Capítulo 22.

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La boda había sido todo un éxito, todos los invitados estaban conversando y disfrutando de la fiesta. Bueno casi todos,  apartado de los demás se encontraba William,  el cual no era muy fanático de las fiestas o de los eventos, solo había ido en apoyo de su amigo.

- ¿Por qué no estás bailando con alguna jovencita?-

La voz de su madre sonó con reproche y ya el pelinegro sabía por dónde iría la conversación.

- No me gusta bailar y lo sabes muy bien- se volteo para verla con seriedad.

- William, pero así ¿Cómo piensas en conseguir esposa?.

- No empieces madre- se quejo  - Ya hemos hablado de esto cientos de veces. Y te dije que yo mismo me encargaré de buscar a la indicada.

- Pero si ni siquiera haces el intento hijo- le refutó - Mírate, esto es una fiesta y tú pareces como si estuvieras enojado con todo los presentes del lugar. ¿Quien se te va acercar de esa manera?- Aurora lo miro muy molesta - Ya tienes veinte años, yo solo deseo que encuentres a una buena mujer y que seas feliz.

- Madre lo sé, ya me lo has dicho varias veces y la verdad agradezco tu preocupación, pero eso de encontrar pareja lo haré después,  si.

- ¿Pero eso en cuanto tiempo será?.

- Madre si me ves socializando y bailando con una chica en esta fiesta ¿te quedas tranquila?- William pregunto ya fastidiado.

- Podemos decir que si- le respondió ella con una sonrisa al ver que su insistencia estaba dando resultado.

Al ver la reacción de su madre, el no le quedó de otro que alejarse de ella para ir en busca de alguna jovencita con la cual bailar. Para el,  siempre era igual, su madre aprovechaba cada oportunidad para hablarle;  que el tenía que buscar a alguien con quién formar una familia. <<Si un hombre tiene a su lado a una buena mujer, fuerte y virtuosa. Ese hombre será capaz de soportar cualquier cosa con su apoyo>> era la misma oración que se le recitaba cada vez que podía.

Pero el no estaba para relaciones en ese momento, quería vivir libre y sin responsabilidades, quería conocer más de la vida antes de tener que amarrarse a mantener a un hogar y a una familia. Amaba mucho su vida cómo estaba, sin preocupaciones, sin tener que rendirle cuentas a nadie de la hora que llegaba, a dónde iba o lo que hacia, no quería sacrificar todo eso por el simple capricho de su madre.

Estuvo buscando por unos minutos, alguna chica para invitar a bailar hasta que su mira reposo en una que resaltaba por encima de las otras, su cabello rojizo no la hacia pasar desapercibida,  además que poseía un encanto que se notaba a lo lejos. Seguramente si su madre lo veía bailando con una chica así, lo dejaría en paz por un tiempo, al pensar que ya había comenzado a buscar pretendientes en su vida.

Así que con precisión y elegancia se acercó hasta ella la cual estaba hablando con otras mujeres.

Saludo a las damas presente y luego dirigió su vista hacia la muchacha.

- Disculpe señorita Aldara, me consejería el honor del siguiente baile- William hablo con elegancia y respeto al fin y al cabo, no estaba invitado a bailar a cualquiera sino a la mismísimo hermana de su amigo.

- Por supuesto señor- exclamó con una dulce sonrisa la joven, la cual tomo la mano que le ofrecía y siendo guiada por el, se dirigieron al centro del lugar en dónde estaba por empezar el siguiente baile.

Ambos empezaron a moverse al compás de la música, cuando los músicos comenzaron con la siguiente obra.

...

- Fue una hermosa boda- exclamó Nahiara mientras se sentaba en la cama y comenzaba a soltarse el cabello.

- Si muy hermosa- Aldara pronuncio seguido de un suspiro mientras se acostaba en la cama y miraba el techo muy ilusionada.

-¿Y ese suspiro?- le pregunto curiosa Nahiara al ver a su hermana actuar de manera tan diferente.

- Nada, solo que todo fue perfecto.

- Claro, como tú baile con sir William.

Aldara rápidamente se sentó en la cama y empezó hablar nerviosa - A que te refieres, solo fue un baile nada del otro mundo.

- Yo no dije que no lo fuera, pero tú misma te has delatado al ponerte nerviosa. Tuviste  suerte de que ni  Skrael ni Robert vieran eso- dijo la pelinegra  - ¿Sabes la que se hubiera armado?.

- Yo ya tengo diecisiete años no soy un niña- exclamó molesta con solo pensar que su protector y su hermano quisieran opinar en su vida - Puedo tomar mis propias decisiones y elegir con quién bailo o no.

- Di eso de frente a Skrael haber que tal te va- dijo Nahiara riéndose por las palabras que recién escuchaba - Ellos saben lo que hacen, solo buscan lo mejor para nosotros, no deberías molestarte por eso de esa  forma y mucho menos ilusionarte con Sir William- añadió esto último como advertencia -En el trabajo he escuchado que es un libertino como muchos de los caballeros jóvenes del castillo y que no busca una relación seria para comprometerse, no me gustaría que ese hombre te rompiera el corazón en un futuro.

- Esos solo son rumores de pasillo, además tu desde cuándo le haces caso a los comentarios de esas solteronas que trabajan con nosotros.

- Bueno, no sé. Yo solo cumplo con advertirte- expreso Nahiara ya irritada por su insistencia - Yo solo opino que no deberías rebajar tus expectativas a un hombre, somos fuertes y poderosas hechiceras. Nuestro objetivo debe ser mejorar en nuestras habilidades.

- Suenas a Bellroc, que aburrida- se quejó la pelirroja formando una mueca - Creí que tú también deseabas casarte.

- Si, así era cuando niña, pero la orden nos ha enseñado que podemos aspirar a más- contesto seriamente - Nos enseño que no debemos conformarnos con los estándares que la sociedad quiere ofrecernos a las mujeres, ser buenas con la casa, atender al esposo y a los hijos y sin protestar a nada de lo que te digan- siguió hablando -  Y si,  en algún punto de la vida deseo casarme, pero si lo hago tendrá que ser un hombre que acepte lo que soy y que no me detenga, más bien que me ayude a progresar y posiblemente no encuentre eso en Camelot; aquí muchos odian la magia y prefieren a las mujeres con la boca cerrada.

Aldara bajo los hombros algo desilusionada al notar que las palabras de su hermana tenían razón, lo había visto muchas veces. La mayoría de las mujeres que tenían su edad y ya estaban casadas solo tenían esas aspiraciones y esos destinos de silencio y era algo que ella no quería para si misma, no después de todo lo que la orden le había enseñado.

- Tienes razón- fue lo que dijo - No podemos rebajarnos de esa forma.

El silencio reino en la habitación por varios minutos mientras las hermanas se cambiaban, hasta que se volvió a romper para seguir hablando de la boda y de lo emocionado que estaba su hermano y su cuñada.

Los Aprendices de MerlinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora