capítulo 3

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Observo el auto hasta que dobla la esquina, todo con sus ojos tímidos sobre mí.

Verla tan dispuesta a que la golpearan, sin defenderse, me llenó de ira, más al saber que ella era consciente de que no podría igualar la fuerza de un hombre.

Ella sólo esperó el golpe con ojos cerrados.


Me fue imposible no sucumbir a su debilidad e ir en su defensa, justo cuando yo sólo miraba el espectáculo desde mi lugar, como el resto. Si yo no hubiera intervenido, me temo que ese hombre le habría hecho daño.


Mis manos se aprietan en puños al recordar.


—¡Señor! —Jeon, mi secretario, se planta a mi lado—. Señor —pide una vez más, pero mi atención está puesta en el lugar donde acaba de alejarse aquel auto.


—AV76Q —es todo lo que digo.


—¿Qué?


—Busca esa placa y rastrea su curso. También llama a la agencia de autos que estén en esta ruta.


—Señor, ¿de qué está hablando? —espeta confundido y me vuelvo a mirarlo por primera vez.


—Quiero asegurarme de que ella llegue bien. Ve adentro y busca sus cosas si dejó algo y su dirección. Le dije que llamara, pero ella podría no hacerlo. Quiero saber que haya llegado bien.



—No sé de qué habla, señor, disculpe —Jeon se inclina a modo de disculpa y yo río, ¿qué rayos estoy haciendo?



—Su nombre es Hazel. Trabaja… Trabajaba —corrijo a la par que señalo la entrada del club detrás de mí—. Aquí. Quiero que te asegures de que llegue a salvo a casa.


—Entiendo —Jeon pudo no haber entendido, pero sé que lo resolverá—.  Enseguida.


—Gracias.


Cinco minutos después, mi auto se estaciona delante de nosotros, es hora de ir al hotel, aún no estoy completamente instalado en New York así que por el momento resido allí.


—Oh y algo más —me dirijo a Jeon antes de que el auto se ponga en marcha—. Quiero una inspección en ese club, por favor, que restituyan al actual dueño.


—Sí, señor.


Le doy una última ojeada al lugar y sin más, nos alejamos.



. . .



—¿Qué hay para hoy? —pregunto, acomodando mi corbata frente al espejo de la enorme suite. Es demasiado, no me gusta el lujo innecesario, pero creo que no mencioné eso antes de pedir la habitación.


—Debe ir a la universidad UDC para dar la bienvenida y también informar el cronograma de los próximos seis meses, hoy podrá instalarse en el departamento y también debe mirar, por lo menos, cuatro de los currículums que han enviado a la empresa y…



—Mueve los currículums para otro día.


—Sí, señor.


—¿Hiciste lo que te pedí? —pregunto y aunque no quiero verme ansioso, lo hago.


Jeon asiente y toma la bolsa que descansa a sus pies, para tenderla en mi dirección.


—Sólo había eso en su casillero. Al parecer ayer era su día libre, pero ella fue a hacer horas extra, así que sólo llevaba el abrigo.


Busco en la bolsa y toco la prenda con mis manos. Es suave y luce gastada.


Y ella regresa a mi mente, con sus brazos delgados alrededor de su cuerpo, para cubrirse del frío.


—¿Llegó a salvo?


—Sí, señor. Hice un rastreo del vehículo y también llamé a la agencia de taxis.


Observo mi teléfono, descansando sobre la mesita junto a la cama.


Ella no llamó para avisar. Yo nunca doy mi número personal, pero por primera vez me pareció necesario…


—Muchas gracias, Jeon.


—No es nada, señor.


Le tiendo la bolsa nuevamente y él la toma.


—Por favor, llévalo a su casa. Ese podría ser el único abrigo, ¿tienes la dirección?


—Sí, señor —Jeon me da un asentimiento de cabeza y camina hasta la salida. Lo detengo antes de que se marche—. Señor.


—Por favor, dile “gracias por llamar”


Jeon, aunque es mi secretario y el mejor en su trabajo, también es alguien cercano.


Por esa razón, no digo nada ante su sonrisa pretenciosa.


Agito la mano y le ordeno irse.


Cuando regrese iremos a la UDC y así daré apertura a mi ajetreado año. Pero no todo es malo, estar ocupado en el trabajo me tranquiliza.


Me ayuda a no pensar en otras cosas.


Niego y termino de vestirme, hace años que no estoy en New York, aquí se encuentra la segunda gran extensión de mis empresas y supongo que tendré que quedarme aquí un buen tiempo para administrarlas yo mismo. En Seúl mi hermano menor se quedó a cargo.


¿Qué es lo peor que podría pasar?

. . .



—Nos complace que esté aquí, Señor Lee —el señor Hilarion, rector de la universidad y viejo amigo de mi padre, extiende su mano y la tomo con cariño.


Él solía ser alguien cercano antes de venirse a vivir a los Estados Unidos y fundar su propia cadena de restaurantes, pero él siempre fue alguien multifacético y ahora también es el rector de una de las mejores universidades del país y que además, yo financio.


—Aún no se acomodan todos en sus aulas —dice—. Si pudiera esperar en mi despacho…


—Por favor, Hilarion —pido—. Tutéame.


Hilarion sonríe y posa su mano en mi hombro con una sonrisa.


—Ve a mi despacho, muchacho —ríe, guiándome dentro y Jeon nos sigue de cerca.


Una vez estamos dentro del despacho Hilarion me deja solo con Jeon y aprovecho el momento para interrogarlo


—¿Le diste mi mensaje? —pregunto ansioso y sin rodeos. La verdad, no sé por qué me interesa tanto saber de una desconocida.



No es propio de mí. Soy el soltero más codiciado y lo sé. Ninguna mujer es de mi interés y se han filtrado artículos sobre mi supuesta sexualidad, pero no es algo que me importe. Sólo una vez me acerqué a alguien y no salió bien.


Pero la verdad es que simplemente estoy demasiado inmerso en ser una máquina que crea dinero, como para tener tiempo para las relaciones personales y duraderas. Por lo general, son solo conquistas ocasionales que benefician a mi empresa.



Quizá por esa razón Jeon me mira con complicidad. Y aunque quiero borrarle esa sonrisa tonta del rostro, me siento confundido justo ahora y ni siquiera yo puedo entender mis acciones.



O la razón por la que no pude sacar a esa mujer de mi cabeza en gran parte de la noche.



Aunque, es algo curioso lo joven que lucía. Casi aniñada e inocente. Me recordó a mi hermana…



Niego con la cabeza. No debo ir ahí, no puedo.



Así que sólo me vuelvo a Jeon



—Ella dijo algo…


—¿Qué dijo? —lo presiono y él me mira con una ceja alzada. Me aclaro la garganta y acomodo mi corbata—. Bueno, tómate tu tiempo si quieres.


Lo veo rodar los ojos.


—Dijo “gracias por devolverme el único abrigo que tenía” ah, no, ese no era…


—Sabía que era el único —agito el puño y luego enderezo mi postura, al percatarme de la mirada de Jeon.


—Ella dijo “te invito a tomar un café”


—¿Un café? —Jeon asiente—. Nunca alguien me había invitando a tomar un café —me llevo una mano a la barbilla y recuerdos de la noche anterior acuden a mí, cuando tuve su fino mentón entre mis dedos y sus labios cerca de los míos. Niego con la cabeza—. Normalmente me invitan a Chanel o restaurantes caros que termino pagando yo.



—Bueno, quizá sólo sea un café en un lugar común y corriente. A juzgar por su antiguo trabajo, su lugar de residencia y la tela de su abrigo no es alguien con dinero —señala y sólo asiento, pensativo.


—¿Debería ir…? —a buscarla, pero no termino la oración ¿qué estoy pensando?—. Ella debe estar bien, en casa, seguramente buscara otro empleo y ya. Yo estoy ocupado y probablemente no vuelva a verla —termino, pero Jeon no me mira convencido.


—Lee Rang —Hilarion regresa—. Ya está listo.


. . .


—Dirá unas palabras de apertura, bienvenida y explicará…


—El cronograma, lo tengo —Jeon camina a mi lado, aún faltan dos aulas para presentarme y dar la bienvenida.



Se decidió de esa manera porque sería más organizado.


—¿Moviste los currículums?


—Sí, señor.


Entramos al salón y todos voltean a mirar, pese a que yo sólo mantengo la vista al frente. Mi semblante es serio y profesional, pero no me pasan desapercibidas las múltiples miradas femeninas.


Por esa razón, mantengo mi atención en un punto especifico.


Soy breve con mis palabras y presentación, igual tendré mucho tiempo para que me vean.



Seré profesor por lo menos un año. Quiero que la siguiente generación que se gradúe adquiera mis conocimientos y sean de utilidad para mí.



—Este año yo estaré impartiendo clases de procedimientos administrativos, contabilidad y un poco de administración estratégica, los días lunes, miércoles y viernes —explico, pero por alguna razón, no han prestado atención a lo que he dicho, puesto que están mirando en otra dirección.


Y es cuando me percato.



No la había visto porque mantenía mi mirada al frente. Está situada en la tercera fila a mi derecha.


Lleva el cabello suelto y una camisa color azul claro que resalta el negro de su cabello y sus ojos.



Y por alguna razón, no puedo dejar de mirarla, más porque no esperé encontrarla aquí y tenerla nuevamente cerca.

Bueno, relativamente.


Ella luce pálida y una chica pelirroja está abanicando su rostro.



—Creo que Hal se siente mal… —dice la chica pero, como si algo la hubiese golpeado, se detiene



—Estoy bien —interviene Hal e inconsciente inclina la cabeza y quiero reír. Hizo eso anoche, muchas veces.


Por esa razón, la obligué a levantar el rostro.


—¿Correcto, señor Lee? —la voz de Hilarion me trae de vuelta y sólo allí noto que no había dejado de mirarla.


Por dios, Lee Rang, es sólo una chiquilla.


—Espero que hagamos un buen trabajo y mis conocimientos sean de su mayor provecho  —digo para finalizar y la mirada de todos en la sala esta puesta sobre mí.


Incluyendo la de ella.



—Alguna pregunta —indago, pese a que mi tiempo terminó en esta aula, sólo estoy tratando de alargarlo. Quiero mirarla un poco más.


Y no puedo evitar preguntarme ¿por qué no llamó? Debió hacerlo.


Miro en su dirección y soy plenamente consciente de cómo salta en su asiento, sé que se siente intimidada por mí y, por alguna razón, me divierte. Sé que suelo causar esa sensación.


Quizá debió sentirse regañada la noche anterior.


Una chica detrás de ella levanta la mano para preguntar, pero aunque me siento tentado a ignorarla, no lo hago. Sé lo que preguntará, recibí la misma pregunta, por lo menos una vez, en cada aula.


—¿Tiene novia? —cuestiona y el resto de las chicas ríen, todas excepto ella. Su semblante permanece serio y eso me enerva.


Sé que escuchará con atención mi respuesta.


Bajo la cabeza y oculto una sonrisa antes de mirarla de regreso, quiero que sus ojos estén sólo puestos en mí.


—No —hago el mayor énfasis en mi respuesta y luego la refuerzo—. No tengo novia.


“Por si te interesa” termino en mi cabeza, pero prefiero dejarlo a la expectativa. La verdad, no hay nada que pueda hacer con ella…


¿Qué quiero hacer con ella? ¿Por qué de pronto me interesa una desconocida que además, pronto será mi alumna?


No lo sé. Pero es extraño mi repentino interés en una persona.


Haré que Jeon la investigue.


Y sobre todo, quiero volver a verla de cerca, las emociones que experimento me aturden justo ahora, pero es un sentir placentero.


Me atrevería a decir que lo disfruto.


Me despido con unas breves palabras e incluso cuando me dirijo a la salida, no puedo apartar la mirada de ella.



. . .


—Siempre es bueno verte, hijo —Hilarion toca mi hombro y me mira con ojos cariñosos.



—Me tendrás muchos días por aquí, por favor, no te pongas sentimental. Gracias.


Hilarion suelta una risa y niega antes de comenzar a alejarse. También es bueno verlo


—Jeo… ¡Ah! —No he terminado de pronunciar su nombre cuando ya lo tengo a mi lado, sobresaltándome por un momento—. Por favor, quiero un registro completo de ella.



—La joven que vio anoche en el club. —Sonrío, Jeon es mis manos, mente, ojos—. La vi. Usted será su profesor.



—Exacto.


. . .



—Siempre es bueno verte, Lee Rang —Alejandra camina en mi dirección a paso firme, con sus malditos zapatos de aguja, que repiquetean en el suelo y dentro de mi cabeza. Aunque ha pasado un año, sigo sintiéndome de la misma manera.


Aturdido en su presencia. Y no de la manera placentera.


—El placer es tuyo, Alejan…


—Alex está bien —me interrumpe y me abstengo de poner los ojos en blanco.


Ella es el bolsillo más activo de mi empresa… Y mi ex novia.


Aunque ha pasado un año desde la separación, de una relación que sólo fue secreta, tengo que seguir viéndola.


No funcionó, aunque ella sea preciosa y millonaria. También está loca, literalmente.



Me tiende su mano delgada, sus uñas van en punta y casi puedo distinguir un destello en la cima de cada una.



—Están afiladas, sí —sonríe con dientes vampíricos. Debo admitir que fue algo que me gustó cuando salíamos, su sonrisa tan afilada como sus uñas, siempre arrogante.


Tomo su mano y me inclino para dejar un beso.


Sí, ya sé que dije que no tenía tiempo para relaciones. Precisamente por eso lo dejamos, además de que yo nunca le hice bien.



—Parece que ya estás instalado —se da vuelta y comienza a caminar, la alcanzo y mantengo su paso, un poco por delante de ella, sólo para molestarla.

A Alejandra siempre le ha gustado el control y que la gente camine un paso por detrás de ella.


También porque está loca.


—¿Cuándo llegaste? —pregunto



—Hace unos días. ¿Te gustaría una cena? Yo invito —dice y miro a Jeon por encima de mi hombro, quien enseguida niega con su cabeza.

Me parece demasiado coincidencia que nos encontráramos aquí, justo ahora.

Pero, la verdad, no me sorprendería que dijera que envió a personas a vigilar cuando yo bajé del avión.

—Lo siento, mi agenda está llena —en realidad no, han pasado cinco horas desde que salimos de la universidad y nos hemos encargado de todo lo que correspondía del día, a excepción de algunas cosas pequeñas. Incluso se adelantó el acondicionamiento de mi nuevo departamento, así que no hay gran cosa que hacer ahora.


Este era el último destino a visitar. La cede de tecnología avanzada.


Además, la última vez que comí con ella, trató de envenenarme.


—Por favor, Lee Rang —rueda los ojos, llegamos a la salida del edificio y ella se coloca unos enormes lentes de sol—. No seas una nena llorona y ve.



—Me temo que paso —y como si hubiese sido salvado por la campana, mi auto se estaciona justo frente a nosotros. Jeon debió llamar al chófer— Gracias, Alejandra.



Le doy una leve inclinación y subo al auto.


Exacto. Huyo.


—Jeon, por favor, sácame de aquí. No quiero que saque una pistola de su bolso y me dispare —le sonrío cuando noto que ella está mirando el auto fijamente y pese a que los vidrios son polarizados, sonríe de vuelta, con su sonrisa vampírica.


. . .


Ojalá alguien me hubiese dicho que cuando el destino quiere que hagas lo que le place, usará cualquier momento que esté bien.


Aunque no sea un buen momento


Y no esté bien.


Por esa razón,  siento que mi corazón se acelera y mi sangre corre con más fuerza.


—¡Frena! —grito, pero siento que no puedo oírme yo siquiera.



Ella salió de la nada, como un fantasma. Y aunque iba distraída, mis ojos buscaron directamente los suyos para gritarle que corriera.


Pero ella solo saltó en su lugar, derramando su café sobre su abrigo. Su único abrigo.


—¡Por Dios! —siento mi corazón cerca de salirse de mi pecho, arañando las paredes para poder correr.


Ella mira el auto con desconcierto, respira y el movimiento se refleja en su ropa.


—Señor —dice Jeon, pero no respondo nada y al mismo tiempo bajamos del auto.


Porque siento el impulso de asegurarme de que está bien, de que no se hizo daño.


Ella mira el auto con ojos asustados, el cabello alborotado por la brisa y sus labios entre abiertos.


—¿Estás bien? —termino de acercarme y primero toco sus hombros y luego sus mejillas.



Ella no habla, sólo permanece quieta. Casi congelada bajo el calor de mis manos y una pequeña lágrima baja por su mejilla.



—Llama a Cheon Yol —me dirijo a Jeon en coreano y él obedece, sacando su teléfono. Cheon Yol es mi doctor personal—. Oye —le hablo una vez más y por primera vez me mira a los ojos y algo dentro de mí salta.


Joder.



—Te llevaré a un hospital —ella podría no tener nada, pero necesito verlo por mí mismo. Llevo mi mano a su mentón y veo que este está enrojecido al igual que gran parte de su cuello. Debió ser el café.


—Quema —es todo lo que dice y un puchero se apodera de sus labios.



. . .



—Ella estará bien —dice, Cheon, mirándome.


Estoy esperando cerca de la puerta con mi mano cerca de mi boca. Expectante y nervioso, pero sin perder mi postura recta y calmada, no quiero que ella se sienta asustada


De por sí, ya se negó a venir.


Ella ya habla una vez más.


Creo que ya pasó el trance en el que se encontraba y el susto se ha convertido en un recuerdo.


—Ese café estaba caliente —habla mi doctor, pero esta vez dirigiéndose a ella—. Te daré una crema para que te la pongas dos veces al día, ¿está bien?



—Gracias —responde, inclinando la cabeza y quiero reír.


Cheon le sonríe y se acerca a un gabinete para sacar una caja pequeña. Camina hasta mí y me la entrega.



—En el mentón, el pecho y el cuello —explica y frunzo el ceño—. Para que le pongas a tu novia, será difícil sin un espejo y es un buen momento para evitar irritación.



Ella mira la escena boquiabierta y comienza a negar, pero sin decir nada.



—Ya regreso —anuncia Cheon y sin esperar palabra, sale de la habitación.



Suspiro.



Regreso mi atención a Hazel y ella baja la mirada en cuando la miro, luce intimidada y me pregunto si es por lo de anoche. O porque no quiere que yo me le acerque.


Como sea, son ordenes del doctor.


—Te ayudaré por ahora, en casa hazlo frente a un espejo para cubrir las áreas más afectadas —Hazel me mira, pero no dice nada, ¿qué debería hacer?


Ella quizá no quiera que la toque.


Pero haciendo caso omiso de lo que ella quiera o no, me acerco con crema en manos, preparándome para ponérsela.



Halzel no dice nada, sólo se limita a mirarme y por un momento, quiero preguntarle qué piensa. Quiero saber que hay detrás de esos ojos que sólo destilan inocencia.


—Bien —pongo crema en mi dedo, pues al no obtener alguna negativa de su parte, creo que puedo proceder.



Tomo su mentón en mis dedos, justo como la noche anterior y lo elevo, para mirar mejor los lugares más enrojecidos.



—Lo siento —digo y paso mi dedo por la piel afectada y ella cierra los ojos—. Por casi atropellarte.



—Está bien —se dirige a mí por primera vez y no oculto mi sonrisa—. Iba distraída, no veía por donde caminaba. También lo siento.


—Bueno, me alegro de haber sido yo —y es cierto.


—¿Quién casi me mata? —enarca una ceja y sonríe.


Y pienso que su sonrisa es preciosa.


—Sí, alguna otra persona pudo no haber frenado a tiempo —pongo más crema en mi mano y bajo hasta su cuello. Inclinando más su cabeza, dándome una deliciosa vista de su piel, aún enrojecida.



—Bueno, gracias por no atropellarme.


—De nada. Además —quisiera callarme, pero la verdad es que no puedo—. Me alegra volver a verte.



Ella abre sus ojos con sorpresa, la observo pasar saliva y siento deseos de trazar la curva de su cuello y obligarla a besarme, mientras la sostengo del cabello…


Me pregunto qué diría al saber que un extraño como yo, está teniendo pensamientos impuros con ella y que además desea, con todas sus fuerzas, inclinarse y besar su cuello.


Justo en los lugares donde se hirió, porque la idea de que esté lastimada me molesta.


—Gracias por enviar mi abrigo de vuelta —sonríe—. Aunque, ¿dónde está?


—Envié a Jeon a que lo llevara a la lavandería. También le pedí que te comprara nuevos abrigos.


—¿Qué? ¡No! —se sobresalta y trata de bajar de la camilla, pero la sostengo, quedando en medio de sus piernas.


—Está bien. Sólo un pequeño favor —le resto importancia y ella no se mueve, sólo permanece con la cara elevada, mirándome directamente a los ojos.


Y joder, quiero besarla.


—Yo no puedo pagar…


—No lo harás —corto—. Mientras yo esté a tú alrededor no pagarás nada.


Y sin pedirle permiso, desato los tres primeros botones de su camisa color azul y la abro para tener un mejor vistazo de la piel de su pecho y sin quererlo, también parte de su sujetador color negro y el arco de un pecho redondo.


Niego rápido y me centro sólo en las áreas afectadas.


—Gracias —vuelve a hablar y sólo asiento, concentrado en mi labor y tratando de no perder el control.


Debo parar…


Pero no puedo.


—Señor —es la voz de Jeon, viene con tres bolsas en sus manos y las deja sobre los sillones. Le pedí los más caros y bonitos—. Alejandra ha vuelto a llamar e insiste en que la acompañe a cenar.


Siento a Hazel moverse a mi lado y comenzar a abotonar su camisa.


—Dile…


—Ella ya está en su departamento.


—¿Qué? ¿Cómo consiguió la dirección? —me enojo. Está loca.


Resoplo y me llevo dos dedos al puente de mi nariz.


—Yo lo resolveré, por favor llévala a casa —pido, resignado de tener que ir a lidiar con Alejandra, incluso un año después.



—Sí, señor —le doy una última mirada a Hazel y a la piel de su cuello, que no alcanza a cubrir.


—Iré a buscarte, para tomar ese café —le aviso y ella me mira con el ceño fruncido, pero no digo nada más y salgo de la habitación.


Debo ir a tratar con la chica que no dudaría en envenenarme, si mi amor no es sólo para ella.












Enamorada del CEO [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora