Todo olía a hospital.
Aún cuando sonase perturbante para Rampo, cuyo olfato se mantenía sensible por la cantidad de afán esterilizador que le propician a esa estancia, donde productos químicos son dejados una y otra vez sobre la superficie para mantener limpieza. Todo era tan monótono, sensible, silencioso, desolado, ciertamente degollante.
Era Septiembre, un mes que le es superficial, como la mayoría de meses en el año. Aún cuando no quisiese, estaba alerta de los días que pasaban, alerta de los meses que anhelaban abrazar sus espaldas, de las estaciones que dejaban atrás sus huellas plasmadas en la tierra, en el aire, en aquello que tenía la capacidad de observar sus alrededores, de ser conscientes de estos mismos. No se podía siquiera mantener un día sin enterarse de algo sobre lo que le rodeaba, sobre la caída de alguna hoja que brotó de algún árbol, o del viento que desordenaba los cabellos de su cabeza, o del suelo humedecido que podía haber bajo sus pies. Era Septiembre, un otoño en Septiembre, donde el ámbar entonaba las hojas de arce y surcaba las narices de cualquier ser vivo.
Pero él se encontraba dentro de un lugar lúgubre, que dejaba deambular constantemente a personas cuyo propósito mínimo era poder resurgir de algo mejor. Sitio que mantenía constancia de una interesante tregua entre dos bandos completamente opuestos, afirmados bajo un mismo cordel de incertidumbre.
Médicos y pacientes.
Rampo se mantenía en el pasillo de la monotonía, lleno de limpio y reluciente blanco. Sonidos de ruedas rodando por los suelos o murmullos de personas enclaustradas en cierta desesperación que ensordecía sus oídos mientras cabizbajo, esperaba sentado en una silla de la sala 103. Sus manos descansaban en sus bolsillos, sus labios se mantenían sellados, su ceño estaba fruncido.
Estaba impaciente.
La puerta cerrada de esa sala le seguía dando un mareo muy extraño, que él se veía incapaz de describir, pero sí sabía la razón: impaciencia. Él estaba realmente impaciente. Su pie se movía al son de un ritmo irregular, chocando su talón en el suelo cuantas veces quiera. No podía mantener su ansiedad calmada, realmente no podía. Tragaba duro y no podría siquiera mantener su quijada en alto. Lo estaba desmoronando la impaciencia.
La incertidumbre.
Alojado en su pecho como una extraña presión de grande escala que no parecía tomar en cuenta de forma completa. Como si fuera un completo extraño consigo mismo, y era aquel extraño que ahora estaba esperando alguna noticia del otro lado de la pared.
No, realmente no sabía qué estaba sintiendo, pero no se sentía seguro, y aquella inseguridad era una sensación degollante, que arrebataba suspiros, que inhibía el alivio o la paz. Sentía su mundo turbulento, junto a aquella puerta aún cerrada que lo hacía abastecerse de insatisfacción.
Fue cuando alguien pasaba delante de él.
Rampo fijó sus verdosos ojos en aquellos pies, que direccionaban hacia él. Sus dos manos, cuyos codos se encontraban apoyados sobre sus rodillas, mantenían oculto sus labios en un entrelazamiento que no se sentía cálido, sino que era frío, era tembloroso.
—¿Estás bien?
El pie de Edogawa dejó de mantener su constante ansiolítico movimiento.
Se quedó quieto, enmudecido, y cuando sintió un toque suave en su hombro, Edogawa agrandó un poco más sus ojos. Aún cuando no sentía la energía, siquiera la fluidez en su cuello como para poder moverlo, se instó de una forma que no recuerda a elevar su vista. Ahí había alguien, frente a él, agazapado, con cabellos ocultando una gran parte de su rostro. Ofuscado, no parecía responder más estímulos, simplemente se mantenía erguido en su asiento, con la cara del extraño puesta frente a él.
—¿Oye? ¿Me escuchas? —Preguntó nuevamente esa voz.
Rampo abrió sus labios un poco más. ¿Qué iba a responder? ¿Siquiera su mente se encontraba en ese sitio? Una brisa de una noche de otoño en Septiembre se coló por la puerta en el fondo de aquel pasillo, oscura, siniestra, lúgubre. Era aterrador siquiera dejar que sus ojos se quedasen ahí, observando el exterior por medio de luces superficiales que daban a entender un otoño nocturno. Plasmado ante el extraño, que por cierto, era un chico. Parecía joven, pero era increíblemente alto. A los ojos de Rampo, él era un extraño.
Bajó un tanto más su mirada, tratando de enfocarse en su realidad. La intrusión en su mente lo dejó ofuscado, adquiriendo un aspecto zombie para cualquiera. Tragó duro, con aquellos ojos como platos, dejando caer un suspiro entrecortado por medio de sus labios.
—N-no, yo... Estoy bien... —Afirmó, pareciendo mentira. Era mentira.
—¿Seguro? —Desconfiado de esa mentira, el extraño decidió asegurar—. Te veo algo... lejano.
Volvió a negar, pero esta vez, porque él realmente ni siquiera creía en su mentira.
—Hm... Yo... lo siento... —Dijo finalmente, entrecortado, dejando caer su rostro sobre su mano aún siendo su soporte—. Solo estoy esperando... noticias...
—¿Ah, sí? —Se vio sorprendido, aunque pasó inadvertido para Edogawa.
Asintió, ocultando su expresión preocupada. Ocultando su desesperación en la palma de su mano.
—¿De esa sala? —Preguntó luego de un intervalo de segundos silenciosos. Edogawa miró de soslayo, y aquel extraño postró su inexistente mirada en la sala 103.
Volvió a asentir, erráticamente.
—Debe ser un tema delicado, entonces. Lamento eso... —Dijo entonces, con una voz suave, tímida, tal vez culpable.
—Da lo mismo... —Murmura en respuesta.
Otro intervalo prolongado de silencio. El extraño parecía no querer irse, eso no pasaba inadvertido para Edogawa, quien a pesar de estar con su mente en otro lado, pudo notar la lucha interna que este alto joven tenía consigo mismo sobre si quedarse o no. Se imaginaba que algo quería preguntarle, algo quería sacar, aunque sea mínimo, aunque sea desinteresante, aunque sea ridículo.
—¿Cómo te llamas? —Preguntó entonces este extraño, y Rampo asintió de forma tan invisible, pues era una respuesta para sí mismo.
Algo quería sacarle, aunque sea mínimo, desinteresante, incluso ridículo.
—Rampo —Soltó en un hilillo de voz, que nunca quiso que saliese así, mas a ese punto le importaba bastante poco ello—. Rampo Edogawa.
—Un gusto, Rampo-san —Sonrió de labios cerrados—. Yo me llamo Poe.
Volvió a mirarlo.
—Edgar Allan Poe.
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September to October - Rampoe
Fanfiction❝𝔒𝔫𝔩𝔶 𝔱𝔥𝔢 𝔞𝔲𝔱𝔲𝔪𝔫 𝔩𝔢𝔞𝔳𝔢𝔰 𝔨𝔫𝔬𝔴 𝔴𝔥𝔞𝔱 ℑ'𝔳𝔢 𝔣𝔬𝔲𝔫𝔡❞ Aquellos que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan de aquellos que solo sueñan por la noche. -Angst -Historia corta -Empezada: 03/03/2023 -Terminada:...