay ahí abajo? -lo frenó Vale.

-Un sótano, qué va a haber...

-Yo no puedo pasar por ahí, me voy a caer -dijo Mar.

-Hacé lo mismo que hago yo. Vení, dame la mano -le ofreció Simon.

De a uno, fueron bordeando el pozo por una madera que tenía atravesada y empezaron a bajar los escalones. La escalera también estaba rota. Thiago seguía adelante buscando la manera más segura de bajarla. De vez en cuando, algo crujía bajo sus pies. Mar tenía las uñas clavadas en la mano de Simon. Estaban descendiendo al centro de la Tierra. Esa escalera era interminable.

-¡Che, acá no se ve nada! -dijo Simon.

-¿Y para qué trajiste la linterna, salame? -le contestó Thiago.

-Para mirarle las piernas a Valeria -Simon se había puesto chistoso de repente. La verdad es que, con el susto, se había olvidado de que tenía una linterna. La sacó del bolsillo y la prendió.

Maldición! Se le estaban acabando las pilas. No iluminaba más allá de sus pies.

-Pasámela, que yo voy adelante -le pidió Thiago.

Simon le dio la linterna y Thiago iluminó los escalones. Esa linterna servía menos que un fósforo apagado. Ojalá que las otras cosas que había traído Simon fueran un poco más útiles...

-¿Estás seguro de que no nos vio nadie? -preguntó Mar.

-No, dale, bajá -contestó Thiago.

-¿Y Jasper, no estaba en el pasillo? -volvió a preguntar Mar.

-No, dale, bajá.

-Pero Jasper a veces se queda en el pasillo -insistió.

-Bajá o te juro que te estrellás en caída libre -le gritó Thiago. Mar iba a protestar cuando escuchó el grito de Thiago:

-¡¡¡Tierra!!!

Apuraron el paso. El último escalón era más alto y había que pegar un salto. Ayudaron a bajar a las chicas. Se quedaron los cuatro apretujados contra la escalera. Por delante tenían un gran agujero negro. No se veían las paredes del sótano, podía ser inmenso como toda la escuela, o chiquito como el baño. Thiago levantó la linterna pero apenas si pudo ver un montón de bancos rotos, apilados muy cerca de él. Más allá, el agujero oscuro. Levantó una madera del suelo y la tiró lejos, para ver si pegaba contra algo. La madera cayó al suelo y el ruido retumbó.

Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora