Capítulo 2

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—¡Buenos días! —Exclamó Jordán entrando a la cocina, donde ya Violet y su padre, Aarón, se encontraban desayunando.

—Mierda... ¿Puedes callarte? La cabeza pareciera que me va a explotar. ¿Cómo carajos haces para estar como si nada cuando bebiste más que yo?

Él chico sonrió con suficiencia mientras se servía una taza de café. Tomó el desayuno que habían dejado para él en el microondas y se sentó al lado de su amiga.

—Por lo visto, la pasaron bien anoche.

—No, yo la pasé bien —menciona su hija—. Pero mi queridísimo amigo, la pasó genial —alzo ambas cejas.

Él chico se sorprendió que su amiga le hiciera tal comentario a su padre, pudo sentir como la vergüenza invadió su rostro.

—Ay, callate, Violet —la chica rió.

—Hoy pueden darme un tiempo de su ocupada agenda para ir al centro del pueblo, ¿si?

—Por favor —se apresuró a decir Jordán—. Es la razón por la que vine, pero su hija aquí presente, no deja de decirme que deje lo aburrido y que no me llevará.

—¿Qué hay ahí de divertido? Nada —se defiende—. Solo cosas de arte, museos, bibliotecas.... aburrido.

—Helados, algodón de azúcar, crema con fresa y una gran rueda con luces donde podemos ver la ciudad —le seguido su padre.

—De pequeña me monte en eso y se quedó estancada. En mi vida lo vuelvo a hacer.

—Eso suena genial —los ojos del chico brillaron—. Anda, vamos —suplicó tomando en brazo de su amiga—. No seas mala —hizo un puchero.

—Dile a Esteban que te lleve —sugirió con una sonrisa socarrona.

—¿Me joderas con eso todo el viaje, verdad?

—Claro. Sino, ¿qué clase de amiga sería?

—Bien, bien. ¿Entonces vamos? —Les interrumpió él señor.

—¡Si! —Respondió emocionado el chico, mientras su hija blanqueo los ojos bufando.

—No hay de otra —se escogió de hombros.

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El lugar era totalmente hermoso, para un pequeño pueblo, era sorprendente encontrarse con algo de tal magnitud. Jordán corrió a la primera tienda y se encontró con esas grandiosas figuras siendo exhibidas, detrás de éstas, fotos que representaban la inspiración para quienes la habían hecho. Todos y cada uno de los creadores eran personas del mismo pueblo. Aquel lugar era para ayudar a enseñar la belleza y talento de las personas que allí habitaban.

—Esto es hermoso —la primera que llamó su atencio, representaba a dos chicos—. Sin duda es la mejor de todas.

—Aun no haz visto las demás —señalo su amiga.

—Pero no creo arrepentirme —aseguró, pasando su mano por la escultura con cierta delicadeza.

Detrás de ésta, estaba la foto que había sido capturada en el mejor momento. El chico detrás miraba a su acompañante que leía un libro en medio de un jardín colorido; esté no prestaba atención a su alrededor más que solo a las líneas, mientras él otro, podría ser descubierto de su amor ante el brillo en sus ojos y esa mínima sonrisa que se lograba ver en sus labios. En la escultura lo hicieron muy similar, de hecho, la única diferencia, era que el chico que leía estaba recostando en el pecho dell contrario mientras esté lo miraba.

—Las fotografías son tomadas por artistas del pueblo —comento Aarón, ganándose la atención del chico—. Luego, estos las entregan a quienes hacen la escultura.

Pintar tu gris de colores |Bl|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora