Capitulo 14: El Señor Vörg

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El primero en volver a la escuela fue el padre de Luna. Golpeó la puerta de la Dirección y, sin esperar respuesta, entró y se sentó frente a la Directora.

-En la casa de Valeria Gutierrez no hay nadie -dijo-, pero yo me apresuré a venir porque quería hablar con usted a solas.

-Usted dirá -le dijo la Directora apartando su taza de té y fijando la vista en los bigotes perfumados del señor Vörg.

-Mire, señora -comenzó Vörg- usted sabe que yo no soy un padre más, yo soy parte de esta escuela. Yo, hace ocho años que presido la Asociación Cooperadora, que vengo luchando por sacar la escuela adelante... sin mucha ayuda, por otro lado.

La Directora carraspeó. Hacía ocho años, es cierto, que venía aguantando al señor Vörg, que quería manejar la escuela como si fuera su negocio, que ponía a la Cooperadora en contra de la Dirección, que creaba problemas con los maestros y que, como buen comerciante que era, hacía entrar a las arcas de la Cooperadora dinero contante y sonante que venía muy bien y que lo hacía inamovible.

-Dios quiera que a estos chicos no les haya pasado nada -prosiguió-. Yo estoy seguro de que Lunita no tiene nada que ver en todo esto.
Es una chica obediente, buena alumna, nunca trajo ningún problema. Ella es víctima de alguna presión que sus compañeros ejercieron... para que no cuente, supongo.

-Le reitero, señor Vörg -lo interrumpió la Directora-, que después de encontrar a los chicos, vamos a poder determinar de qué se trata todo esto.
Por el momento, lo único que me preocupa es saber dónde están y saber que están bien.

-Estoy totalmente de acuerdo -insistió el señor Vörg-. Pero yo sé cómo son estas cosas. Los chicos aparecen, todos nos ponemos contentos porque están bien, y aquí no pasó nada. Y eso, justamente, es lo que yo quiero evitar. Que toda esta tragedia quede en el olvido.

-Esto no es una tragedia, señor Vörg -dijo la Directora-, a lo sumo es un problema. Un problema grave, si usted quiere, pero no es una tragedia.

-Por ahora -agregó Vörg, y la Directora sintió ganas de arañarlo-. Pero esto sí puede dar lugar a una tragedia más adelante y, después, todos nos vamos a lamentar por no haber hecho lo que debíamos hacer a tiempo.

-¿Y qué es lo que debemos hacer? -preguntó la Directora con el mejor tono que pudo.

-Lo que debemos hacer, usted como Directora y yo como padre y Presidente de la Asociación Cooperadora de esta escuela, es expulsar a estos cuatro chicos de la escuela hoy mismo.

-Perdón -lo interrumpió nuevamente la Directora-, son cinco los chicos que no están en clase.

-Bueno, por supuesto que descuento que Luna no merece ese castigo porque no tiene nada que ver en todo esto -contestó Vörg-.
Pero si usted no toma esa medida, mañana van a ser diez los que falten del grado y la semana que viene desaparece el grado entero. Hay que educar con el ejemplo y cortar la mala hierba de raíz. Una manzana podrida pudre todo el cajón...

-Y al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen -agregó la Directora.

-¿Cómo dice? -preguntó Vörg sorprendido.

-Nada, nada, pensaba en voz alta. Continúe, por favor.

-Bueno -continuó Vörg-, que así son las cosas.
Si usted frena a estos mocositos de entrada, va a evitar males mayores. No olvide que la droga está a la vuelta de la esquina... la delincuencia juvenil... las madres solteras... Es su responsabilidad, señora, y yo le aconsejo...

-Señor Vörg -interrumpió la Directora decidida a poner un límite a esta situación-, yo puedo escuchar sus inquietudes como padre, puedo tratar de resolver los problemas que usted tenga en la escuela si está a mi alcance, pero le puedo asegurar que no necesito consejeros para manejar la escuela.
Puedo hacerlo muy bien sin su ayuda. Tengo un cuerpo docente que me respalda y tengo, en última instancia, a mis superiores para pedir consejo. Así que le voy a pedir, y no lo tome a mal, que usted organice la feria de platos, que yo sola voy a resolver este problema.
Y ahora, si me disculpa, quisiera hacer unos llamados telefónicos.

-Como usted prefiera -dijo el señor Vörg levantándose-. Voy a ver si llegan los demás, con permiso.

-¡Ah!, señor Vörg -lo frenó la Directora-. Cuente con una torta de chocolate mía, para la feria de platos.

-Gracias -dijo Vörg perplejo y salió de la Dirección.

El padre de Luna no podía creer lo que acababa de escuchar. Esta mujer se había vuelto loca.
Él siempre había dicho que era una inútil y con esto lo confirmaba. Tendría que hacer la denuncia de lo sucedido, por supuesto. Él no iba a dejar que todo quedara así. Necesitaba más datos, tenía que hablar con la señorita Justina.

Vörg se fue directo a séptimo grado. Cuando llegó, Tina le estaba hablando a los chicos, siempre con el pañuelito apretado en la mano.

-La mentira tiene patas cortas -les decía-. La escuela es su segundo hogar. ¿Ustedes les mentirían a sus padres? No, claro que no. Entonces, tampoco deben mentirle a sus maestros.
¿Ustedes creen que el año que viene, cuando estén en el secundario, si pasan... les van a tener tanta consideración? No, señores.
En el secundario se acabó la diversión. Ahí hay que estudiar y el que no estudia, fuera. Ahí no les van a permitir indisciplina. Este es el último año feliz de sus vidas, señores, y ustedes se dan el lujo de desperdiciarlo.
Porque si ustedes no se preparan ahora para entrar en el secundario... ¿cuándo se van a preparar? ¿Cuándo ya estén adentro? Acá es donde se sientan las bases para que ustedes sean los hombres y mujeres íntegros, honestos, trabajadores, solidarios y triunfadores que el país necesita...

El señor Vörg carraspeó.

-Como el señor Vörg -agregó Tina y le hizo un gesto con la mano para que se acercara. La llegada del padre de Luna salvó a los chicos del sermón que ya llevaba quince minutos. Ni bien Tina se puso a hablar con él, volvieron al tema del día: dónde estaban sus compañeros y dónde estaba Luna, porque no podían creer que estuvieran juntos.

El señor Vörg escuchó interesado las preocupaciones de Tina por la conducta de "ese grupito" que ella no podía manejar y que iba por muy mal camino.
Por supuesto, Luna no pertenecía al "grupito". Seguramente los chicos la habían amenazado, pero... lamentablemente, Luna no había contado nada. Esto la convertía en cómplice. Iba a ser muy difícil probar que ella no tenía nada que ver. Una verdadera pena. Luna siempre era tan colaboradora con los maestros. Era una lástima que se viera involucrada en esto.

El padre de Luna dejó que Tina le siguiera hablando sin escucharla. Su hija era una verdadera tonta. Si ella sabía dónde estaban sus compañeros tendría que habérselo contado a la señorita Justin. Hubiera sido loable de su parte evitar este acto de...mala conducta. Pero no, la muy tonta se había ido atrás de ellos sin pensar cómo lo hacía quedar frente a toda la escuela, a él, nada menos que la hija del Presidente de la Cooperadora. Y esto, para colmo, le tapaba la boca.
¿Qué podía decir, si su hija también estaba metida en el asunto? Pero él sí sabía educar con el ejemplo. Le iba a poner una penitencia que no le iban a quedar ganas de ratearse nunca más en su vida. La letra con sangre entra.

Vörg se despidió de la señorita Justina y salió del aula. Ahora solo quedaba esperar.

Ni bien se quedó sola, Tina se sentó frente al escritorio, y limpiando los anteojos, dijo:

-Saquen el cuaderno de comunicaciones.

☆Tercer capítulo del Maraton!!! Espero que les hayan gustado todos los capítulos.
Estamos llegando al final, después se viene el viaje de egresadoss, se pone buena la cosa.

●¿No odian al señor Vörg? Porque yo si lo detesto

Ángeles Caidos Del MapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora