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Narra Elizabeth

Tras meditar por varios días la posibilidad lo decidí. Hablaré con esa criatura, aquella que lleva rondando misteriosamente desde mis más tempranos recuerdos.

Me acerqué a los límites de Natral e hizo acto de presencia, como si hubiera sido invocado, como si supiera que iba a hablar con él. Era un ser con forma humanoide increíblemente alto, de extremidades demasiado largas y huesudas, sin mencionar su falta de rostro.
Noto su energía, corrosiva y con un sutil aire a mucho poder oculto.
Noto su aura, que emana peligro por cada nanómetro de su paranormal ser.

—No esperaba que apareciera tan rápido sin ser siquiera llamado. Me alegra que haya tal disposición en usted —comenté pausadamente, eligiendo cuidadosamente mi tono—. Supongo que imagina la razón por la cual estamos entablando esta conversación. Quisiera hablar sobre una posible alianza entre nosotros. —El ente no se movió ni un milímetro, pero sabía que escuchaba y analizaba atentamente cada palabra que salía de mi boca.

—Puedo asegurar que no será atacada si sale de su refugio —dijo en voz alta al darse cuenta de que el mensaje no llegaría de otra manera debido a la protección.

Mi mirada dejaba ver una clara desconfianza. ¿Cómo iba a simplemente creer a este extraño sujeto? Y más después de haberle investigado y de tenerle casi directamente ante mí... Todo su ser gritaba peligro.
Mi intuición exigía alejarse, pero mi curiosidad me pedía quedarme un poco más para ver a dónde se dirigiría la situación.

—Como espero que comprenda, necesitaré garantías de que aquello que dice se cumplirá. ¿Le parece bien sellar esa promesa? —Asiente. Extiendo mi mano más allá de la barrera, dirigiéndola hacia la entidad frente a mí. Siento como sus manos, si es que se les puede considerar así, rozan mi piel—. Debe empezar usted. Por favor, recite en voz alta tanto el nombre que usa al refierese a sí mismo como lo que promete.

—Yo, Slenderman, prometo que no sufrirá ningún tipo de daño durante el tiempo que esté fuera de su refugio para que se dé un pacto entre nosotros. Mis mejores proxies se encargarán de protegerla por el camino y no le dañarán.

—Yo, Elizabeth Wytte, me doy por enterada y aviso a Slenderman de que el incumplimiento de su promesa supondrá un severo castigo digno de la hipotética infracción cometida. Así pues, que el viento lleve estas palabras al unvierso—. Una vez cerrado el trato, nuestras manos se separaron y yo volví a estar completamente a resguardo.


(...)


Me preparé con las suficientes precauciones, puede que sea curiosa, pero no insensata.
Un vestuario que consiste en ropajes negros con runas y símbolos antiguos bordados en blanco, el color de la pureza. El tercer ojo siempre abierto, alerta para notar algo que vaya más allá mi visión normal. Nada más salir del límite de los dominos de Natral noté una voz en mi cabeza. "Ven" me decía imperativamente.

En mi camino escuchaba ágiles movimientos que no eran provenientes ni de animales ni de humanos corrientes. Se movían entre las sombras, en las copas de los árboles, y avanzaban a mi paso. Supuse que eran aquellos que él llamó "proxies".
 A pesar de no tener un rumbo fijo, sabía a dónde me dirigía. Sabía que era en parte mi intuición y en parte el ente guiándome hasta su posición. 

Después de un tiempo indeterminado lo vi, él ya estaba allí. Cuando estuve justo en frente hablé

—Como ya sabe vengo en representación de la familia Wytte, guardiana de Natral desde hace generaciones —senstencié serena—. La presentica de sus proxies es sutil, pero no lo suficiente. —Tenía intención de dejar en claro que sabía que no estábamos solo Slender y yo—. Preferiría que nuestro acuerdo quedara entre nosotros. Entiendo que quiera que ellos estén durante el proceso. Espero que no le moleste que tome esta decisión. 

—Está bien, ya más tarde les diré lo que necesitan saber, nada más —asentí tranquila de que no tuviera problema—. Ahora dígame, ¿qué quiere acordar exactamente?

—Le ofrezco acceso a Natral. —Pude notar en su aura un atisbo de éxtasis—. Un acceso restringido y vigilado — me apresuré a concretar—. Mi deber, el legado de mi familia, es custodiar ese lugar con todo lo que haga falta y he de asegurarme de que no sufra jamás daño alguno. Tras reflexionar he decidido que lo más seguro será que sus proxies sean los que puedan entrar directamente, pero usted no cruzará la protección. ¿Acepta las condiciones? 

—Está bien —respondío tras reflexionar un tiempo—. En ese caso mis proxies irán a sus dominios para ser revisados y curados o para entrenar en unas situaciones en conreto. No debe hacer preguntas sobre sus misiones, es algo que no le concierne, y si lo hace ellos se lo dirán. Ahora dígame, ¿qué es lo que quiere a cambio?

—Quiero que me ayude a indagar sobre la magia del caos.

Slenderman parece que lo pensó detenidamente dado el tiempo que tardó en asentir.

—Así pues, sin más dilación ni nada que necesite ser dialogado, ¿queda cerrado nuestro convenio? —pregunté con mirada inquisitiva a donde se supone que deberían estar los ojos si es que este ser fuera humano. 

—concluyó escueto—. ¿Va a hacer lo mismo que con la promesa anterior?

Parcialmente. Nuestro trato ha de ser sellado; sin embargo, no requiere la misma seriedad una promesa que un pacto. Las consecuencias de su incumplimineto deben ser debatidas previamente. Por mi parte aclaro que serán muy duramente castigadas. 

»Si es que usted o alguno de sus proxies profana Natral veo conveniente una maldición, o sino la muerte. Lamento que esta sentencia resulte tan amenazante, aclaro que mi intención no es otra que advertir. Recalco que eso sería si se llegara a dar ese remoto caso, el cual espero que no se dé. Serán mis aliados y la amabilidad no faltará en nuestro trato. Dicho esto, ¿cuál sería mi sanción por inflingir algún término del acuerdo? 

Slenderman se tomó un tiempo hasta que finalmente se decidió. 

—Ser mi marioneta.

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