XVII

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Sizhui caminaba sin mirar a la joven a su lado, la cual hablaba de lo hermoso y elegante que eran los palacios.

— A la emperatriz casi nunca le agrade.

Aquellas palabras hicieron que el azabache la mirara. Era cierto a la gran emperatriz jamás le había gustado que su pequeño estudiara al lado de la hija de un ministro.

— ¿Cree mi príncipe, qué yo le guste ahora? –preguntó con nerviosismo. — Yo pienso que no, a la gran emperatriz debe gustarle mucho la princesa heredera.

— No lo sé, camina y deja de hablar tanto.

La mano derecha de la joven sostuvo la muñeca del príncipe e hizo que ambos pararan de golpe. Los ojos de la joven miraban con añoranza al contrario, hablo detenidamente.

— ¿No consideras qué estás siendo demasiado duro?

— No. Solamente mantengo mi distancia.

— Mi príncipe, me disculpó por ser tu concubina, pero yo realmente anhelaba esto.

Sizhui se deshizo de aquel agarre con lentitud y sin lastimar a la joven.

— Desde la última vez que nos encontramos te dije que no me buscarás más. Fuimos buenos amigos en la infancia, sin embargo, ahora somos personas totalmente diferentes.

— Pero-.

— Lin deja de confundir mi amabilidad, desde hace mucho tiempo, incluso sin estar casado te dije que no tendría sentimientos por ti.

Las lágrimas estaban por avecinarse en los ojos de la joven.

— No llores, te verás fea si lo haces. Entra ya.

— Sí.

Las sirvientas del palacio del fénix helado recibieron a ambos jóvenes con mucha amabilidad.

— Príncipe, es bueno verle por aquí a esta hora del día –un muy sonriente Wen Ning apareció con una gran canasta repleta de zanahorias.

— Wen-gong –hizo una pequeña inclinación al mayor.

— Enseguida le avisaré a la emperatriz que han llegado.

Wen Ning fue de prisa hasta la entrada del salón principal y se aseguró que ambos emperadores se encontraran en condiciones decentes.

Ambos jóvenes fueron llevados adentro del palacio.

— Buen día, majestades, padre, papá –el azabache hizo una perfecta reverencia a los mayores.

— A-Yuan, ¿no has dormido?

Wei Ying estaba por ponerse de pie para verificar lo que acababa de decirle a su hijo, pero se detuvo cuando se dio cuenta de la doncella al lado del azabache.

— Altezas, emperador, madre emperatriz –habló con un tono sereno.

— Solo emperatriz, no es necesario que me digas madre.

Las mejillas de la doncella se enrojecieron un poco debido a la vergüenza. Aún se mantenía haciendo la reverencia mirando al suelo.

— De pie doncella Hong –pidió Wei Ying. — Escuche muy buenos comentarios sobre usted señorita Hong, y tal parece que son ciertos, pero no en su totalidad.

— Sizhui, ven.

Wangji se puso de pie y salió de la habitación siendo seguido por su joven hijo.

Quedando solos, Wei Ying se tomó la libertad de hablar un poco más cómodo.

— Escuche también que la princesa heredera te envió un traje de bodas corriente y que posiblemente el original lo quemo.

La princesa heredera °Zhuiling°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora